domingo, 19 de mayo de 2013

César y Alfredo: dos vidas, un camino


"Un hombre es siempre más alto 
que la montaña que escala" 
(Sabiduría africana)

Nos sucede a veces que  cuando organizamos la pastoral de vocaciones, tenemos  que pensar en estrategias muy elaboradas y sorprendentes para que los jóvenes se interesen mínimamente por el tema.  Ocurre  que tenemos ejemplos vivos muy cercanos y somos incapaces de verlos  para proponérselos a los jóvenes. Las cosas sencillas pueden, a la larga, resultar más interesantes.

Las últimas semanas han llegado a mis manos las biografías de dos Hermanos que muchos hemos conocido y tratado. Se trata  del Hermano Alfredo Rojo y del Hermano César Pan. Alfredo falleció hace ya más de tres años, pero por razones diversas su biografía no pudo salir antes. Sin embargo César falleció más recientemente y su hermano Servando, por iniciativa propia, ha sacado una pequeña biografía.

Yo he leído con mucho interés ambas biografías y se me ha ocurrido hacer una pequeña reflexión  sobre estos dos Hermanos que  conocí y aprecié.  Me gustaría compartirla con vosotros.

Lo que más llama mi atención es la manera como ambos han vivido su vocación de HERMANOS. Los dos la han vivido intensamente, cada uno a su manera. África ha sido el medio en el que  han vivido su vocación. Se dieron totalmente a  la misión sin importarles la salud, las comodidades y otras cosas  que consideramos esenciales. Ser HERMANO en África y su dedicación a sus gentes se convirtió en una pasión; vino a ser como la perla o el tesoro del  que nos habla el Evangelio. Sin duda que tanto César como Alfredo hubieran podido hacer grandes servicios al Instituto quedándose cerca de sus familias, en su tierra, sin arriesgar la salud. Nadie se lo hubiera reprochado. Ambos manifestaron que en caso de muerte, querían quedarse en África. Tales ejemplos, tan cercanos, nos interpelan con fuerza y hacen reflexionar, incluso a los que no comparten  dichas decisiones.

Cada uno de ellos tuvo una infancia  diferente. César, por desgracia, se quedó huérfano desde niño. Como Abraham, dejó su pueblo y se fue hacia Cambrils, muy lejos de su tierra. Sin duda que su hermano Servando y su "ángel custodio", el Hermano Marcos Alonso, hicieron  que la separación fuera menos dura. Por el contrario, Alfredo nace en una ciudad, Palencia, va desde pequeño al colegio de La Salle, cerca de su familia. Cuando se va para ser Hermano entra en Bujedo, no lejos de la familia.

Sus circunstancias iniciales fueron bien diferentes, lo mismo que su carácter, pero ambos emprendieron un mismo camino: SER HERMANOS.

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Nos cuentan de Alfredo que desde jovencito ya era bastante crítico con el sistema. Cuando algo le chocaba lo manifestaba claramente. Podemos decir que era un poco rebelde. En aquellas épocas era motivo para que fuera considerado "poco serio". Eso mismo le acarreó problemas a la hora de los capítulos de votos y le cayeron algunas "judías negras". Como el miraba hacia el horizonte, no le daba demasiada importancia a esas cosas.

Hermano Alfredo Rojo
A Alfredo le encantaba todo tipo de música. También le gustaba cantar, leer, investigar, curiosear, divertirse, vivir la vida... Hacía partícipes a los demás  de su energía vital. Esto mismo le llevó a estudiar Ciencias y a disfrutar estudiando y enseñando.

Cuando  se fue a Guinea Ecuatorial, su entusiasmo, su  espontaneidad y su espíritu crítico hacia lo que  consideraba injusto o poco coherente hizo que lo compartiera abiertamente con sus alumnos y que les hiciera tomar conciencia de las realidades que vivían. Todas estas circunstancias hicieron que Alfredo tuviera que salir "por piernas" de este país, pues había gente que pensaba que podría resultar peligroso para la juventud.

Alfredo tenía una relación sincera y directa con los que le rodeaban, en particular con los alumnos. Se interesaba por ellos, su vida, sus problemas, su futuro...  Echaba una mano a los que más problemas tenían y a veces hasta les ayudaba económicamente de manera discreta. Estimulaba el espíritu crítico y la responsabilidad de sus alumnos, lo mismo que la originalidad y la creatividad.

En comunidad ponía siempre buen ambiente  con  un poco de "sal y pimienta". Tenía muchas ocurrencias que hacían reír y que a veces chocaban. Sabía "meterse" con algunos Hermanos yendo a los puntos "flacos" y algunos de ellos no dejaban de entrar al trapo. No creo que nadie se sintiera ni ofendido ni molesto con sus bromas.

La muerte de Alfredo fue una sorpresa para todos. Un año antes  tuvo un aviso, pero no se lo tomó muy en serio. Pensaba que lo superaría como la vez anterior. Con todo, él sintió de alguna manera que su final no estaba lejos, sobre todo cuando veía que no recobraba las fuerzas. La muerte le sorprendió en camino, a 150 kilómetros de Lomé.

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César tenía un carácter muy diferente de Alfredo. Serio, tranquilo, respetuoso, discreto, a veces casi pasaba desapercibido. En momentos de tensión  ponía calma y muchas veces  prefería sufrir antes que ser causa de problemas en comunidad. Se tomaba la vida como algo que es duro, que hay que luchar y que hay que  renunciar a muchas cosas. Todo esto con la mayor naturalidad del mundo. Era muy austero en la comida, en el vestido en el estilo de vida. Mientras hubiera gente que sufriera y lo pasara mal, él consideraba que no tenía derecho a "ciertos lujos" como la buena comida, el descanso, o las comodidades... Esta actitud le llevaba a estar muy cercano de las personas que lo pasaban mal, los enfermos, los ancianos, los niños sin escuela, los jóvenes en paro, los campesinos... Es fácil  comprender que César quisiera quedarse en África. Ni la enfermedad muy grave que sufría, ni los consejos  de los amigos y superiores conseguían convencerlo de que se tenía que quedar en España.
Hermano César Pan

Su mayor alegría fue cuando pudo regresar a Akwaba, con los niños de la calle marfileños. Esta pasión por África y sus gentes hizo que una enfermedad que le hubiera matado en poco tiempo, le diera una tregua de vida de nueve años.

A César también  le gustaban las ciencias y era muy buen profesor. Los alumnos  disfrutaban con sus clases y les transmitía las ganas de saber y el amor por la naturaleza. Por todos los sitios que pasó plantó todo tipo de árboles y donde pudo impulsó la piscicultura. Quería que la gente tuviera para comer, para vender y para  pagar la escolaridad de los hijos.

En su última etapa, cuando la enfermedad ya pudo más que él, siguió siendo un ejemplo para todos los que le rodeaban.

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Tanto Alfredo como César nos han dejado un magnífico testimonio de lo que es SER HERMANOS HOY. Cada uno lo vivió a su manera y de forma original. Sus vidas nos animan a seguir  en nuestro camino, a darnos sin miedo, a estar siempre dispuestos  para servir a Dios en los más necesitados, los jóvenes y los niños. Incluso a dejar nuestras seguridades, a remar mar adentro, a correr ciertos riesgos, a no tener miedo de ponernos en las manos de Dios, a trabajar en su viña sin preocuparnos del salario que  recibiremos.

"Derrama amor por dondequiera que vayas. 
No permitas que quien llegue hasta ti se vaya sin ser más feliz" (Madre Teresa de Calcuta)
                                                                                                                                             Hermano Felipe García

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