lunes, 19 de septiembre de 2016

La Salle: Solidaridad que salta fronteras

Desde los primeros momentos de su fundación los Hermanos de La Salle han pensado en los pobres.
En realidad, los pobres son el origen primordial de la aventura lasaliana, que encuentra en la escuela cristiana el mejor instrumento para sacarlos de la marginación e introducirlos en la sociedad y en la Iglesia como lo que son: ciudadanos a carta cabal e hijos amados de Dios. Más aún: según el Evangelio, los pobres son los preferidos de Dios.
En la escuela cristiana se prepararán para el trabajo, espléndida puerta de entrada a la vida plena en sociedad, aprenderán rudimentos de cortesía para no desentonar cuando se hallen entre gentes de otro nivel social y se formarán como cristianos que conocen bien su fe y los compromisos prácticos que comporta, hacia la Iglesia y hacia sus semejantes.
Y todo esto, pensado, animado, desarrollado... desde una comunidad. Porque un lasaliano solitario, aislado, no tiene sentido, como tampoco lo tendría un lasaliano al que no le importase la educación de los niños y los jóvenes, que no se sintiera interpelado e impulsado a hacer algo en favor de los pobres, o que planteara la misión lasaliana, en la escuela o fuera de ella, desligada del interés pastoral y de cualquier preocupación evangelizadora.
Hermanos de las Escuelas Cristianas, ¡eso es! El nombre lo dice casi todo...
               Tempranas inquietudes misioneras.- Cuenta la historia que, cuando Juan Bautista De La Salle todavía vivía, los lasalianos decidieron ya salir de Francia para abrir una escuela en Roma, que por aquella época era la cabeza de los Estados Pontificios, con el Papa como responsable supremo a la cabeza. En la capital transalpina pretendían desarrollar sus planteamientos pedagógicos y evangelizadores, al tiempo que anunciaban a todo el mundo la fidelidad que los Hermanos de las Escuelas Cristianas guardaban al obispo de Roma, en un momento en que no pocos jerarcas eclesiásticos galos preferían apostar por una Iglesia auténticamente francesa, desligada de la cátedra de San Pedro, cuyo comportamiento en relación con los franceses no parecía convencerles del todo.
Y a Roma se fue en 1702 el bueno de Gabriel Drolin, un Hermano profundamente fiel a De La Salle y sus Hermanos a pesar de los malos momentos que de vez en cuando le tocó soportar.
Por esas mismas fechas llegó incluso a existir un plan para fundar centros lasalianos en Canadá, colonia gala que en aquellos momentos lucía el significativo nombre de "Nueva Francia". A última hora el proyecto se frustró, pero la intención era muy seria. Pero si falló no fue por falta de ganas o generosidad por parte de aquellos primeros Hermanos, y es que salir de las fronteras de su tierra natal no producía ningún miedo en los primeros lasalianos cuando de atender a los pobres en sus escuelas se trataba.
               La gran expansión.- Sin embargo, la gran explosión misionera del Instituto de los Hermanos tendrá lugar mediado el siglo XIX, aun cuando para esas fechas hubiesen ya fundado fuera de Francia, en países como Bélgica o Suiza, e incluso en colonias francesas lejanas como Martinica, Guyana o la isla de La Reunión. Además, en 1837 se había hecho, por fin, realidad el viejo sueño de fundar en Canadá, y poco más tarde La Salle entrará también en Estados Unidos.
