Centro Social de Promoción Femenina
(CSPF), de Anosibé (Madagascar)
La zona céntrica de Antananarivo,
en teoría de las más nobles de la capital malgache, es, al mismo tiempo,
enormemente engañosa. Paseas por las orillas del lago Anosy, por ejemplo, y
puedes visitar el monumento a los héroes caídos por la patria, caminar de un
ministerio a un museo, o entre instituciones educativas de prestigio... Y
presidiéndolo todo, la destacada mole del hotel “Carlton”, el más lujoso de Madagascar.
Pero, al mismo tiempo, tus amigos
te repiten constantemente que prestes atención a los rateros, las prostitutas
no te dejan en paz con sus propuestas desvergonzadas y los desagradables
efluvios del agua pútrida te amargan el hermoso panorama; a fin de cuentas, el
lago no es, en definitiva, sino una enorme letrina pública. En otro orden de
cosas, también puedes observar los restos calcinados de “Radio Madagascar”, víctima
cruel de los acontecimientos sangrientos de las primeras semanas de 2009, cuyos
perversos efectos aún padece la población con estoicismo, a la espera de que se
hagan realidad las tantas veces frustradas promesas de los políticos.
Pero, sin duda, lo más engañoso
es poder llegar, en apenas unos minutos de paseo, desde el formidable Carlton
hasta los barrios de Anosikely o Anosibé, donde se hacinan millares de
malgaches paupérrimos, que luchan como pueden por sobrevivir a una pobreza que
se vuelve cada vez más agresiva. Y es que, en el centro de Antananarivo, el lujo
más aberrante convive sin rebozo con una miseria que durante los últimos años
ha ido alcanzando cada día a más y más personas. De hecho, las estadísticas más
recientes indican que el 92 por ciento de los malgaches vive con menos de 1,32
euros diarios.
Una comunidad de seglares comprometidos.-
Uno de estos céntricos barrios miserables precisamente, el de Anosibé, es
el escenario de nuestro artículo. En realidad Anosibé podría considerarse como
un terreno ganado al agua, porque se formó desecando parte de la laguna en
cuyas riberas se asienta; solo hubo que echar al agua tierra y más tierra...
Con esta operación aumentó en gran medida la superficie habitable del barrio, y
muchas familias pobres encontraron allí un acomodo que en otras partes de la
ciudad les resultaba del todo imposible. Claro que, junto a las personas,
también otros inquilinos, como los mosquitos o las ratas, se instalaron a sus
anchas en aquel ambiente húmedo e insalubre.
La crítica situación así creada
llamó la atención de un grupo de profesoras y profesores cristianos del
relativamente cercano Colegio de la Sagrada
Familia , dirigido por los Hermanos de La Salle , que venían reuniéndose
desde tiempo atrás para compartir su fe, meditar sobre el Evangelio y orar. A
la vista de la realidad social de Anosibé, impulsados por sus convicciones
religiosas, algunos de estos maestros decidieron dar un paso más y
comprometerse en algún apostolado social. Visitando el barrio y sopesando sus posibilidades
de compromiso, parecía que lo más práctico podría ser dedicarse a la
alfabetización de adultos y, sobre todo, a la de los jóvenes, casi todos muy
pobres y en riesgo de exclusión social. Así las cosas, alquilaron un local y centralizaron
en él sus actividades educativas solidarias. Corría por aquel entonces el año
1994.
El grupo de profesores
comprometidos se fue estructurando más y más, hasta llegar a consagrase como
miembros de la fraternidad laica “Signum Fidei”, ligada a La Salle , y constituir una
comunidad de seglares sólida y comprometida. El entusiasmo era por aquellos
días tan grande que, aprovechando los bajos precios de los solares en Anosibé, el
grupo se planteó incluso la oportunidad de construir entre todos una casa con
varias viviendas, a las que podrían trasladarse las distintas familias de los
profesores involucrados.
Y el terreno para la casa
comunitaria se adquirió, en efecto, aunque el edificio proyectado nunca viera
la luz. Se ve que la
Providencia tenía otros planes para ellos...
