miércoles, 19 de enero de 2011

El Distrito Central de la Arlep en la memoria

Es noticia bien sabida para todos los lasalianos de nuestra tierra: los siete distritos clásicos de España y Portugal acaban de desaparecer para dar paso a una entidad lasaliana única de animación y gobierno, denominada “Distrito Arlep”.


Pero si los siete antiguos distritos se han disuelto oficialmente, se puede decir que seis de ellos dejan una herencia en forma de “Sector” del Distrito Arlep que los hará -al menos durante algún tiempo- perfectamente reconocibles después de su desaparición. Sólo uno de los siete –el Distrito Central- se ha diluido en la nada, es decir, sin dejar tras él ninguna estructura palpable que nos lo pueda traer con facilidad a la memoria. Aunque, pensándolo mejor, ¿es esto cierto o, sencillamente, cuando hablamos así desbarramos? Veámoslo...


Dos etapas diferentes.- El Distrito Central de la Arlep ha desaparecido con 55 años recién cumplidos, pues nació oficialmente el 25 de julio de 1955 y ha terminado su andadura el 31 de agosto de 2010. Si de personas se tratara, diríamos que ha muerto en plena madurez pero, en realidad, entre los distritos lasalianos españoles, el Central era bastante joven ya que sólo el de Andalucía se creó con posterioridad, mientras que el de Valencia-Palma nació el mismo día, en el mismo parto, aunque luego, como es lógico, ambos desarrollaran personalidades completamente distintas entre sí. Los otros cuatro distritos españoles tenían todos más años que el Central...


55 años, por tanto, pero con dos etapas muy diferentes entre sí: una inicial, que llegaría hasta 1973, y la última, conocida por todos, que comprendería desde esa fecha intermedia indicada hasta nuestros días.


Cuando el Hermano Guillermo Félix, Asistente ibérico de feliz memoria y férrea mano, se propuso crear el Central, en su cabeza bullía la idea de organizar un distrito como todos los demás, con su personal y sus casas de formación propias, aunque no desplegado sobre el terreno según los criterios geográficos bien delimitados con que funcionaban los otros cuatro distritos lasalianos por aquel entonces existentes.


Promoviendo el nuevo distrito el Hermano Asistente buscaba ayuda para resolver algunos de los problemas que más dolores de cabeza le daban, como la casa de formación de misioneros de Premiá de Mar o Editorial Bruño. Según su idea, al nuevo distrito se incorporarían también el Instituto San Pío X, que todavía no estaba inaugurado aunque sí muy avanzado en su concepción, y la casa de reposo de Lliria, proyecto muy personal del Hermano Guillermo. Luego ya, con el correr de los tiempos, se irían sumando al Central otros proyectos, sobre todo las misiones africanas y toda la animación lasaliana regional.


Al comienzo, como es lógico, el Central no podía contar con personal propio, pero poco a poco, adoptando diferentes medidas -la principal de las cuales sería, simplemente, abrir más casas de formación-, el Hermano Asistente esperaba que este asunto se fuera solucionando. Pero no fue así. Y no por falta de ganas, sino porque se le acabó el tiempo…


Y es que, en realidad, los Visitadores españoles nunca estuvieron de acuerdo con el Hermano Guillermo en este asunto, y preferían un Distrito Central mucho más parecido al que hoy conocemos. La sombra del Asistente era en aquella época muy alargada y no resultaba nada fácil oponerse a sus planes. Pero en cuanto el Hermano Guillermo Félix desapareció de la escena de gobierno, los Visitadores recuperaron su viejo proyecto y, tras unos años de ensayo, lograron que se aprobaran los estatutos de un Distrito Central al servicio de los demás distritos españoles, en la animación general o en la ayuda práctica para resolver algunas cuestiones, y también en la gestión más directa de las obras comunes, como Bruño, el San Pío o las misiones. Es, a grandes rasgos, el modelo de Distrito Central que ha llegado hasta sus últimos días, aunque evidentemente la idea tardara un cierto tiempo en materializarse por completo, a partir de aquel año 1973 en que su nueva estructura fuera aprobada. Luego ha evolucionado en distintos sentidos, aunque menos de lo que cabría suponer...