Pero habrá que esperar hasta las inmediaciones de 1850 para asistir al inicio de un proceso que continuará sin descanso casi hasta finales del siglo XX, con fundaciones que a menudo tienen lugar al ritmo de un país nuevo por año y otras veces de forma algo menos intensa, aunque sin disminuir en ningún momento el entusiasmo misionero.
Niños y jóvenes necesitados de los cuatro puntos cardinales convocan con fuerza a la aventura misionera lasaliana: África  -Egipto (1847), Argelia (1853), Túnez (1854)...-, América  -Ecuador (1863), Colombia (1874), Chile (1877)...-, Asia  -Turquía (1841), Malasia (1852), Singapur (1852)...-, Europa  -Alemania (1850), Inglaterra (1855), Grecia (1858)...- La Salle responde siempre con generosidad y audacia.
               Precoces frutos de santidad.- Curiosamente, dos alumnos de las primeras escuelas que los lasalianos fundaron en tierras lejanas se hallan hoy en los altares oficiales de la Iglesia: el santo Hermano Miguel Febres, que de niño estrenó la primera escuela de los Hermanos en Ecuador, inaugurada en Cuenca en 1863, y el beato Hermano Rafael Luis Rafiringa, alumno asimismo de la promoción inaugural de la primera escuela que los Hermanos abrieron en Madagascar, en 1866.
Estas entrañables figuras lasalianas, hoy universales, están proclamando, casi sin pretenderlo, la extraordinaria fecundidad de la vida y el compromiso apostólico de aquellos primeros Hermanos misioneros.
               Momentos favorables.- Más adelante, dos periodos históricos en particular van a ser especialmente propicios a la expansión misionera del Instituto lasaliano. Por un lado, los años inmediatamente posteriores a 1904, fatídica fecha en que los religiosos son expulsados de las escuelas francesas y tienen que buscar, con imaginación, nuevas formas de desarrollar su misión educativa y evangelizadora.
Una de las vías elegidas será salir de su tierra. Aguardarán a veces cerca de las fronteras a la espera de nuevos acontecimientos. Pero en otras ocasiones marcharán a países lejanos para echar una mano a los compañeros que bregan por aquellas tierras desde hace algún tiempo, o, sencillamente, a crear de la nada un nuevo plantel misionero, con contagioso entusiasmo apostólico y plena confianza en la Providencia divina.
Gracias al compromiso de estos Hermanos franceses, proscritos de las escuelas de su tierra natal a comienzos del siglo XX, pudieron ver la luz Distritos lasalianos hoy tan florecientes como México, Brasil o Australia, por ejemplo.
               Bajo el impulso colonial.- Los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, que afectó muy negativamente a la labor lasaliana en los países directamente implicados en la contienda, significaron en escuelas y casas de formación de La Salle, sobre todo en Europa, la recuperación de la tan añorada normalidad perdida.
Olvidados los sobresaltos bélicos y con la vida ya normalizada, resurge el antiguo entusiasmo misionero que, a decir verdad, nunca se había apagado del todo. Es el segundo gran momento misionero de los lasalianos.
Una evidencia incontestable de la pujanza de su compromiso en tierras lejanas son los datos. Así, entre 1946 y 1968 el Instituto lasaliano inicia su andadura en 25 nuevos territorios, ninguno de ellos europeo o norteamericano. Hoy en día casi todos son ya países independientes, pero en la época a la que nos referimos la mayoría eran colonias dependientes de países del norte  -12 africanos, 8 de Asia u Oceanía y 5 de América Latina-  que bullían en ansias de liberación.

