El entusiasmo de la fundación
La Providencia tiene estas cosas,
que te sorprende y te enseña cuando menos lo piensas. Fue mi caso,
recientemente. Porque la misión me llevó, casi por sorpresa, a Haití, donde
esperaba encontrarme y trabajar, como siempre, con Hermanos de La Salle,
profesores y profesoras de sus centros escolares, pastoralistas... Y así fue,
en efecto.
Solo que un día, después de las
tareas formativas, vino a verme un Hermano haitiano, cercano ya a los sesenta, delicado
de salud pero de muy digno porte. El Hermano Hermann Austinvil, que así se
llama, quería hablarme de su fundación: una congregación religiosa, las Siervas
Lasalianas de Jesús. Lo que comentó me pareció interesante por lo que decidí
aceptar su invitación a pasar algún tiempo en la comunidad de las Hermanas.
Las encontré en uno de los barrios
más pobres de Puerto de Paz, en una casa enorme, construida por una institución
italiana de cooperación. Es la única casa del nuevo Instituto, que les sirve de
comunidad, casa de formación en sus distintos niveles, y orfanato o, mejor,
casa de acogida de niñas en dificultad, porque no todas son huérfanas. Cerquita
de la casa han construido un edificio mucho más humilde, que acoge una escuela
primaria rebosante de niños de ambos sexos y un humilde dispensario, cuya
consulta atiende una enfermera titulada. Me dicen las Hermanas que el
dispensario es el orgullo del barrio; mucha gente acude a él porque, si lo
necesita, recibirá medicamentos a muy bajo precio, o enviarán a los enfermos, con
algunas ventajas, a un centro mejor dotado. Un poco más lejos están terminando
de construir un liceo femenino, concertado con el Estado haitiano, que esperan
sirva para facilitar la tarea pastoral con las chicas más mayorcitas. Cuatro
compromisos apostólicos bien concretos, por tanto.
Sin embargo, de momento, las
Siervas Lasalianas de Jesús son solo siete. Aunque numerosas candidatas llaman
a sus puertas, las Hermanas prefieren no apresurarse y tomarse un tiempo amplio
para el discernimiento antes de admitirlas. La vida que tratan de llevar
adelante es dura y solo con la entereza y fuerza de voluntad que Dios regala a
sus elegidos mediante el don de la vocación religiosa se es capaz de vivirla
con gozo y generosidad en la entrega. No han comenzado un nuevo proyecto
carismático -insisten- para que a las primeras de cambio la
mediocridad acampe entre las paredes de su comunidad. Y a fe que su alegría y dinamismo
apostólico me dejaron profundamente impresionado...
El Instituto de las Siervas
Lasalianas de Jesús fue oficialmente aprobado por el obispo de Puerto de Paz en
1998, aunque desde unos años antes varias chicas andaban ya empeñadas en servir
a los pobres, llevando una vida cristiana comprometida y responsable. El origen
de todo hay que buscarlo en el Colegio Nuestra Señora de Fátima, de Puerto de
Paz, del que varias de las pioneras eran maestras. Poco a poco, con el apoyo
inestimable y la dirección espiritual del Hermano Hermann, a la sazón director del
Colegio, ese grupo de maestras comprometidas fue estructurándose y planteándose
metas cada vez más exigentes. Según las propias Hermanas cuentan, su director
sabía atraer la atención de los profesores sobre la situación de los alumnos
más afectados por las dificultades familiares, económicas y escolares, y
recordaba constantemente lo que Juan Bautista De La Salle deseaba para los
niños confiados al cuidado de sus discípulos.
Su carisma lo tienen muy claro:
relación estrecha con el Señor, vida radical de comunidad y entrega generosa a
la evangelización, en especial de los más pobres, preferentemente por medio de
la educación y la catequesis, aunque sin desdeñar otros caminos apostólicos. Es
evidente que la figura de san Juan Bautista De La Salle y su mensaje han dejado
honda huella en su compromiso.
Cuando las visité, las Siervas
Lasalianas de Jesús andaban planteándose la organización de una panadería, con
venta al público, que las ayudase a salir adelante de manera un poco menos apurada;
y es que no resulta fácil animar tanta misión solo con los dones de los pobres.
No sé si lo conseguirán... De lo que sí estoy seguro es que, para mí, la
experiencia de conocer a las Hermanas supuso entrar en contacto directo con
algo de lo que me habían hablado muchas veces, pero que nunca había
experimentado: el entusiasmo carismático de la fundación de un Instituto. Y es
que nos parece que duerme, pero no es así: el Espíritu anda siempre muy activo
entre nosotros.
Hermano Josean Villalabeitia
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