Al servicio de la Arlep.- Continuando precisamente por esta línea, permitidme destacar algunos de los servicios de animación lasaliana que el Distrito Central ha impulsado durante estos años, en estrecha colaboración con el resto de los distritos de la Arlep, como es obvio.


Pensemos en el CEL, que ha conocido dos etapas muy distintas y cada año trata de responder con fidelidad a los nuevos retos que traen los tiempos. O en los distintos Celas, estructura formativa más reciente, aunque el destinado a los profesores está ahora mismo estrenando su vigésima promoción; además, también se organizan habitualmente Celas para jóvenes y para los educadores no docentes de nuestros centros. Sin olvidarnos del Celte, destinado a los Hermanos más mayores, que también funciona desde hace años.


Pensemos también en el gran número de comisiones lasalianas de todo tipo, con sus correspondientes subcomisiones y grupos de trabajo, que han revolucionado la manera de reflexionar, trabajar y decidir de todos los lasalianos de la Arlep y pueden presentar logros palpables de mucho mérito, como los programas de innovación educativa o la gran cantidad de materiales preparados y sesiones de toda especie organizadas; o Proyde y organizaciones hermanas, frutos concretos de la reflexión de una de esta comisiones, que hoy apoya de maravilla el compromiso misionero de todos los lasalianos españoles y portugueses, con sus actividades de sensibilización, su captación de fondos, su organización de proyectos misioneros de verano y de planes más prolongados para el voluntariado, el comercio justo y la movilización de esa enorme cantidad de voluntarios que destinan una parte de su tiempo a echar una mano a los que peor lo pasan, y quieren canalizar su entusiasmo a través de Proyde.


Pensemos en ACOA y otros grupos por el estilo, que centran su actividad en torno al “Centro La Salle-Arlep”, de la madrileña calle Marqués de Mondéjar, esa misma casa que a lo largo del curso acoge de maravilla a tantos y tantos lasalianos, con un servicio atento y callado, prodigio de fraternidad.


Aunque no hubiera más cosas -que las hay, y muchas-, la mera evocación de todas estas estructuras y actividades de animación lasaliana de la Arlep que ha impulsado el Distrito Central bastaría para justificar de sobra el título dado al libro que recoge una breve evocación de su historia. Porque en la vida del Distrito Central la clave de todo ha sido siempre el servicio, un servicio que se ha desplegado también en muchos otros ámbitos...


Dos obras memorables.- Continuando con la rememoración entrañable de otros proyectos directamente gestionados por el Distrito Central, la Editorial Bruño y el Instituto Pontificio San Pío X, incluyendo en él también su editorial, han sido, sin duda, en la historia del Central dos auténticos pesos pesados. Ambos conocieron tiempos de esplendor y de crisis, aunque con resultado final diferente.


Prescindiendo de los distintos nombres que el servicio editorial lasaliano haya ido recibiendo entre nosotros según las épocas, se puede decir, sin riesgo a equivocarse, que Bruño era la obra más antigua de cuantas le tocó animar al Distrito Central. De hecho, el mismo año de su llegada a España, en 1878, los Hermanos franceses publicaban ya un sencillo folleto de oraciones en español.


Tras la terminación de la Guerra Civil, una vez unificadas sus dos estructuras autónomas de Madrid y Barcelona, la Editorial Bruño se instaló en la capital española y terminó construyendo para todos los lasalianos españoles el actualmente conocido como Centro La Salle-Arlep, que, desde su inauguración, ha sido sede de Bruño y de su librería, del CEL, del Celas, del San Pío y su editorial, cuando se trasladaron a Madrid, de Proyde, Casa Provincial, comunidad de acogida de misioneros y lasalianos de paso, lugar ideal para reuniones, cursos, conferencias, liturgias, fiestas… Con este historial a sus espaldas, no es en absoluto exagerado considerar este Centro La Salle-Arlep, desde sus primeros momentos de existencia, como el corazón del Distrito Central, como lo va a ser también, en adelante, para el nuevo Distrito Arlep.


