Precursores de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (5)
Así
como todo parece indicar que los escolapios apenas tuvieron ninguna influencia
en el modelo de escuela que impulsaron los primeros Hermanos de La Salle , otras congregaciones
francesas, de corte más o menos cercano al de la de José de Calasanz, sí
tuvieron una influencia más significativa en las escuelas populares que estaban
gestándose por esa época en tantos rincones de Francia; entre ellas, las
lasalianas.
Beato César de Bus |
En
la región de Aviñón, por ejemplo, de la mano del inquieto César de Bus, surgió la Congregación de la Doctrina Cristiana ,
que en un principio se dedicaba expresamente a la educación de los pobres. Con
el tiempo, no obstante, su clientela varió y terminaron manejando el latín y
dirigiendo colegios de postín, como los jesuitas o los oratorianos.
Mucho
más próximos a la experiencia lasaliana podemos encontrar, con todo, otras
congregaciones, promovidas por los padres Barré, en Ruan y París, Roland, en Reims,
o Démia, en Lyon —estos dos últimos
orientados, en cierta medida, por los consejos por el primero— de las que tendremos tiempo de hablar más
adelante.
Entre
las que no tienen una ligazón directa con Juan Bautista De La Salle tal vez la fundación
más interesante sea la de Pedro Fourier, iniciada en la región de Lorena, no lejos de Reims, en 1597: las
religiosas de ‘Nuestra Señora’, que con seguridad De La Salle tuvo oportunidad de
conocer en acción en el monasterio-escuela que tenían Reims; de hecho, varias
familiares de nuestro Fundador habían ingresado allí como monjas. En realidad,
como sucedía con las ursulinas o las salesas
—que no tenían convento en Reims—, entre las monjas de Nuestra Señora solo
una de cada tres religiosas del monasterio se dedicaba a la enseñanza; las
demás ocupaban toda la jornada en la contemplación, como las demás monjas de
clausura. Algunas ‘jóvenes bien’ viven internas en el monasterio con las
Hermanas, pero también admiten como externas a las niñas pobres que estén interesadas.
Por
ceñirnos exclusivamente a la experiencia escolar de las discípulas de Fourier,
subrayemos, de entrada, su deseo explícito de no admitir en su co
munidad,
organizada a la manera de los monasterios medievales de monjas canonesas —clausura estricta incluida[1]—,
sino a jóvenes bien dispuestas para ejercer el empleo de educadoras, de modo
que las niñas pobres pudieran tener siempre a su disposición a las mejores
maestras.
San Pedro Fourier |
Esta
marcada orientación en favor de la educación de los pobres llevó asimismo a las
discípulas de Fourier a una opción por la gratuidad, que se sustentaba en las
dotes que depositaban las monjas al ingresar en la comunidad, pues de allí
venían los fondos para asegurar el funcionamiento de las escuelas. Sorprendente —y más si consideramos que surgió en ambiente
monástico— es, asimismo, la decisión de
dar prioridad a la lengua materna sobre el latín, que también se estudiaba en
las escuelas de las monjas de Nuestra Señora cuando el aprendizaje del francés
andaba ya algo avanzado.
Si
nos centramos en la manera en que las discípulas de Fourier organizaban sus
escuelas nos sorprenderemos de sus originales y fecundas iniciativas, muchas de
las cuales tuvieron continuidad en otras instituciones. Para empezar, digamos
que, como objetivo general, en las escuelas de la Congregación de
Nuestra Señora “las niñas aprenderán a leer, a escribir y a ocuparse en algunos
trabajos manuales honrados y apropiados para ganarse con ellos el pan y
aprovecharlos en el hogar de diversas maneras... Se les enseñará con suavidad y
discreción algunas cosas sencillas que podrán servirles luego, como coser y
arreglar sus vestidos, mantenerlos limpios, recomponerlos... Para la
ortografía, se les dejará, a veces, recibos, obligaciones, pagarés, recetas,
facturas por mercancía vendida, trabajos realizados, dinero prestado u otras
cuestiones diversas que se manejan todos los días en los negocios del mundo y
que, para mayor seguridad, necesitan presentarse por escrito”. Es, como se ve,
una visión muy práctica de la escuela, considerada como un lugar de preparación
directa para la vida.
Religiosa de Nuestra Señora |
En
cuanto a la organización más concreta de la actividad escolar, toda la escuela
estaba dividida en tres clases, según los niveles de lectura de las niñas,
desde las que empezaban a deletrear hasta las que eran capaces de leer
manuscritos, pasando por las que se atrevían con los libros. Cada clase estaba,
a su vez, dividida en bancos de hasta veinte escolares, a cuyo cargo había una
maestra, que normalmente las atendía de una en una. En ocasiones, todas las
alumnas de un banco hacían la lectura juntas; para ello debían disponer todas
del mismo libro. Para escribir se organizaban de manera similar, pero para el
cálculo, dado que las diferencias entre alumnas eran mayores, se subdividía cada
banco en varios grupos formados por alumnas de nivel parecido. Y, cuando hacía
falta, se utilizaba una pizarra colocada en lugar bien visible. Al frente de la
labor escolar global una religiosa ‘intendente’ coordinaba todo y velaba por
que las cosas se hicieran bien; la acompañaban varias maestras preparadas y
obedientes, contentas de trabajar en las escuelas para niñas pobres.
San Pedro Fourier |
Las
religiosas del Padre Fourier concibieron y pusieron en práctica un sistema
realmente sencillo de hacer las cosas en la escuela, que, con todo, en aquel
tiempo resultaba tremendamente novedoso, y hasta revolucionario. Con el paso
del tiempo, tendrían una influencia notable, al menos en Francia. Sin embargo,
en relación con las escuelas de chicos, y más en concreto con las escuelas de
los Hermanos de La Salle ,
estamos tentados de decir que, aun coincidiendo en algunas cuestiones —gratuidad, distintas facetas de la
organización de la escuela en clases y bancos, motivación de los maestros,
formación para la vida, preferencia de la lengua materna...—, la influencia
directa fue muy pequeña. En especial por dos razones concretas, estrechamente
relacionadas entre sí: por un lado, porque se trataba de escuelas para chicas,
con formas de hacer muy genuinas de la educación femenina y objetivos finales
muy conectados con el mundo concreto que esperaba en la sociedad a aquellas
chicas cuando fueran mujeres; por otro lado, porque su estilo monástico de
vida, y en especial su clausura, marcaban de manera inevitable toda la
actividad de aquellas buenas Hermanas, en modos concretos muy difíciles de
conciliar con el estilo de aquellas auténticas escuelas de barrio que fueron
las de los primeros Hermanos.
Pedro
Fourier intentó fundar una orden similar a la de las Hermanas de Nuestra
Señora, pero masculina. Como tantos otros después de él, fracasó en su intento.
¿Razones? Muchas, como es lógico; entre ellas, probablemente, la dificultad de
conciliar escuela y monasterio; y también, sin duda, tratándose de monjes, el
clericalismo, o, por decirlo con más suavidad, la excelsa concepción del
sacerdocio que circulaba por aquella época en comparación con la del empleo
escolar, mucho más indigna.
Hermano Josean Villalabeitia
[1] En
realidad, la intención de Pedro Fourier era librar a sus Hermanas de la clausura
monástica, pero la Santa
Sede no aceptó su idea y las sometió por bula, en 1628, al
régimen común de las monjas.
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