martes, 28 de mayo de 2013

Meditaciones para los días de retiro

PRESENTACIÓN

Juan Bautista De La Salle, sacerdote francés nacido en Reims en 1651 y muerto en Ruán en 1719, canonizado por la Iglesia Católica en 1900, es muy conocido en su faceta de fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, instituto religioso que ha alcanzado amplia difusión geográfica y numérica. En ámbitos educativos, eclesiales o no, es también conocido por sus intuiciones pedagógicas fundamentales; no en vano es el principal promotor de la "Guía de las Escuelas", obra colectiva de los Hermanos de las Escuelas Cristianas considerada unánimemente como la mejor obra pedagógica del siglo XVIII. De hecho, su metodología e, incluso, su filosofía de base, al menos en las escuelas masculinas, tuvieron una gran difusión durante los siglos XVIII y XIX[1].

Sin embargo, en su faceta de maestro espiritual, el Santo De La Salle es casi un auténtico desconocido. Se podría incluso asegurar que los propios Hermanos por él fundados preferían, hasta fechas muy recientes, beber en otras fuentes espirituales, más renombradas tal vez, o más fácilmente asequibles en libros o predicadores populares. El Concilio Vaticano II, con su invitación de ir a las fuentes fundacionales[2], y el entusiasmo infatigable de unos cuantos Hermanos vinieron a enderezar el despropósito... Porque San Juan Bautista De La  Salle  es,  sin  duda,  un  gran  escritor  espiritual.  Varios  de  sus veinte libros –entre ellos los dos más profundos[3]-, y algunos otros documentos más breves, así nos lo presentan: como un auténtico maestro espiritual, especialmente elocuente para aquellas personas que dedican sus vidas al mundo de la educación; o, para ser más precisos, utilizando palabras de la actual Regla de los Hermanos, para aquellos "educadores que aspiran a convertir su profesión en ministerio evangélico"[4].

Hemos elegido para nuestro trabajo de espiritualidad uno de los dos libros mencionados más arriba como más profundos en la obra literaria del Señor De La Salle: las "Meditaciones para los días de retiro"[5]. Y lo hemos hecho por varias razones; una personal: es la obra de nuestro Fundador que mejor conocemos y, sin duda, la que más nos gusta y nos interesa; otra práctica: se trata de un libro relativamente breve y, por tanto, más manejable; y, sobre todo, por una razón objetiva: porque las "Meditaciones para los días de retiro" "forman un verdadero tratado [...] y se articulan siguiendo las líneas de un plan de conjunto perfectamente trazado"[6]; o, como dice uno de esos mismos autores en otra parte, porque "esas meditaciones son como el meollo del pensamiento del Santo"[7]. Otro autor opina que estas meditaciones son "el conjunto más completo sobre la espiritualidad del educador"[8] escrito por De La Salle. En definitiva, uno de los mejores conocedores del libro no duda en afirmar que las " constituyen un texto descollante de la espiritualidad francesa de los siglos XVII y XVIII"[9].

Con la mayor brevedad de la que seamos capaces, intentaremos seguir el plan propuesto por el profesor para el estudio de una obra concreta. Al referirnos al libro lo haremos con las siglas MTR. Para nombrar al San Juan Bautista De La Salle usaremos las siglas SJBS.


MEDITACIONES  PARA  LOS  DÍAS  DE  RETIRO

 Se trata de un libro publicado por primera vez entre 1725 y 1730[10]. No hay ninguna duda en cuanto a su autor: SJBS; lo afirman con rotundidad sus editores, contemporáneos del Santo[11], casi con toda seguridad Hermanos del Instituto que él fundó. Según se indica al principio del libro, estas meditaciones se dirigen a "todas las personas que trabajan en la educación de la juventud"[12], aunque hayan sido escritas "particularmente para el retiro que hacen los Hermanos de las Escuelas Cristianas durante las vacaciones"[13]
1. Contexto[14]

                Las MTR son una obra puesta a punto por SJBS hacia el final de su vida[15], utilizando sin duda distintos materiales preparados a lo largo de la misma por distintas razones. De hecho, parece que los Hermanos tuvieron que organizar la impresión a partir de algunos borradores y notas que el Santo dejó a su muerte y que, por tanto, nunca llegó a ver publicados. Ello explicaría el estilo descuidado, con frases largas y a veces no demasiado bien construidas[16].

