lunes, 9 de febrero de 2015

La inspiración viene de Ruan

Precursores de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (14)

Hemos comentado ya cómo el Padre Barré promovió dos interesantes redes de escuelas para niñas, una en Ruan y la otra en París, y sendas instituciones de maestras cristianas para animar dichas redes, con sus respectivos seminarios de formación. Todos estas obras fueron muy originales y de mucho éxito.

Pero, ¿cuál es la conexión entre De La Salle y Barré, habida cuenta de la respetable distancia geográfica que existía entre sus mundos  —sobre todo en aquellas fechas de transportes complicados—, y que gran parte de la historia de las fundaciones de Barré tiene lugar cuando De La Salle era aún muy joven? La respuesta es, sin duda, Nicolás Roland, director espiritual de De La Salle en sus últimos años de seminario y, al mismo tiempo, conocido y entusiasta imitador de Barré. Y también seguramente, aunque de forma distinta, Adrián Nyel.

Y es que, en efecto, al poco de ser ordenado sacerdote, en pleno proceso de conversión interior, Roland acudió a Ruan en busca de los consejos espirituales de un sacerdote que, a su vez, colaboraba con Barré: el Padre Antonio De La Haye. Nos hallamos en 1666, justo cuando las primeras escuelitas del Padre Barré están echando a andar por aquellas comarcas normandas. Cuatro años más tarde, siendo ya un respetable canónigo y  prestigioso predicador en Reims, Nicolás Roland es invitado por su director espiritual De La Haye a predicar un retiro en Ruan. Para aquellas fechas Roland ha leído ya las Remontrances de Démia y, apreciando en directo lo que estaba sucediendo en Ruan con las escuelas del Padre Barré, acabó convenciéndose, con impetuoso entusiasmo, de que aquel de las escuelas para pobres era también el camino apostólico y espiritual que Dios le proponía. Para iniciarlo, llegó incluso a un acuerdo con el Mínimo para que enviase a Reims a un par de Hermanas de la Providencia, de modo que pudieran enseñar a las futuras maestras de Roland los rudimentos de la vida en común[1]. De esta manera, la obra apostólica de Roland tomó una dirección precisa, pues hasta entonces el canónigo se había limitado simplemente a acoger y socorrer, sin ninguna estructuración concreta, a algunas niñas huérfanas o abandonadas. Tras la muerte de Roland, ocho años más tarde, a De La Salle le tocaría como herencia oficializar la institución de maestras fundada por Roland, que llevaba la impronta indudable de Nicolás Barré.


Una segunda conexión, en la misma línea, complementaria de la anterior sin duda, le llega a De La Salle a través de la figura de Adrián Nyel, que vivía en Ruan, se dedicaba a las escuelas y tenía alto aprecio por la obra del Padre Barré en la capital normanda. Además, en la carta que Nyel trae para el canónigo De La Salle de parte de la viuda Maillefer, su pariente lejana, hay también referencias implícitas a Barré. Y es que, casualmente, esta señora había ya colaborado con Barré en la fundación de una escuela para niñas en Darnétal, cerca de Ruan, y parecer ser que se había comprometido con Roland a hacer lo mismo en Reims, ciudad natal de ambos, aunque apostando esta vez en favor de los chicos. Con Roland ya enterrado, De La Salle aceptó ese reto y se puso a las órdenes de Nyel para organizar en 1679 la que a la postre sería la primera escuela lasaliana de la historia, con evidentes resonancias barresianas y ruanesas.

Con Juan Bautista De La Salle metido de lleno, junto a Nyel, en la labor de fundar escuelas y formar a maestros, habiéndose quedado, por el fallecimiento de Roland, sin director espiritual que lo guiara, y enfrentado a decisiones muy complejas, que requerían probada experiencia espiritual y convicciones evangélicas muy profundas, nuestro joven canónigo decide acudir al Padre Barré para que le ilumine en el oscuro camino. La opción de consultar a Barré se abriría paso hacia el joven Juan Bautista por cualquiera de los caminos que hemos indicado más arriba, quizás por varios de ellos a la vez, o incluso por el prestigio que como director espiritual y promotor de escuelas había ya adquirido el Mínimo, sin duda, para aquellas fechas.

Sea como fuere, el encuentro entre ambas personalidades se produce en 1680. Será, sin duda, el primero, y probablemente también el último. Porque si, hasta la muerte del Padre Barré, con seguridad, el contacto entre ellos debió de ser bastante estrecho, lo más probable es que se llevara materialmente a cabo a través de cartas, aunque de tal presunta correspondencia no haya quedado constancia ninguna. Pudo haber, quizás, un nuevo encuentro en 1682, aunque no es demasiado probable; porque París quedaba entonces a ¡tres días! de viaje de Reims, y no estaban las cosas en la ciudad del champán como para dejarlas demasiado tiempo a su aire. Por otra parte, para cuando los Hermanos llegaron a París, el Mínimo llevaba muerto casi dos años.

Hermano Josean Villalabeitia





[1] Este proceder de ‘prestar’ algunas maestras, con experiencia en escuela y comunidad, para que ayudasen a constituir comunidades de maestras en otros lugares fue común entre las discípulas de Barré. Así, dos marcharon a Reims en 1670 para iniciar en la vida comunitaria a las Hermanas de Roland; más tarde, en 1684, una de ellas marcharía a su vez a Lisieux, con el mismo cometido en la fundación de Jeanne Jouen; y, al año siguiente, una Hermana de san Mauro era enviada a Lyon para iniciar en la vida común a las maestras de Démia. Refiriéndose a este asunto, el Hermano Michel Sauvage ha dejado escrito que “más que rodearse de discípulos, el Padre Barré creó ‘fundadoras’”.

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