El verdadero protagonista en Parmenia no fue otro
que el Espíritu, con dos colaboradores directos: una pastora de la región,
analfabeta y santa, metida a propulsora de obras imposibles –Sor Luisa la
llamaban–, y unos pobres Hermanos en apuros, huérfanos de casi todo, que se
atrevieron a escribir a su Fundador en unos términos que mezclaban con astucia
las muestras de cariño y aceptación más explícitas, con la exigencia estricta,
y hasta temeraria, del cumplimiento de los deberes a los que el Santo se había
comprometido.
Para los interesados, el texto de la carta, presentado de manera atractiva, está AQUÍ.
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