Las MTR sólo pueden ser comprendidas a la luz de la fascinante peripecia vital de este antiguo canónigo de Reims metido a fundador de religiosos educadores. Estamos hablando de un hombre que, habiendo caminado entre la niebla a lo largo de toda su vida, cuando ve que está cerca de su fin, se para a pensar e intenta hacer un análisis de lo que ha vivido. Y lo que ve es la mano amorosa de Dios que lo ha dirigido en cada momento sin que él fuera consciente de ello. Ahora, en la perspectiva de los treinta años largos de fundación, la permanente presencia de esa suave mano conductora le aparece con una nitidez impresionante. Y comprende del todo lo que hasta ese momento no era muchas veces sino un ejercicio de obediencia a la voluntad de Dios, confiado, sí, aunque bastante confuso y, por momentos, hasta aparentemente contradictorio. Ahora, con la ayuda del Espíritu, en la perspectiva de los años, cae en la cuenta de la lectura que San Pablo hace de su ministerio y comienza a comprender lo que le ha pasado también a él mismo: redescubre impresionado la Historia de la Salvación y se encuentra de repente jugando un importante papel en ella. Y así va entendiendo lo que pretendía Dios cuando, por medio de su Espíritu, decidía tocar en Reims su joven corazón de sacerdote primerizo para que comenzase a velar por unas cuantas escuelas medio abandonadas por su primitivo promotor. Y así nacen estas meditaciones...

                Las MTR son, por tanto, la clave de comprensión de lo que SJBS ha vivido a lo largo de toda su vida. Con ellas pretende evitar a los Hermanos las largas noches de oración solitaria para comprender la voluntad de Dios; la angustia de la duda profunda, cuando las persecuciones de los maestros calígrafos y las condenas de los jueces hacían que se tambalearan sus más queridas fundaciones, o sembraban en el alma del Santo la insistente pregunta de si no estaría del todo equivocado; las continuas penurias e incomprensiones que llevar la contraria a familiares, párrocos y obispos había traído a su vida; el desprecio y la miseria que una vida de maestro laico de escuelas para pobres suponía con frecuencia para sus Hermanos en los ambientes eclesiásticos y sociales más cultivados, etc. SJBS quería ahorrar, en lo posible, todas estas amarguras a sus Hermanos convenciéndoles de algo fundamental. Por eso, hablándoles directamente al corazón, les dice: es Dios mismo quien os ha invitado a esta vida[17]; sois unos importantísimos instrumentos de su plan de amor a todos los hombres[18]; si hacéis lo que Él os pide con responsabilidad y confianza, os aguarda un gran premio[19]; nada de pesimismo o de críticas, "habéis de considerar vuestro empleo como una de las funciones más importantes y necesarias en la Iglesia"[20]; "estad agradecidos a Dios por el gran don que os ha concedido al daros parte, por vuestro empleo, en el ministerio de los santos Apóstoles y de los principales obispos y pastores de la Iglesia"[21].

                Se trata, por tanto, de interpretar la labor educativa en clave de Historia de la Salvación, viviendo el trabajo en la escuela como instrumentos de Dios -en clara referencia ignaciana-, convirtiendo algo tan aparentemente poco sagrado, y hasta laico del todo, como enseñar a leer y a escribir a los niños, en un ministerio nacido directamente de la voluntad de Jesucristo: "En el empleo que ejercéis sois los embajadores y ministros de Jesucristo; por consiguiente, tenéis que desempeñarlo como representantes suyos. Jesucristo mismo es quien desea que los alumnos os miren como le mirarían a Él; y que reciban vuestras instrucciones como si Él en persona se las diera, persuadidos de que la verdad de Jesucristo habla por vuestra boca, que sólo en su nombre les enseñáis, que es Él quien os da autoridad sobre ellos, y que ellos mismos son la carta por Él dictada, que escribís vosotros todos los días en sus corazones, no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo, que actúa en vosotros y por vosotros"[22].