Cuando alfabetizar no es suficiente.-
Según van adquiriendo experiencia en el barrio, y conociendo al detalle la
evolución de numerosos casos concretos, nuestros profesores se convencen de que
la alfabetización es importante, por supuesto, y hay que seguir impulsándola;
pero que ella sola no basta. Si no hacen algo más por las personas que vienen a
sus clases la mayoría de ellas jamás podrá sortear, de manera mínimamente aceptable,
el muro de miseria que las aprisiona. Además de enseñarles los rudimentos
escolares, parece, pues, imprescindible completar su formación preparándolos
específicamente para que puedan encontrar un trabajo. Esto supone que, de una
manera que habrá que estudiar con cuidado y adaptándose a las condiciones del
barrio y a las necesidades de la ciudad, tendrán que orientarse hacia la formación
profesional.
Al mismo tiempo, nuestros
profesores se dan cuenta asimismo de otra evidencia: las más afectadas por toda
la problemática de la miseria del barrio, que las lleva con demasiada
frecuencia a situaciones lamentables -prostitución, embarazos juveniles, nula
autoestima, etc.-, son las chicas jóvenes. A ellas conviene dirigir, por tanto,
el grueso de las actuaciones.
Fruto de todo este
discernimiento, que no se lleva a cabo en unos pocos días precisamente, es la
creación del “Centro Social de Promoción Femenina” (CSPF), que nacerá en 1999
sobre el terreno adquirido para la casa de la fraternidad. Un edificio se
levantará efectivamente sobre él, pero sus beneficiarios no serán ya las
familias de los “Signum Fidei”, sino las chicas más pobres del barrio; para
comenzar, una veintena, a la que se irán sumando algunas más cada curso.
Las especialidades que parecen
más apropiadas para impartir de inicio son las relacionadas con las labores típicamente
femeninas de la costura: corte, confección, bordado, tricotado y tintura. Habrá
que intensificar también las clases de alfabetización –que serán complementadas con nociones de
promoción femenina y formación religiosa–, de modo que las alumnas alcancen un
nivel profesional apreciable y hasta pueda solicitarse el reconocimiento
oficial de los estudios. Para ello, resultará asimismo indispensable contratar
a algunos educadores especializados.
Los comienzos son ciertamente impactantes.
Puesto que ahora las chicas tienen que permanecer bastante más tiempo en el CSPF,
aparecen problemas de higiene, piojos, malos olores... que es preciso combatir con
energía; sin demasiada ayuda por parte de las propias interesadas, todo sea
dicho. Las jóvenes que acuden al Centro son todas del barrio; no pocas de ellas
proceden de familias desestructuradas, con padres alcohólicos, madres
prostitutas, delincuentes, pordioseros... Apenas se les puede solicitar ningún
apoyo económico o material porque sería inútil: no tienen nada. La venta de
algunos productos elaborados por las alumnas ayudará un poco; el resto habrá
que buscarlo con ahínco en la solidaridad internacional.
Con el paso del tiempo el CSPF se
normaliza y adquiere un ritmo estable: son tres años de estudios, tras los que
se obtiene un diploma reconocido por el Estado malgache y la Iglesia Católica.
Los primeros resultados son alentadores de verdad, pues las chicas que concluyen
la formación dominan ciertamente su profesión, encuentran empleo sin demasiada
dificultad, o trabajan en sus propias casas para sus vecinos.
Más proyectos.- Tras una década
de trabajo intenso y feliz con las chicas, y casi por casualidad, más proyectos
se unen a la labor benefactora del CSPF de Anosibé. Y es que un grupo de voluntarios,
sin conexión alguna con los “Signum Fidei”, está buscando un lugar para
implantar una escuela de hostelería, dedicada, sobre todo, a niños y niñas de
la calle, sin despreciar otras situaciones juveniles de exclusión social grave.
Para sus propósitos, disponen del apoyo de varias instituciones francesas.