La Editorial Bruño prestó durante varias décadas unos servicios impagables a la escuela –no sólo lasaliana- de nuestro país, pero la complicación económica, financiera y legal de los nuevos tiempos aconsejó en 2001 a los Hermanos desprenderse de ella, en una operación que, a pesar de los temores, resultó francamente bien para La Salle, dejando además en sus manos el edificio de la calle Maestro Alonso, actual residencia del equipo de animación del nuevo Distrito Arlep.


El Instituto San Pío X, por su parte, nació en 1955 a orillas del Tormes, en Tejares (Salamanca). En sus inicios lucía otro nombre -“Estudios Lasalianos”-, aunque enseguida adoptó el único que lo iba a identificar en adelante. Su creación debe atribuirse, sin duda, a la creatividad apostólica del Hermano Guillermo Félix. El San Pío se incorporó muy pronto a la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, con profesores, clases, publicaciones y prestigio por todo lo alto. Además de la actividad académica propiamente dicha, el San Pío, casi desde el principio, organizó también todo tipo de seminarios, cursillos, semanas de pensamiento... con éxito muy apreciable.


A su sombra, casi simultáneamente se desarrolló la Editorial San Pío X, que marcó asimismo hitos impresionantes con publicaciones como el Fichero Catequístico, el “Cantemos al Señor” y multitud de colecciones de manuales catequísticos, libros de canto y publicaciones muy variadas, con frecuencia punteras en su género.


Tras la edad de oro de los años sesenta, distintos motivos aconsejaron trasladar el San Pío a Madrid, a la que por aquel entonces era la sede central de Bruño. Con él se vino también a Madrid la Editorial San Pío X. Corría el verano de 1977.


Con el San Pío en Madrid se arreglaron algunos problemas serios, como la venta de aquel enorme caserón de Tejares, que se había ido quedando vacío, o la mejor formación de los Hermanos que participaban en el CEL. Pero no se resolvió la dificultad fundamental: la escasez de alumnos, que la crisis vocacional de los Hermanos no hacía sino intensificar. Tampoco se consiguió renovar el claustro de profesores en la medida en que hubiera sido de desear.


Así las cosas, en 2008 el Instituto San Pío X se trasladó al complejo universitario “La Salle Campus Madrid”, de Aravaca, donde a base de planteamientos y horizontes novedosos espera remontar el vuelo. La Editorial San Pío X, por su parte, quedará al servicio de las publicaciones institucionales del nuevo Distrito Arlep, con la nueva marca comercial de “Ediciones La Salle”. Como se ve, retos atractivos no faltan, ni mucho menos…


La generosidad misionera.- Aunque a veces parece olvidársenos, uno de los servicios más generosos que han prestado los lasalianos por medio del Distrito Central ha sido el de las misiones.


En realidad, una de las razones primordiales para crearlo fue, precisamente, el deseo de atender mejor la casa de formación de misioneros para Hispanoamérica de Premiá de Mar, que comenzó a funcionar hace más de un siglo, en 1908. Luego, ya más cerca de nuestra época, a partir de los cincuenta, vendrían también Mollerusa y Les, en tierras catalanas, y los diferentes grupos de formación de Tejares, por este orden cronológico. Cada cual, como es lógico, con su peculiaridad característica, aunque la casa con más solera fuera, sin lugar a dudas, por su historia y por sus números, la de Premiá.


Esta aventura misionera americana finalizó para el Central con el Capítulo General de 1966-1967. Y decimos “para el Central” porque a partir de esa fecha, los distritos españoles suscribieron convenios particulares de colaboración con distintos distritos hispanoamericanos, de cuyos beneficios continuamos disfrutando todavía hoy los Hermanos a ambos lados del Atlántico.


Una segunda rama del gran tronco misionero del Distrito Central sería la de Guinea Ecuatorial, una gran gesta apostólica, desarrollada ya en directo, sobre el terreno, que se inició en 1958, para truncarse de manera abrupta -pero provisional- once años más tarde, coincidiendo con la llegada al poder del primer presidente ecuatoguineano, de infausta memoria. Los Hermanos tuvieron que escapar para salvar la piel, como los acontecimientos posteriores dejarían meridianamente claro, aunque los Superiores de Roma no lo entendieran siempre así...