2. Estructura

                Hablamos de un libro de meditaciones, es decir, de un conjunto de textos escritos para suscitar la oración. No es por tanto un libro de teología, ni de homilías, ni de reflexiones razonadas sobre un tema determinado. Siendo meditaciones, llama la atención que no traten de suscitar la sensiblería, como era moda en el siglo XVIII en escritos del estilo[23]. Son, en este sentido, más bien exhortaciones, invitaciones a la oración meditada, que llevan siempre a contemplar en la propia vida lo que de entrada se ha planteado de una manera más teórica o abstracta.


                En total son dieciséis meditaciones o, mejor, ocho pares, "dos para cada día del retiro, de modo que, si es necesario, una de ellas se pueda utilizar como lectura pública o privada, o proporcione materia para la conferencia o exhortación de la tarde"[24]. Así se explica que las dos meditaciones que corresponden al mismo día tengan una cierta ligazón entre ellas: traten el mismo tema y/o se completen mutuamente. Algunos autores dicen que las primeras de cada día, las impares, son más doctrinales, mientras que las pares parecen más prácticas, lo que no es siempre demasiado evidente. Todas las meditaciones están escritas en segunda persona del plural  -esto les da una cercanía particular al lector-, y cada una de ellas está dividida en tres puntos. Cada punto se concluye siempre con una exhortación -"si queréis que resulten provechosas las lecciones que dais [...] es preciso que empecéis por practicarlas vosotros"[25], "sed agradecidos a Dios"[26], "esmeraos [...] en trabajar con celo y gusto"[27], etc.-. A veces a la exhortación precede una o varias preguntas, dirigidas al análisis personal de la experiencia vivida por el lector -"¿habéis instruido así hasta el presente a vuestros discípulos?"[28],"¿habéis procedido así en lo pasado?"[29], etc.-.

                Los ocho temas propuestos podrían dividirse en dos partes iguales. En la primera iría la vocación del maestro cristiano bajo el punto de vista de Dios, de Cristo, de los ángeles custodios y de la Iglesia. Y después otros cuatro temas complementarios: el celo apostólico, las correcciones a los alumnos, el juicio final y la recompensa del educador. Como se ve, todos son temas con el fuerte sabor lasaliano del espíritu de fe y de celo...

                Se han hecho algunas clasificaciones de todos estos temas, intentando encontrar hilos ocultos que los entrelazan[30]. Desde luego, una clave de lectura evidente es la de la Historia de la Salvación[31]: las MTR comienzan con la preocupación del buen Dios por la incierta suerte de los hombres y se cierran con la inmensa alegría del Reino. En medio se halla la intensa actividad de los educadores cristianos, colaboradores de Dios que, entre luces y sombras, alegrías y penas, con la ayuda del Espíritu, se afanan por que el plan amoroso de Dios vaya alcanzando a todos los hombres. Se puede, de la misma manera, decir, que las MTR están organizadas de una manera concéntrica[32], es decir, que sus temas de fondo son siempre más o menos los mismos, pero están enfocados desde puntos de vista distintos, de modo que toda la vida del educador quede iluminada. Estos planteamientos de base permiten a SJBS tocar algunos temas que se solían tratar por aquel entonces durante los retiros, como Dios, Jesucristo, la Iglesia, la salvación o el pecado; pero dejan fuera otros que también son importantes para un educador o un Hermano, como la comunidad o la obediencia. Son las consecuencias de una opción...

