lunes, 30 de octubre de 2017

Una exposición sobre De La Salle en la Casa Generalicia

"Que su imagen no permanezca solo ante nuestros ojos, sino que permanezca, sobre todo, en nuestros corazones". Así hablaba en 1861, el Hermano Philippe, Superior General del Instituto, a propósito de las representaciones artísticas de san Juan Bautista De La Salle, nuestro santo Padre y Fundador.


Pues bien: siguiendo esta recomendación del afamado Superior General lasaliano del siglo XIX, en la Casa Generalicia "La Salle", de Roma (Italia), se ha montado una bella y muy completa exposición sobre el santo lasaliano, en sus múltiples facetas.

Una cita que no debería perderse ningún lasaliano de paso por la ciudad de los papas.

La exposición podrá visitarse hasta finales del presente año 2017. ¡Ánimo!

Puedes ver una amplia selección de fotos de la exposición, acompañadas por los responsables de su organización y otros habitantes de la Casa Generalicia, pinchando AQUÍ.





martes, 24 de octubre de 2017

Distrito Lasallista Norandino

El Distrito Lasallista Norandino surge de la fusión de los antiguos distritos lasallistas de Medellín (Colombia), Ecuador y Venezuela.

El Distrito Lasallista Norandino nació el primero de enero del año 2015, según el acta fundacional firmada en la Asamblea Constitutiva, reunida del 6 al 9 de agosto del 2014, en De La Salle Casa de Encuentros de Rionegro (Antioquia, Colombia). En dicha Asamblea participaron Hermanos delegados de todos los sectores que conforman el Distrito Lasallista Norandino, los cuales son: sector Medellín, que antes se llamaba Distrito de Medellín, sector de Venezuela, antes denominado Distrito de Venezuela y sector de Ecuador, antes denominado Distrito de Ecuador.
















Es importante especificar que los Hermanos del Instituto de las Escuelas Cristianas, llegaron a América Latina, inicialmente a Ecuador, en el año 1863, a la zona occidental de Colombia en el año 1890 y a Venezuela en el año 1913. Dichas naciones conforman la totalidad del territorio geográfico donde prioritariamente se desarrolla la misión del Distrito Lasallista Norandino.
El nombre de Distrito Lasallista 'Norandino', hace referencia a la Cordillera de los Andes, la cual es común en las tres naciones que integran el nuevo Distrito, ubicadas al norte de Suramérica.
El Distrito Lasallista Norandino inició su andadura bajo la dirección del Hermano Humberto Murillo López, en calidad de Visitador, el cual fue nombrado por el Hermano Robert Schieler, Superior General del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, por un periodo de tres años. Cuenta con 119 Hermanos que, junto a miles de colaboradores, animan los diferentes centros del Distrito.
Un vídeo reciente sintetiza los datos principales referentes al Distrito Lasallista Norandino. Para ver el vídeo, pinchar AQUÍ.


lunes, 9 de octubre de 2017

Santos Hermanos mártires de Turón

Hoy, 9 de octubre, la Iglesia recuerda la memoria de los ocho Hermanos de La Salle de Turón, que fueron martirizados junto con su capellán, sacerdote pasionista, tal día como hoy hace 83 años.
Recuerdo de los santos Hermanos mártires de Turón, en Bujedo

Sucedió al inicio del curso escolar 1934-1935, cuando estalló en Asturias, al norte de España, la llamada "Revolución de octubre", con carácter comunista y antirreligioso. 

En Turón los niños que acudían a la escuela de los Hermanos de La Salle eran, fundamentalmente, hijos de mineros. En la mejor línea lasaliana, les enseñaban gratuitamente con espíritu de fe y celo, acompañándolos "desde la mañana hasta la tarde" y promoviendo con dedicación su formación humana y cristiana.

En la madrugada del día 5 de octubre, mientras celebraban la eucaristía en la comunidad, los Hermanos  fueron detenidos junto con su capellán. Fieles a la confesión de su fe y de su ministerio educativo cristiano, cuatro días después, en la madrugada del 9 de octubre, eran fusilados en el cementerio del pueblo y sepultados en una fosa común.


