jueves, 10 de septiembre de 2009

Roma para lasalianos


Vivimos en la era de los vuelos baratos y, para los amantes de las ruinas, el arte, el buen clima y la gastronomía asequible Roma es, con razón, uno de los destinos preferidos. Por ello, no resulta nada raro coincidir en los andenes del metro romano, o en las múltiples colas de la Ciudad Eterna, con grupos de personas que se expresan en castellano. Entre tanta y tan variada gente, nunca faltan amigos de La Salle, procedentes de este lado del Atlántico o del otro. Pues bien: a ellos precisamente van dirigidas estas líneas.

Porque la historia lasaliana ha señalado en Roma algunos sitios de interés, por distintos motivos, que tienen el valor añadido de estar situados en barrios muy típicos y, al mismo tiempo, no demasiado concurridos por los turistas. De hecho, la experiencia indica que, con la excusa de ir a conocer éste o aquél punto de interés lasaliano, el visitante agradece la ocasión de pasear con tranquilidad por esos lugares que de otra manera, quizás, nunca habría conocido.

Por no alargarnos demasiado y centrarnos únicamente en los más antiguos, nos limitaremos a seis parajes interesantes para la tradición lasaliana. Pero antes de ir con ellos, conozcamos un poco al protagonista principal de aquellas historias.

El Hermano Gabriel Drolin
El interés lasaliano de los cuatro primeros lugares que propondremos está íntimamente asociado a la peripecia vital del Hermano Gabriel Drolin, que en 1702 fue enviado por San Juan Bautista De La Salle a Roma para garantizar al Papa, de primera mano, la sumisión total del recién nacido Instituto a la Santa Sede. Eran tiempos en que los jansenistas, contrarios a la autoridad papal, tenían mucha fuerza en tierras galas y, por si acaso, al Santo Fundador le pareció conveniente dejar muy claro desde el principio en qué bando se hallaban los Hermanos.

El caso es que el Hermano Gabriel quedó solo en Roma hasta 1726, veinticuatro largos años en los que hubo de todo: se tonsuró como los sacerdotes a pesar de ser un laico, cambió su hábito por una sotana clerical, recibió el subdiaconado, tuvo contactos con nobles y parroquias que le ofrecieron algunos trabajos relacionados con la educación y la catequesis, etc. A causa de algunos de estos asuntos, que se desviaban de la tradición lasaliana, el Señor de La Salle fue a veces muy duro con él en sus cartas, aunque en otras se expresa como un auténtico padre, tierno, cariñoso y cercano para con su querido hijo lejano.

Y ahora sí que podemos ya proponer las primeras sugerencias de visita, directamente asociadas a la aventura del Hermano Gabriel:

La iglesia de San Lorenzo in Lucina (Via In Lucina, 16/A, hacia mitad de la Via del Corso). Parece que el Hermano Gabriel desarrolló su primer apostolado en Roma, a partir de 1704, como catequista de esta parroquia. El lugar en que se levanta la iglesia nos retrotrae a los tiempos de los primeros cristianos ya que el edificio fue construido en el siglo XII sobre el mismo solar en que se hallaba la casa de una conocida matrona romana llamada Lucina, aunque el templo que nosotros visitaremos es una amplia remodelación del siglo XVII. En su interior podemos admirar la parrilla sobre la que, según la tradición, San Lorenzo sufriera el martirio. Además, el edificio acoge obras de autores tan de destacar como Bernini (la capilla Fonseca), Rainaldi (altar y capilla del Santísimo Sacramento) o Sardi (baptisterio).

Las “Ocho Esquinas” (Largo dei Lombardi, en la misma Via del Corso). Hace tres siglos, a la sombra de la inmensa iglesia de San Carlo al Corso, se recortaba aquí una sencilla placita, que atravesaba una calle. Se formaban así ocho esquinas, redondeadas de una manera peculiar, que daban nombre al lugar: otto cantoni, ocho esquinas. Los diversos arreglos urbanísticos posteriores han borrado casi por completo toda traza de ellas. Sin embargo, en uno de los ángulos, donde se halla hoy en día el restaurante-pizzeria “La Capricciosa”, quedan aún como muestra –muy restauradas– dos de estas esquinas redondeadas. Pues bien: a partir de 1705 el Hermano Drolin vivió probablemente en una habitación que daba a estas dos esquinas supervivientes; allí recibía a algunos niños y jóvenes para darles clase, de forma particular y sin recibir ninguna retribución fija; sobrevivía, pues, gracias a la generosidad –o a la limosna– de las familias de sus alumnos y otros amigos. Es verdad que actuaba de maestro y catequista, pero no como se estilaba en el Instituto, ya que trabajaba solo e impartía la catequesis en una iglesia, y no en clase, como sus Hermanos de Francia.

Un paseo por la Via del Corso es algo que uno no debe perderse cuando viene a Roma. Esta calle une la Piazza di Venezia con la Piazza del Popolo, muy destacadas ambas en el plano de la ciudad e interesantes por múltiples motivos. La Via del Corso, que en su mitad, más o menos, es peatonal, está llena de tiendas, iglesias museos… A ella confluyen calles tan importantes como la Via dei Condotti, famosa por su tiendas de moda. Desde la Via del Corso es muy fácil acceder a puntos tan conocidos de Roma como la Piazza di Spagna o la Fontana di Trevi.

No lejos de estos dos últimos destinos se hallan otros tres puntos notables para la historia lasaliana:

Via della Purificazione (comienza en la Piazza Barberini). A finales del siglo XVII existía en el número 84 de esta calle una escuela del Papa, que probablemente fue encomendada al Hermano Gabriel en 1709, después de permanecer tres cursos cerrada. Hoy en día resulta difícil precisar en qué punto concreto se hallaba tal escuela.

