En nuestra entrega anterior dejábamos en Ruan un mundillo caritativo en plena ebullición, con varios grupos de maestros de ambos sexos, formalmente separados pero con buenas relaciones entre sí, que intentaban prestar buenos servicios en las escuelas para pobres.
Una
de las expectativas que surgió en los grupos fue la de ampliar el horizonte de
sus comunidades y escuelas, saltando fuera de la villa que los vio nacer. A
este respecto, los maestros de Nyel habían fundado ya en Darnétal, a las
afueras de Ruan, y las maestras de Barré estaban colaborando en Reims, con
Nicolás Roland, en la puesta en marcha de la comunidad de las Hermanas del Niño
Jesús. Y aquí es donde la
Providencia comienza a enlazar a Adrián Nyel con De La Salle , para hacer llegar a
este último el inmenso caudal de experiencia e inquietudes que atesoraba el
buen maestro normando, tras más de dos decenios sirviendo a las escuelas para
pobres de Ruan y a la comunidad de maestros que las atendían.
Porque
sucedió que una dama rica, Jeanne Dubois, originaria de Reims, pariente lejana
de Roland y de De La Salle ,
aunque casada con un próspero comerciante ruanés, impulsada por un repentino y
ferviente deseo de conversión, se sintió movida a fundar algunas escuelas para
gente pobre. Esta señora había ya trabado relación con las Hermanas de Barré, a
las que había financiado una escuela en Darnétal, y deseaba hacer lo mismo con
una escuela para niños. Admiradora de la obra de Nyel, por un lado, y deseosa
de fundar en su ciudad natal, Reims, proyecto del que parece que algo había ya
comentado con Nicolás Roland hacia 1674, aprovechando la presencia de este en
Ruan para predicar alguna misión popular, se decidió por fin a hacer realidad
su deseo. Contactó para ello con Adrián Nyel, le proveyó de sendas cartas, una
para sus amigas, las Hermanas del Niño Jesús, y otra para el canónigo De La Salle , que se ocupaba de
algunos asuntos del recientemente fallecido Roland relacionados con las
Hermanas, y lo envió a Reims a ver cómo podía maniobrar en favor de la
fundación de una escuela para niños pobres; en principio, ella misma se
ocuparía de la financiación. Y a Reims se fue Adrián Nyel, en marzo de 1679,
para promover la fundación de la escuela que su protectora ruanesa financiaría.
Como el mismo De
La Salle
comentaría más tarde en un escrito personal, su primer encuentro con Nyel
constituyó el definitivo golpe de gracia de la Providencia para que
el canónigo remense se introdujera definitivamente en el mundo de las escuelas:
“Fueron esas dos circunstancias, a saber, el encuentro con el Señor Nyel y la
propuesta que me hizo esta señora [Dubois], por las que comencé a cuidar de las
escuelas de niños. Antes, yo no había, en absoluto, pensado en ello; si bien,
no es que nadie me hubiera propuesto el proyecto”. Porque el contacto con
Roland y su círculo apostólico le había abierto un horizonte novedoso: el de
las escuelas para pobres; pero no es menos cierto que hasta la llegada de Nyel
tal proyecto no había terminado de cuajar en el interior de De La Salle : “Algunos amigos del Señor
Roland habían intentado sugerírmelo, pero la idea no arraigó en mi espíritu y
jamás hubiera pensado en realizarla”.
Nyel, que era
imaginativo, emprendedor, de relación fácil y tenía amplia experiencia en el
campo de las escuelas[1],
y De La Salle ,
honrado y coherente por demás, con exigentes inquietudes espirituales y
aprendiz perspicaz a partir de las dificultades con que se estaba topando en el
papeleo oficial para el reconocimiento de las Hermanas de Roland, formaron un
tándem muy eficaz, de manera que enseguida se dieron cuenta de que el mejor
camino para llevar adelante la fundación era el de las escuelas de caridad.
Concretaron, con ayuda de los consejos de algunos conocidos del canónigo, las
parroquias a cuyas puertas era más conveniente llamar[2],
arreglaron distintas cuestiones financieras que iban surgiendo y en menos de un
año habían puesto en marcha tres escuelas de caridad en otras tantas parroquias
de Reims.
Se puede pensar,
con toda legitimidad, que gran parte de las decisiones sobre escuelas y
maestros que adoptó De La Salle
durante aquellos dos o tres primeros años le fueron directa o indirectamente
sugeridas por Nyel. En esta etapa inicial, nuestro canónigo se limitaría a su
papel de protector de las escuelas para pobres, favoreciendo contactos y
velando por la economía y la moral, mientras Nyel se encargaba de echar
materialmente a andar las escuelas, tratando, probablemente, de repetir en
Reims su modelo de comunidad de maestros de Ruan, que tan buenos servicios
estaba allí prestando. En Reims no tenían como marco el Hospicio General pero,
de momento, buscando alguna vivienda amplia se podían intentar algunas
actuaciones. En consecuencia, se alquilará una casa, se agrupará en ella a los
maestros, se asegurará por distintos medios su manutención, se estructurará un
poco su vida profesional y de oración, se garantizará su seriedad profesional y
el proyecto de escuelas para pobres irá haciendo camino.
De esta manera,
además de traspasar al fundador de los lasalianos una parte de su enorme caudal
de sabiduría y experiencia como organizador de escuelas y formador de maestros,
es probable que Nyel actuase también frente a él como conciencia crítica, como
una especie de agente de provocación, de invitación a la ambición apostólica, a
hacer con y por los maestros algo más de lo que en un principio se había
imaginado. Porque si alguien pretendió desviar a De La Salle de su plan inicial en
relación con aquellos primeros maestros, el que mejor podía conseguirlo era,
sin duda, Adrián Nyel: “Yo pensaba —confiesa De La Salle — que la dirección de las escuelas y de los
maestros, que yo iba tomando, sería tan solo una dirección exterior, que no me
comprometería con ellos más que a atender a su sustento y a cuidar de que
desempeñasen su empleo con piedad y aplicación”. Pero, ya se sabe, a la postre
la cosa no resultó tan sencilla...
Hermano
Josean Villalabeitia
[1] Según
Blain, Nyel “había recibido de la naturaleza los talentos adecuados para este
tipo de gestiones. Tenía un carácter vivo y emprendedor; siempre estaba
dispuesto a ser el primero en romper el hielo y a intentar una nueva empresa”.
[2] Siempre
según Blain, pensaron, de entrada, “en los cuatro párrocos más reputados” y
fueron descartando, por diversas razones, a los menos apropiados, hasta quedarse
con el de san Mauricio, el Padre Dorigny, que fue el máximo responsable de la
primera escuela lasaliana. Luego vinieron las otras dos escuelas, la tercera de
ellas, precisamente, en una de las parroquias en un principio rechazadas.
Resulta curioso contemplar las razones que se adujeron para excluir a algunos
párrocos, incluida la libertad con que las críticas se plasman en el texto.
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