Capilla de los santos Hermanos mártires, en la parroquia de Turón
Era una comunidad muy joven. Jesucristo fue el centro de sus vidas. Por Él y por causa de su Evangelio, anunciado a los niños pobres, no dudaron en entregar sus vidas hasta derramar su sangre. Se prepararon generosamente al sacrificio con la oración, el sacramento de la reconciliación y el perdón explícito a sus asesinos.

Fueron beatificados en 1990 por el papa Juan Pablo II, y canonizados nueve años después por el mismo papa.

La Iglesia honra su fe y su sacrificio, y los propone como ejemplo a todo el pueblo cristiano.

"Juntos sirvieron a Jesucristo en el ministerio de la educación cristiana. Juntos vivieron como Hermanos, sosteniéndose y apoyándose mutuamente. Juntos, como un solo hombre, dieron sus vidas y fueron sepultados en la misma tumba. Juntos son coronados y glorificados. 
Nuestras comunidades encontrarán estímulo y fuerza en el noble gesto de esta comunidad de Hermanos que vivió unida en la fe, unida en el ministerio, unida en la prueba de persecución y se mantuvo fiel."
                                                            Hermano John Johnston

Para ver un reportaje sobre el Museo de los santos Hermanos Mártires de Turón,
en Bujedo (Burgos), pinchar AQUÍ.


lunes, 2 de octubre de 2017

Juan Bautista De La Salle y el juego

La visión que nuestro santo Fundador manifiesta acerca del juego en sus escritos es, cuando menos, sorprendente. Y es que, en palabras de Michel Fiévet, “la descripción de las reglas a las que atenerse cuando se juega [que nos ofrece el Fundador] es tan precisa que lleva incluso a creer  -y esto aportaría un toque inédito a la hagiografía oficial-  que Juan Bautista De La Salle participó de vez en cuando, al menos como espectador, en los juegos de cartas de los niños”[1].
¿Y por qué solo entre niños? ¿Por qué no admitir que el juego podía ser algo habitual en su casa y entre sus amistades, en aquel ambiente acomodado en que vivían los burgueses De La Salle? Cuando De La Salle inició su aventura con los maestros, estas costumbres quedarían abandonadas por completo, pero antes, ¿por qué no imaginarlo participando con desenfado en algunas partidas de cartas u otros juegos? Sería esta una explicación muy convincente a la alta experiencia y conocimiento sobre el juego que exhibe De La Salle en su libro de cortesía[2]. Curioso también que el santo Fundador entre en tanto detalle cuando se trata de un libro de lectura escolar, destinado a niños más bien pequeños por tanto.
Comprobémoslo literalmente en las propias páginas del libro lasaliano de Urbanidad cristiana: “El juego es una diversión que a veces está permitida, pero que hay que tomar con muchas precauciones. Es ocupación a la que se puede dedicar algún tiempo, pero es preciso observar en él cierto comedimiento. Se requiere mucha cautela para no dejarse llevar de alguna pasión desordenada; y se necesita mesura para no entregarse a él por completo ni dedicarle excesivo tiempo. Como es imposible dedicarse a él con urbanidad sin esas dos condiciones, no puede uno permitirse jugar sin ellas. En particular, existen dos pasiones de las que hay que procurar no dejarse llevar en el juego. La primera es la avaricia, que es también, de ordinario, el origen de la segunda, que es la impaciencia y el arrebato. Quienes juegan deben procurar no jugar por avaricia, ya que el juego no se inventó para ganar dinero, sino sólo para mitigar un poco la tensión de la mente y del cuerpo después del trabajo. Por esto no es educado jugar fuertes
cantidades, sino sencillamente un poco de dinero, que no pueda enriquecer al que gana, ni empobrecer al que pierde, sino que ayude a mantener el juego y a despertar mayor interés por ganar, que es lo que contribuye en gran medida al placer del juego. Es gran descortesía impacientarse en el juego, cuando a uno no le salen las cosas como quisiera. Pero mucho más vergonzoso es dejarse llevar de arrebatos y mucho más aún decir palabrotas. En el mismo hay que comportarse de forma sensata y tranquila, para no perturbar la diversión. Es totalmente contrario a la urbanidad engañar en el juego, e incluso es un hurto; y si se gana, hay obligación de restituir, aun cuando se hubiera ganado en parte por la propia habilidad. El dinero que se gana no se debe exigir apresuradamente; pero si hay alguno que no ha puesto su parte en el juego y ha perdido, no hay que pedírselo o exigirle que deposite en el juego lo que debe, sino de forma educada, manifestándole tan sólo que no ha depositado su parte en el juego, de esta manera: Al parecer, usted se ha olvidado de apostar. O si ha perdido y sigue jugando: Tenga la bondad de poner dos veces en el juego. O: falta tal cantidad en lo que debiera haber, alguien no ha puesto la última vez. En estas ocasiones hay que procurar no usar formas de hablar como éstas: ¡Pague!, ¡ponga en el juego! Aunque cuando se juega sea necesario mostrar mucha alegría en el rostro, ya que no se juega sino para divertirse, con todo es contrario a la cortesía manifestar excesivo contento cuando se gana; y lo mismo turbarse, entristecerse o enfadarse cuando se pierde; pues es señal de que sólo se juega para ganar dinero. Uno de los mejores medios de que puede uno servirse para no incurrir en ninguno de estos desórdenes, es apostar tan poco dinero que ni la ganancia ni la pérdida puedan
excitar ninguna pasión en los que juegan. También es descortés canturrear o silbar mientras se juega, aun cuando se haga con suavidad y entre dientes. Mucho más aún lo es tamborilear con los dedos o los pies; sin embargo, es lo que sucede a veces con los que están muy enfrascados en el juego. Si en el juego surge alguna diferencia, hay que abstenerse de gritar, disputar o ponerse terco. Pero si uno está obligado a defender una jugada, debe hacerlo con mucha mesura y educación, exponiendo simplemente y en pocas palabras el derecho que se cree tener, sin ni siquiera levantar ni cambiar el tono de voz, por poco que sea. Cuando se pierde, la educación exige pagar siempre antes de que se lo reclamen; pues es señal de espíritu generoso y de persona bien nacida pagar lo que debe en el juego, sin denotar ningún pesar”[3].

