También se desplazará a Ruan, donde conoce
en profundidad a Nicolás Barré y su apostolado en las escuelas. De Ruan,
precisamente, del entorno del Padre Barré más en concreto, llegarán a Reims
quienes serían las dos primeras Hermanas del Niño Jesús, sociedad fundada por
Roland para servicio de las escuelas gratuitas para niñas pobres. Estas
discípulas del Padre Barré ayudarán a Roland a lanzar su Instituto y a formar a
las primeras Hermanas del Niño Jesús[1].
Se sabe también que Roland conocía las Remontrances
de Démia, publicadas en 1668. En suma, se puede afirmar, sin exagerar, que en
la persona de Roland confluían las grandes corrientes de la reforma católica
del siglo XVII en Francia, en especial las que, en aquellos tiempos, se
dedicaban, sobre todo en el norte, a la educación y a la evangelización de la
juventud popular[2].
Como consecuencia de estos múltiples
contactos espirituales y apostólicos, se iniciará una segunda conversión en
Roland: ponerse al servicio entusiasta y generoso de los pobres. Así surgirá su
interés por fundar escuelas gratuitas para niñas. Según el propio Roland dejó
escrito, “hay que cambiar de estilo y predicar más apostólicamente; y, como el
pueblo y las grandes personas aprovechan poco de los mejores sermones, estoy
decidido […] a trabajar por establecer las escuelas gratuitas para la
instrucción de las niñas”.
Momento trascendental en esta opción es el
abandono de su casa familiar para irse a vivir a una casa más sencilla. Y es
que se le hacía imprescindible alejarse de su opulento ambiente burgués —con ruidoso escándalo por parte de su
familia y de los dirigentes de la iglesia local— para entregarse de lleno a las niñas pobres. Y
también, para poder acoger en ella a algunos sacerdotes, tal como deseaba, y
convertir así su casa en una especie de seminario de excelencia sacerdotal, al
modelo tridentino, repitiendo experiencias que había tenido oportunidad de conocer
en distintos lugares.
Al mismo tiempo que sus opciones de vida se
materializan, su espíritu apostólico va haciéndose cada día más intenso, hasta
el punto de que sus compañeros canónigos le acusan con insistencia de descuidar
sus deberes en el capítulo catedralicio para dedicarse a la misión. En el
fondo, a Roland estas polémicas le interesaban poco, porque tenía una senda
bien marcada, que le llevaba lejos de los quehaceres e intereses canonicales. Y
es que, según indican sus biógrafos, Nicolás “veía en el avance de la gloria de
Dios el culto principal que debía rendirle”. Tal vez por ello, nuestro canónigo
teologal recordase con frecuencia a sus Hermanas lo siguiente: “En las fatigas
de vuestro empleo no olvidéis nunca que habéis sido llamadas a llevar una vida
apostólica y que es necesario que os impregnéis de su espíritu para cumplir
dignamente vuestras obligaciones”.
Y es que, además de a sus dirigidos
espirituales, nuestro el canónigo teologal había decidido tiempo atrás
dedicarse con intensidad a tres actividades fundamentales: 1. la predicación, en
la catedral, en el ámbito de sus obligaciones como canónigo, y sobre todo en
misiones populares, organizadas por él mismo o por sus amigos, los discípulos
de Vicente de Paúl, en las que él colabora con gusto; 2. la formación de los
sacerdotes que acoge en su propia casa, por periodos variables de tiempo; entre
ellos estará, precisamente, el futuro fundador del seminario diocesano de
Reims; 3. sobre todo, la fundación de escuelas gratuitas para niñas y la
formación de las Hermanas que las atienden, a las que aconsejará de esta
manera: “Cuando se trate de la salvación de las almas no os guardéis nada para
vosotras; ellas nunca os costarán tanto como le costaron a Jesucristo y si no
podéis entregar como Él vuestra sangre, entregad al menos vuestros sudores en
testimonio del amor que tenéis por el divino salvador que tanto ha sufrido por
vosotras. Cumplid los trabajos de Dios con ardor y aceptando siempre esa
especie de paradoja de que Él pueda servirse de un instrumento tan débil como
vosotras para procurar su gloria; aprovisionaos a menudo de espíritu apostólico
para llevar con eficacia la
Palabra de Dios a las almas, tratad más de mover sus
corazones que de contentar a los espíritus, recurrid más a la oración y a los
sufrimientos que a otras argucias”. La fundación y progresivo afianzamiento de
sus Hermanas del Niño Jesús fue, sin duda, la gran pasión apostólica de su
vida.
Nicolás Roland falleció en 1678, pocos días
después de la ordenación sacerdotal de De La Salle , su dirigido espiritual, colega de cabildo
catedralicio y ejecutor testamentario. Fue beatificado por Juan Pablo II en
1994.
Hermano
Josean Villalabeitia
[1]
Oficialmente fundadas en 1671, se sabe que en 1674 eran ya diez y dirigían
cuatro escuelas para niñas en Reims. Contaban con el potente apoyo del
arzobispo remense.
[2] En realidad, parece que Roland comenzó acogiendo en
su casa a huérfanas o niñas abandonadas por sus padres. Solo después de conocer
la obra de Barré, en Ruan, y Démia, en Lyon, se animará a hacer evolucionar su
fundación hacia las escuelas para niñas pobres, con un interés particular por
la formación de las maestras que se ocuparían de ellas, que serán las futuras
Hermanas del Niño Jesús.
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