                Estudiando las posibles fuentes de las MTR se han encontrado algunas inspiraciones lejanas en autores espirituales de la época, como Giry, Demia, Roland o Barré[33]. Pero las MTR son una obra muy original, porque están fundamentalmente basadas en la peculiar experiencia, vital y de fe, de SJBS y de sus primeros compañeros de fundación. En realidad, el tema de las MTR no es otro que esta experiencia de los primeros tiempos lasalianos, leída en su relación con Dios, con Jesucristo, con los alumnos, con la Iglesia..., e interpretada en clave de Historia de la Salvación. Si acaso, podría hablarse de San Pablo[34], más que como fuente literaria y teológica del texto, como espejo en el que el Santo se mira para intentar comprender, desde la fe, lo que ha sucedido en su vida. Esta sería una explicación convincente para la permanente presencia de algunas cartas paulinas a lo largo de todas las MTR, que es una de sus características más señaladas por los expertos.

 3. Contenido

                Pretender resumir en una página el contenido de una obra que ha dado origen a voluminosas tesis doctorales se me antoja una empresa llamada al fracaso de la simplificación más falsificadora. Sobre todo si no se pueden apoyar las ideas propuestas con algunos textos que las sustenten. Pero estas son las condiciones del trabajo que hemos emprendido...

                Resumiendo el contenido que vamos a presentar en una frase significativa a los oídos actuales, diremos que las MTR pretender dotar a los educadores cristianos de una identidad consistente y clara, sólidamente basada en el plan de amor salvador de Dios. He aquí las claves principales de esta identidad:

a) Dios interviene en la vida del educador cristiano.- Es, tal vez, la afirmación fundamental[35]. "Es Dios tan bueno que, una vez creados por Él los hombres, desea que todos lleguen al conocimiento de la verdad"[36] y se salven. Por este motivo, Dios elige, llama y envía[37] a algunas personas que le ayudarán en esta tarea. Estas personas son denominadas "embajadores y ministros de Jesucristo"[38], título que no debía de sonar nada bien en los oídos de sus contemporáneos, que más bien despreciaban la labor escolar[39]. En otro momento se equipara la labor de los educadores cristianos con la de los ángeles custodios de los niños[40].

b) A partir de la situación de los niños y de sus familias.- SJBS describe en las MTR la situación de abandono en la que se hallaban los niños en aquella época[41]. Y es que el ministerio de la educación cristiana sólo puede llevarse a cabo abriendo bien los ojos a la realidad de los jóvenes y poniéndose en disposición de colaborar con sus padres en la delicada tarea de educarlos. De hecho, es esta percepción de la situación de las familias y de las necesidades educativas de los niños y de los jóvenes la que se halla a la base de la fundación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas[42].

c) La hermosa tarea de educar.- SJBS muestra en las MTR una alta estima por la labor del educador cristiano, cuyo trabajo compara con el de los apóstoles, y los padres de la Iglesia[43]. Las MTR no son, ni mucho menos, una guía pedagógica, como algunos otros libros del Santo. Sin embargo, hacen frecuente alusión a la experiencia educativa, al actuar concreto del maestro en la escuela, siempre en términos de trascendencia y responsabilidad. Algunas labores escolares a las que se alude en las MTR podrían ser, por ejemplo: la vigilancia[44], adaptarse a la situación del niño y adecuar a ella el lenguaje (que debe ser comprensible para los niños)[45], los ejemplos y las expectativas[46], desarrollar una enseñanza no solamente teórica, sino sobre todo práctica[47], cultivar el arte de la corrección y el castigo[48], promover una vida evangélica practicada[49], etc. Todo esto lo resume SJBS en el título de "cooperadores de Jesucristo"[50], que toma de San Pablo y aplica a los educadores cristianos. Porque, dice De La Salle, "vosotros sois los elegidos por Dios para ayudarle en su tarea"[51].