Y un poco más adelante, el santo Fundador añade: “Es totalmente contrario a la educación enardecerse en el juego. Sin embargo, no hay que descuidarse ni dejarse ganar por complacencia, para que la persona con quien se juega no crea que se pone poco esfuerzo en contribuir a su diversión”[4].
En sus orientaciones sobre cómo comportarse en el juego, Juan Bautista De La Salle deja bien clara cuál su concepción de la sociedad: su división en diferentes clases sociales y la relación que debe mantenerse entre ellas, incluso cuando se habla de una actividad de puro ocio, como el juego: “Nunca hay que comenzar a jugar con una persona de rango muy superior sin que ella lo pida. Pero si una persona de calidad obliga a alguien, que es de condición muy inferior a la suya, a que juegue con ella, hay que cuidarse mucho de manifestar apresuramiento en el juego ni ganas de ganar, pues eso es señal de pequeñez de espíritu y de que se es de baja condición. Si uno sabe que la persona con quien está jugando, y a quien se debe respeto, le cuesta perder, si se le gana no hay que abandonar el juego, a menos que la decisión parta de ella, o que
haya vuelto a recuperar lo que hubiere perdido. Pero si se pierde, puede uno retirarse cortésmente, y esto siempre está permitido, cualquiera que sea la persona con quien se juega. Es educado manifestar que se está satisfecho de que una persona a quien se debe respeto gane en el juego, particularmente cuando no juega uno mismo o se es sólo espectador”[5].