En el momento de aquella salida forzosa el balance lasaliano en Guinea era ciertamente llamativo: en apenas un decenio de presencia, habían llegado a ser 33 Hermanos, distribuidos en tres comunidades, que animaban siete obras educativas muy variadas y habían enviado a la Península a cuatro jóvenes nativos para prepararse como Hermanos.


Otros once años nos costó volver a Bata, y tuvimos que hacerlo -como todo el mundo comprende- de manera mucho más humilde, aunque no menos entusiasta. Retomamos, pues, la misión en Guinea y las cosas allí evolucionaron con rapidez hasta llegar al día de hoy en que una docena de Hermanos -dos de ellos nativos- se afanan hoy en dar vida a tres centros educativos propios y algún otro servicio pastoral. Planes no faltan en Guinea, es cierto, pero el horizonte lasaliano no está demasiado claro, sobre todo porque los jóvenes candidatos nativos no terminan de cuajar definitivamente como Hermanos.


El tercer gran capítulo misionero dependiente del Central es el correspondiente al Golfo de Benín, que acaba de constituirse en distrito autónomo, siendo, precisamente, su primer Visitador Titular un viejo conocido de todos los lasalianos de la Arlep: el Hermano José Manuel Sauras. ¿Quién de nosotros no ha escuchado con interés alguna historia sobre Togo, Benín, Costa de Marfil o Guinea Conakry, esos cuatro países por los que se extiende el recién creado distrito?


El trabajo apostólico lasaliano lo iniciaron por aquellas tierras los Hermanos canadienses, que, a finales de los sesenta, faltos de vocaciones suficientes, se vieron obligados a pasar el testigo a los Hermanos españoles, muchos de ellos recién retirados de Guinea Ecuatorial. El Distrito Central aceptó con gusto la encomienda y dio, sin duda, una impronta particular a toda la labor lasaliana en África Occidental, hasta el punto de haber fundado sus obras más originales; en realidad todas las del Distrito, menos los dos colegios más antiguos.


El Distrito del Golfo de Benín ha podido independizarse del Central porque dos de cada tres de sus casi cuarenta Hermanos son ya nativos, algunos de ellos capaces de ocupar puestos de alta responsabilidad, incluso en obras africanas interdistritales, como el noviciado o el escolasticado francófonos, lo que nos da una idea de la valía personal que atesoran. Se podría decir que allí las cosas lasalianas van bastante bien, sin prisa pero sin pausa, aunque no les falten retos para que no se duerman en los laureles...


Creo que los lasalianos españoles y portugueses podemos sentirnos muy orgullosos de la evolución de nuestra obras en África, sin olvidar el compromiso contraído de apoyarlas económicamente, en personal, con proyectos de verano o de otro tipo, etc., a partir ahora del nuevo Distrito Arlep.


Y aunque este último escenario misionero no sea tropical precisamente, recordemos también a esa docena de Hermanos españoles que han apoyado con su presencia y trabajo la reconstrucción del Instituto en Rumanía tras la caída del muro de Berlín, en 1990. El Distrito Central de la Arlep velaba también por ellos, aunque oficialmente pertenecieran a otras instancias lasalianas de gobierno. Tres de ellos bregan todavía por aquellas tierras...


Un cierre luminoso.- A la vista de cuanto antecede, ¿qué lasaliano bien informado se atrevería a sostener, como proponíamos al principio de estas líneas, que el Distrito Central de la Arlep se acaba de “diluir en la nada”? De no ser un insensato, tendría que tratarse de alguien que no se haya parado a pensar con detenimiento en lo que el Distrito Central, en su más de medio siglo de existencia, ha supuesto para la Arlep, que no haya calibrado los frutos ingentes que el Central ha aportado, de los que continuamos todos disfrutando. Porque el Distrito Central ha muerto, es verdad, pero continúa, en cierta manera, muy vivo entre nosotros, en mil y un proyectos que se empeñan día tras día en impulsar la misión lasaliana en nuestra tierra, por caminos creativos y eficaces. Se podría discutir sobre lo que ha sucedido con el árbol, pero sus frutos están ahí, evidentes, generosos, al alcance de todo el mundo.


Pero bueno: el Distrito Central ya es historia; ahora lo que toca es ocuparse del nuevo Distrito Arlep. En ello estamos...


Hermano Josean Villalabeitia