En muchos de ellos a los Hermanos les atrapará la oleada independizadora de los años sesenta del siglo XX, que supondrá un hito decisivo en el devenir de aquellos países y marcará su historia de manera definitiva, con los lasalianos formando parte inseparable de ella.
               Misioneros como todos.- Los misioneros lasalianos se parecen a tantos creyentes, religiosos o seglares, que, impulsados por una llamada interior, que ellos atribuyen al Espíritu, han decidido salir de las fronteras de su tierra originaria para extender el Reino de Dios allende los mares.
Con todos ellos, los de La Salle han debido resolver, con paciencia, los complicados retos de una adaptación a costumbres y culturas casi siempre muy distintas de las propias. Al mismo tiempo, se han tenido que enfrentar a la no menos sencilla tarea de inculturar la fe cristiana y el Evangelio en las condiciones peculiares de los pueblos que decidieron convertir en sus nuevos amigos.
               Misioneros lasalianos.- Pero si los misioneros lasalianos comparten con los demás esas tareas y condiciones propias de la misión lejos de la cultura que uno ha mamado, lucen asimismo características propias que los diferencian de otros proyectos misioneros, también necesarios y hasta admirables. Porque los lasalianos pretenden ser fieles al carisma de La Salle, a los criterios y maneras de actuar de su tradición, a la historia y la espiritualidad lasalianas.
Así las cosas, los lasalianos llevan a las misiones lo que ha sido su estandarte permanente a lo largo de los siglos: la escuela cristiana; la preocupación por una educación integral de niños y jóvenes; la catequesis y pastoral creativas, desarrolladas con seriedad y exigencia; el interés prioritario por todos los pobres y necesitados, los eternos marginados, y en particular por los analfabetos y alejados de la educación; una manera de animar la misión profundamente comunitaria y en red, compartiendo ideales y horizontes con muchas otras personas que desarrollan la misión lasaliana en distintos puntos del planeta, a menudo de formas concretas muy diferentes entre sí.
Las misiones de La Salle tienen, ciertamente, su peculiaridad característica, que las conecta estrechamente con los planteamientos y las aspiraciones de los lasalianos de los cuatro puntos cardinales. La Salle es una amplia red educativa y misionera, que se extiende por todos los rincones del mundo.
               Los últimos tiempos.- La misión lasaliana en nuestra época, fruto fecundo del camino esbozado en los párrafos anteriores, ha adquirido unas dimensiones y unos rasgos concretos que es interesante destacar:
·       Personal autóctono.- Si en los primeros tiempos, los protagonistas exclusivos de la acción misionera eran fundamentalmente Hermanos que marchaban lejos de su tierra natal para evangelizar aquellos pueblos lejanos, hoy La Salle se ha vuelto nativa en casi todos los lugares. La figura del misionero extranjero, a menudo de edad y con largos años de presencia en el país, es todavía visible en algunas naciones, pero, por lo general, tanto los Hermanos como los seglares lasalianos, incluyendo aquí sus autoridades, son hoy hijos del propio país, nativos que han optado por la vocación lasaliana y la inculturan cada día a los ámbitos en los que actúan. La Salle habla hoy infinidad de lenguas, se siente a gusto en múltiples climas y colores de piel, alaba a Dios desde el corazón de gentes de todas las latitudes de la Tierra.
·       Solidaridad.- Es un valor permanente en el baúl de herramientas de los lasalianos. Pero, en la actualidad, la solidaridad lasaliana salta fronteras y se hace cada día más rabiosamente internacional. Solidaridad que significa personas que se mueven para comprometerse a fondo donde quiera que se necesite su aportación. Solidaridad que supone planteamientos, horizontes, modelos, objetivos... que pasan de un lugar a otro para mejor servir y educar a los pobres. Solidaridad que conlleva financiación, fondos con los que acudir en ayuda de los lasalianos que tiene retos urgentes y pocos medios para responder como La Salle debe hacerlo. Solidaridad que se vuelve oración ante el Dios de los pobres para que se les haga cercano y, en clave lasaliana, toque los corazones de quienes pueden hacer algo por ayudarlos.

·       ONG.- Organizadas las cosas funcionan mejor. Por ello, los lasalianos hemos estructurado organismos de todo tipo que nos permitan estar en contacto con nuestros Hermanos en dificultad.
Otra manera de hacer realidad, en definitiva, ese lema que nos ha impulsado a los lasalianos de la Arlep a lo largo del curso que ahora concluye. Y es que, desde el punto de vista lasaliano, todo lo anterior, sencillamente, es justo y necesario.
                                                                                                                                    
                                                                                                                                                    Josean Villalabeitia

 Si deseas leer el artículo en la misma presentación en que fue publicado en papel pinchar AQUÍ.


Número de países
en los que hay obras lasalianas
África
21
América
23
Asia
15
Australia/Oceanía
3
Europa
18
TOTAL
80





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