Sin olvidarse de ceder el puesto a quienes lo “merecen” más que tú: “Si personas más calificadas llegan para jugar y se está ocupando el lugar, la cortesía exige ceder el puesto”[6].
Esta concepción social de quien viene de una familia de la alta burguesía se manifiesta en otros detalles. Por ejemplo a la hora de jugar con alguien que no es de tu misma posición social: “Y si se juega con una persona de mayor rango, por parejas, y esa persona llega a ganar la partida, su compañero debe guardarse mucho de decir «hemos ganado»; sino «usted ha ganado, caballero», o «usted ganó»”[7].
También tienen su interés las apreciaciones del santo De La Salle en relación con lo que él llama “humor” para jugar: “Es importante abstenerse por completo de jugar si uno no es de humor asequible
en el juego, pues podrían seguirse muchos inconvenientes que uno debe evitar. Pero si la persona con quien se juega está de mal humor, no hay que manifestar que uno está molesto, por sus palabras o por su modo de actuar. Mucho menos aún debe uno tomar en consideración sus arrebatos. Hay que intentar proseguir tranquilamente el juego, como si no ocurriera nada. La misma prudencia y la sensatez exigen que se eche todo a buena parte, y que nunca se desvíe uno del respeto debido a esa persona, ni de la tranquilidad que se debe conservar siempre en el espíritu. Es muy descortés reírse de alguien que no hubiera tenido habilidad en el juego”[8].
Por otra parte, en el texto del Santo resulta evidente que el juego de cartas, como el ajedrez o las damas, se considera socialmente  -y moralmente-  admisible porque la “destreza interviene en ellos y no son puramente de azar. Pero hay otros que son hasta tal punto de azar, como… el juego de dados u otros semejantes, que no solo están prohibidos por la ley de Dios, sino que ni siquiera se permite
jugar a ellos de acuerdo con las reglas de la cortesía. Por eso deben ser considerados como indignos de una persona bien educada”[9].
En caso de jugar al ajedrez o las damas, el Santo afirma que “es educado ofrecer las piezas blancas, o las damas blancas, a la persona con quien se juega, o colocárselas delante, o al menos ayudarle a ello o disponerse a hacerlo, y no consentir que se nos ofrezcan las piezas blancas de ajedrez o las damas blancas, ni que las pongan delante de nosotros”[10].
Por otra parte, De La Salle también se refiere al tiempo que se debe dedicar al juego. Lo ha mencionado ya, como de pasada, en uno de los textos citados más arriba, pero más adelante vuelve a referirse al asunto con más extensión: “La urbanidad exige también que el tiempo que se dedique al juego sea moderado, y que muy lejos de jugar continuamente, como hacen algunos, no se juegue ni siquiera con demasiada frecuencia, ni varias horas seguidas. Pues eso sería convertir en ocupación algo que no es propiamente sino un descanso o interrupción del trabajo por corto tiempo, lo que no es compatible con la sensatez propia de una persona que sabe comportarse”[11].
Destaquemos, por fin, que entre los distintos juegos a los que uno pudiera entregarse, “los juegos que ejercitan el cuerpo, como el frontón o los bolos […] son preferibles a los demás, e incluso a los que ejercitan y absorben demasiado la mente, como son el ajedrez y las damas”[12]. Eso sí: “Cuando se juega a ese tipo de juegos, que favorecen el ejercicio físico, hay que guardarse mucho de hacer contorsiones ridículas o indecorosas con el cuerpo. Hay que procurar también no sofocarse y evitar desabrocharse y quitarse la ropa, ni siquiera el sombrero, pues son cosas que la urbanidad no consiente”[13]. Que se olvide nunca, pues, la cortesía y la modestia cristianas, bien iluminadas por una moral de corte puritano, por supuesto.






[1] Fièvet, 206
[2] Reglas de cortesía y urbanidad cristiana para uso de las Escuelas Cristianas, publicado por primera vez en 1703  -en vida del Fundador por tanto-  que la traducción española de las Obras Completas de De La Salle le ha asignado las siglas RU. Si consideramos toda la historia lasaliana, hasta nuestros días, es, sin duda, con diferencia, el mayor best-seller entre los escritos del Fundador. En este curioso libro de De La Salle podemos encontrar un capitulillo entero, bastante extenso, dedicado a cómo comportarse en el juego, de cartas o de otro tipo, en RU 2,5,3 (205,3,377-393)
[3] RU 2,5,3,1-14
[4] RU 2,5,3,21
[5] RU 2,5,3,15-17
[6] RU 2,5,3,20
[7] RU 2,5,3,20
[8] RU 2,5,3,18-20
[9] RU 2,5,3,26
[10] RU 2,5,3,25
[11] RU 2,5,3,27
[12] RU 2,5,3,23
[13] RU 2,5,3,24