Via dei Cappuccini (perpendicular a la anterior, desemboca en la Via Vittorio Veneto). El Hermano Gabriel encontró una habitación muy cerquita de su escuela, en el número 441 de esta calle. En 2002, coincidiendo con la celebración del tercer centenario de la llegada del Hermano Gabriel a Roma, en la fachada de la que fue su casa se colocó una placa que recuerda el hecho y facilita su localización.

Via Sistina (entre la Piazza Barberini y la Piazza Trinità dei Monti). En el número 60 de esta calle nació en 1756 el primer gran colegio lasaliano de Roma. Los Hermanos y las visitas entraban por el punto señalado, mientras que los alumnos usaban la famosa puerta de la “Casa de los Monstruos”, así conocida por su peculiar decoración, que se halla en el número 30 de la Via Gregoriana, calle paralela-convergente a la Via Sistina. Antes de la llegada de los Hermanos dicha puerta daba acceso al Palacio Zuccari, reputado punto de encuentro de artistas y aristócratas; por ella se entra hoy a la Biblioteca Hetziana y al Instituto Max Planck de Historia del Arte, de origen alemán ambos, cuyas obras de acondicionamiento parecen no tener fin.

Estas tres localizaciones se sitúan en una de las zonas más señoriales de Roma, presidida por el gran palacio de los Barberini, convertido hoy en museo. Muy cerca discurre también la famosa Via Vittorio Veneto, conocida tiempo atrás porque los artistas más famosos del cine, la canción o la ópera se dejaban ver con mucha frecuencia por sus múltiples hoteles, restaurantes y bares. Hoy continúa siendo una calle imprescindible para los amantes del lujo y la moda. La Via Sistina es una importante arteria de Roma que, entre bellos edificios y tráfico intenso, nos conduce directamente a la imprescindible Piazza di Spagna.

Un último punto de interés lasaliano se localiza en otra parte destacada de Roma: entre el Castel Sant’Angelo y la Piazza Navona, pegado al río Tíber, no lejos del Vaticano. Cruzar el puente Sant’Angelo, recorrer con tranquilidad la Via dei Coronari, visitar las iglesias de San Luigi dei Francesi, Sant’Ivo alla Sapienza o Sant’Agostino es un placer romano que se puede recomendar sin escrúpulo a cualquiera. En este barrio se encuentra nuestro último lugar de interés.

Piazza di San Salvatore in Lauro. Aquí se levantó en 1793 –y todavía puede verse hoy muy claro el rótulo que preside su entrada: “Adolescentibus egenis instituem”, es decir, “construida para los adolescentes necesitados”– la llamada “Escuela Braschi”, que recibe este nombre del apellido del Papa Pío VI, su impulsor. En esta escuela vivió, a partir de 1795, el Vicario General del Instituto, nombrado personalmente por el Papa para solucionar un serio problema provocado por la Revolución Francesa: se ignoraba la suerte que había podido correr el Superior General del Instituto y pareció conveniente buscarle un sustituto provisional fuera de tierras francesas. Cuando ya en 1804 se solucionaron los problemas en Francia, el Vicario General del Instituto continuó, sin embargo, viviendo en esta casa romana hasta 1885, lo que creó bastantes dificultades y una innegable sensación de separación entre Hermanos franceses e italianos, ya que éstos sólo reconocían la autoridad de “su” Vicario de Roma. La misma Santa Sede que, sin querer, había provocado el problema, lo resolvió en la fecha indicada suprimiendo el cargo de Vicario General y dando a los lasalianos italianos un Visitador como al resto de los Hermanos.

La fachada de la antigua escuela está hoy adornada por dos placas conmemorativas. Una de ellas referida al Papa Pío VI, fundador de la escuela, a quien se denomina “pauperum pater”, es decir, “padre de los pobres”. La segunda en recuerdo de uno de los alumnos egregios del establecimiento escolar, el poeta Giulio Cesare Santini (1880-1957), del que se copian unos versos alusivos a la escuela y al lugar en que se hallaba: “Plaza de mi escuela, te quiero como a la planta que te dio el nombre”, alusivos al laurel, del que toman denominación oficial iglesia y plaza, y oficioso también el centro escolar. Una vez llegados aquí, no estaría de más entrar en la iglesia que da nombre a la plaza, construida a principios del XVII y dedicada al Salvador y también, como su inscripción frontal indica, a la Virgen del Loreto. Este templo recoge en su interior un muestrario de las devociones italianas más típicas en la actualidad: San Antonio de Papua, San Pío X, el Santo Padre Pío de Pietrelcina, etc., junto con una par de cuadros de inconfundible aroma lasaliano: uno dedicado a San José con el Niño; el otro a San Juan Bautista De la Salle. A la salida, de paso, también se puede pegar un trago en la antiquísima fuente, con inscripción de 1579, que baña uno de los laterales de la plaza, o visitar el Museo Mastroianni que se encuentra al lado de ella.

Aunque el edificio continúa en pie, hoy es sólo una casa normal de vecinos; los Hermanos trasladaron en 1972 su escuela a Grottaferrata, pueblecito de los alrededores de Roma conocido por su monasterio bizantino-católico. El traslado supuso condenar a muerte la reputada schola cantorum de la Escuela Braschi, que actuaba en las liturgias de la Capilla Sixtina y San Pedro del Vaticano. Esta escolanía se rodeó siempre de un gran prestigio y dio a conocer la labor de los Hermanos un poco por todas las esquinas del mundo, merced a los comentarios elogiosos de numerosos obispos que acudían a la Santa Sede y quedaban extasiados por el bello hacer de los pequeños cantores lasalianos.

Hermano Josean Villalabeitia

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