martes, 20 de octubre de 2015

Nyel, el instrumento de la Providencia

Precursores de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (22)

En nuestra entrega anterior dejábamos en Ruan un mundillo caritativo en plena ebullición, con varios grupos de maestros de ambos sexos, formalmente separados pero con buenas relaciones entre sí, que intentaban prestar buenos servicios en las escuelas para pobres.

Una de las expectativas que surgió en los grupos fue la de ampliar el horizonte de sus comunidades y escuelas, saltando fuera de la villa que los vio nacer. A este respecto, los maestros de Nyel habían fundado ya en Darnétal, a las afueras de Ruan, y las maestras de Barré estaban colaborando en Reims, con Nicolás Roland, en la puesta en marcha de la comunidad de las Hermanas del Niño Jesús. Y aquí es donde la Providencia comienza a enlazar a Adrián Nyel con De La Salle, para hacer llegar a este último el inmenso caudal de experiencia e inquietudes que atesoraba el buen maestro normando, tras más de dos decenios sirviendo a las escuelas para pobres de Ruan y a la comunidad de maestros que las atendían.

Porque sucedió que una dama rica, Jeanne Dubois, originaria de Reims, pariente lejana de Roland y de De La Salle, aunque casada con un próspero comerciante ruanés, impulsada por un repentino y ferviente deseo de conversión, se sintió movida a fundar algunas escuelas para gente pobre. Esta señora había ya trabado relación con las Hermanas de Barré, a las que había financiado una escuela en Darnétal, y deseaba hacer lo mismo con una escuela para niños. Admiradora de la obra de Nyel, por un lado, y deseosa de fundar en su ciudad natal, Reims, proyecto del que parece que algo había ya comentado con Nicolás Roland hacia 1674, aprovechando la presencia de este en Ruan para predicar alguna misión popular, se decidió por fin a hacer realidad su deseo. Contactó para ello con Adrián Nyel, le proveyó de sendas cartas, una para sus amigas, las Hermanas del Niño Jesús, y otra para el canónigo De La Salle, que se ocupaba de algunos asuntos del recientemente fallecido Roland relacionados con las Hermanas, y lo envió a Reims a ver cómo podía maniobrar en favor de la fundación de una escuela para niños pobres; en principio, ella misma se ocuparía de la financiación. Y a Reims se fue Adrián Nyel, en marzo de 1679, para promover la fundación de la escuela que su protectora ruanesa financiaría.

Como el mismo De La Salle comentaría más tarde en un escrito personal, su primer encuentro con Nyel constituyó el definitivo golpe de gracia de la Providencia para que el canónigo remense se introdujera definitivamente en el mundo de las escuelas: “Fueron esas dos circunstancias, a saber, el encuentro con el Señor Nyel y la propuesta que me hizo esta señora [Dubois], por las que comencé a cuidar de las escuelas de niños. Antes, yo no había, en absoluto, pensado en ello; si bien, no es que nadie me hubiera propuesto el proyecto”. Porque el contacto con Roland y su círculo apostólico le había abierto un horizonte novedoso: el de las escuelas para pobres; pero no es menos cierto que hasta la llegada de Nyel tal proyecto no había terminado de cuajar en el interior de De La Salle: “Algunos amigos del Señor Roland habían intentado sugerírmelo, pero la idea no arraigó en mi espíritu y jamás hubiera pensado en realizarla”.

Nyel, que era imaginativo, emprendedor, de relación fácil y tenía amplia experiencia en el campo de las escuelas[1], y De La Salle, honrado y coherente por demás, con exigentes inquietudes espirituales y aprendiz perspicaz a partir de las dificultades con que se estaba topando en el papeleo oficial para el reconocimiento de las Hermanas de Roland, formaron un tándem muy eficaz, de manera que enseguida se dieron cuenta de que el mejor camino para llevar adelante la fundación era el de las escuelas de caridad. Concretaron, con ayuda de los consejos de algunos conocidos del canónigo, las parroquias a cuyas puertas era más conveniente llamar[2], arreglaron distintas cuestiones financieras que iban surgiendo y en menos de un año habían puesto en marcha tres escuelas de caridad en otras tantas parroquias de Reims.

Se puede pensar, con toda legitimidad, que gran parte de las decisiones sobre escuelas y maestros que adoptó De La Salle durante aquellos dos o tres primeros años le fueron directa o indirectamente sugeridas por Nyel. En esta etapa inicial, nuestro canónigo se limitaría a su papel de protector de las escuelas para pobres, favoreciendo contactos y velando por la economía y la moral, mientras Nyel se encargaba de echar materialmente a andar las escuelas, tratando, probablemente, de repetir en Reims su modelo de comunidad de maestros de Ruan, que tan buenos servicios estaba allí prestando. En Reims no tenían como marco el Hospicio General pero, de momento, buscando alguna vivienda amplia se podían intentar algunas actuaciones. En consecuencia, se alquilará una casa, se agrupará en ella a los maestros, se asegurará por distintos medios su manutención, se estructurará un poco su vida profesional y de oración, se garantizará su seriedad profesional y el proyecto de escuelas para pobres irá haciendo camino.

De esta manera, además de traspasar al fundador de los lasalianos una parte de su enorme caudal de sabiduría y experiencia como organizador de escuelas y formador de maestros, es probable que Nyel actuase también frente a él como conciencia crítica, como una especie de agente de provocación, de invitación a la ambición apostólica, a hacer con y por los maestros algo más de lo que en un principio se había imaginado. Porque si alguien pretendió desviar a De La Salle de su plan inicial en relación con aquellos primeros maestros, el que mejor podía conseguirlo era, sin duda, Adrián Nyel: “Yo pensaba  —confiesa De La Salle—  que la dirección de las escuelas y de los maestros, que yo iba tomando, sería tan solo una dirección exterior, que no me comprometería con ellos más que a atender a su sustento y a cuidar de que desempeñasen su empleo con piedad y aplicación”. Pero, ya se sabe, a la postre la cosa no resultó tan sencilla...

Hermano Josean Villalabeitia




[1] Según Blain, Nyel “había recibido de la naturaleza los talentos adecuados para este tipo de gestiones. Tenía un carácter vivo y emprendedor; siempre estaba dispuesto a ser el primero en romper el hielo y a intentar una nueva empresa”.
[2] Siempre según Blain, pensaron, de entrada, “en los cuatro párrocos más reputados” y fueron descartando, por diversas razones, a los menos apropiados, hasta quedarse con el de san Mauricio, el Padre Dorigny, que fue el máximo responsable de la primera escuela lasaliana. Luego vinieron las otras dos escuelas, la tercera de ellas, precisamente, en una de las parroquias en un principio rechazadas. Resulta curioso contemplar las razones que se adujeron para excluir a algunos párrocos, incluida la libertad con que las críticas se plasman en el texto.

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