Conocida la experiencia del CSPF
de Anosibé, el acuerdo es rápido. A pesar de que el nuevo proyecto va a depender
de otras instancias, el terreno de los profesores está disponible, sin
condiciones, para el nuevo proyecto. Se construirá en él un nuevo pabellón para
la hostelería, el segundo, que empieza a funcionar en otoño de 2011.
La formación hostelera va a durar
un curso escolar. Los chicos y chicas que acudan a Anosibé serán propuestos por
distintos organismos que se ocupan de los jóvenes en exclusión social de
Antananarivo. La demanda de plazas es fuerte aunque son pocos los jóvenes que
pueden ser admitidos; de otra forma, el aprendizaje se resentiría.
Así las cosas, la hostelería echa
a andar, de modo que son ya cuatro las promociones de cocineros que se han
formado en el Centro.
Algo más tarde, en mayo de 2013, se
inauguraba el tercer y último edificio del CSPF de Anosibé, bastante más
elegante que sus dos hermanos. Se trata de una casa de dos pisos, con locales
para clases y talleres en la planta baja, y unas instalaciones para internado
en el primer piso. En este nuevo inmueble se va a intentar ampliar el abanico
de actividades del CSPF.
Dado que los problemas
financieros son cada día más agobiantes, en la planta baja del nuevo edificio se
han ido implantando algunas actividades formativas con gancho, como la
peluquería o la informática, de modo que atraigan a gente de fuera del barrio dispuesta
a pagar por aprender. De esta manera, los nuevos cursos servirán para financiar
las actividades clásicas del CSPF, que seguirán su curso habitual en el primitivo
edificio. Así se compaginará el indudable servicio social que ofrecerán las
nuevas actividades con la ayuda económica a la juventud pobre del barrio.
El segundo piso, por su parte, está
destinado a residencia de chicas universitarias procedentes de fuera de la
capital, un servicio muy necesario que no está bien resuelto en Antananarivo.
Al mismo tiempo, el salón principal de la casa se puede alquilar para eventos particulares
como fiestas, bodas u otras celebraciones. Aunque han tenido dificultades para
completar el instrumental, mobiliario y otras cuestiones de la nueva casa, poco
a poco los distintos planes van cobrando realidad.
Los productos chinos y otros problemas.-
Sin lugar a dudas, el CSPF viene prestando a Anosibé –y a todo Madagascar– un excelente servicio, que tiene el mérito de
estar sustentado en las inquietudes religiosas y sociales de unas cuantas
personas particulares, que no han escatimado tiempo, dinero ni preocupaciones
para hacer realidad sus sueños.
Con todo, si al principio las
chicas encontraban trabajo sin demasiada dificultad al completar su formación,
los últimos tiempos han traído ciertas complicaciones en este asunto. Y es que
cada día es más difícil colocarse; el mercado está saturado y, tras las
primeras decepciones, no es fácil que costureras y cocineros sigan, a pesar de
todo, insistiendo cada día en su empeño, sin que su entusiasmo desfallezca.
Pero no hay otro camino...
El último problema han sido las
tiendas de los chinos, que ofrecen toda clase de productos, en presentaciones
muy atractivas para los malgaches, a unos precios que no admiten competencia.
Como consecuencia, aquellos productos que durante los primeros años del CSPF casi
se los quitaban de las manos, ahora se quedan largo tiempo en las vitrinas, y
por más exposiciones que se organicen, nadie los quiere. Todo es mucho más
variado y barato en los almacenes chinos...
No queda más remedio que echarle
imaginación y coraje. Con todo, tras nuestra iluminadora charla con la señora
Liva Rahelimampianina, activa en el CSPF desde su fundación y actual directora
del mismo, y con alguna de sus compañeras, estamos convencidos de que sabrán
afrontar estos nuevos retos con responsabilidad y audacia. En caso de tener
éxito, los mayores beneficiarios serán, sin duda, los jóvenes malgaches más
pobres.
Josean
Villalabeitia
(publicado en la revista 'Mundo negro', septiembre 2015)
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