d) El trabajo del maestro cristiano es un auténtico ministerio.- La labor educativa, si se realiza en las condiciones adecuadas, es tan importante que llega a ser un auténtico ministerio eclesial. Un ministerio laico, cuyo origen no es otro que el bautismo[52], pero extraordinariamente importante. La palabra "ministerio" aparece con inusitada frecuencia a lo largo de las MTR[53], lo que no dejaría demasiado contentos a sus contemporáneos, que sólo consideraban como aquellos que se derivaban del sacramento del orden sacerdotal. Detrás de esta concepción lasaliana se esconde una reivindicación teológica revolucionaria para la época: el trabajo educativo, ejercido con competencia, por supuesto, pero entendido a partir de la fe, planteado conscientemente desde una fuerte inquietud misionera, promueve eficazmente el Reino de Dios[54]. Y es que Dios también habita en el corazón más aparentemente laico de la ciudad...

e) Al servicio de la Iglesia.- Como ya hemos visto, SJBS repite insistentemente a los educadores cristianos que su actividad es un ministerio: están al servicio de la Iglesia. Más en concreto, lo que ellos hacen es "echar los cimientos del edificio de la Iglesia"[55] –idea paulina muy querida al Santo-. Por lo tanto, deben realizarlo bajo la acción del Espíritu Santo[56] y siendo fieles a la predicación de los apóstoles[57]. El educador cristiano considerará a los niños que le están encomendados piedras vivas que "forman parte de la estructura del edificio"[58] de la Iglesia. De ahí el gran desvelo por la salvación de los niños a su cuidado que el educador cristiano ha de mostrar[59].

4. Actualidad

                Las MTR nacieron en un momento preciso de la historia y, por tanto, bastantes de las concepciones -teológicas, antropológicas o pedagógicas- que subyacen al texto, y que incluso se exhiben sin pudor en él, chocan con nuestra manera contemporánea de concebir esos mismos asuntos. Por ejemplo, "su criterio respecto de la , la manera como el autor habla de la salvación de las almas, su visión de los ángeles y los demonios; su concepto del niño; sus ideas sobre la corrección; su teología de la redención; la oposición que establece entre verdades especulativas y verdades prácticas, etc."[60].

                Sin embargo, si el cofre de las MTR se ha deteriorado bastante con el paso de los siglos, su tesoro interior, elaborado a base de metales preciosos, inalterables a la acción del tiempo y la intemperie, continúa incólume, rebosante de la misma riqueza inicial. Llama, por ejemplo, la atención la teología de la Iglesia de las MTR, tan cercana a la que el Concilio Vaticano II desplegó la Lumen Gentium, con su visión de los carismas y los ministerios en la misión de la Iglesia, o su comprensión de la Historia de la Salvación. Pero, puesto que en este trabajo hemos presentado las MTR desde el punto de vista de la espiritualidad del educador cristiano, nos limitaremos a señalar actualidad del contenido de las MTR sólo desde ese punto de vista.

                  Y es que, también en este campo, las MTR son de plena actualidad. Porque el educador cristiano seguirá descubriendo aún hoy en ellas una invitación a contemplar su trabajo como parte fundamental del plan de amor salvador de Dios. Se descubrirá elegido, llamado y enviado a una tarea en la Iglesia y el mundo, tan necesaria e importante que puede ser comparada con la de los apóstoles y los padres de la Iglesia. Podrá leer y aplicarse con orgullo los "títulos de dignidad"[61] del maestro[62] cristiano: apóstol[63], lugarteniente de Dios[64], embajador y ministro de Jesucristo[65], cooperador de Jesucristo[66], pluma o amanuense del Espíritu Santo[67], ángel custodio visible[68], padre sobrenatural o espiritual[69], edificador de la Iglesia[70]... Porque, en opinión de SJBS, "el maestro desempeña un empleo honroso y elevado a los ojos de Dios, que le permite realizar una auténtica "[71]. El educador cristiano caerá poco a poco en la cuenta, según vaya leyendo las MTR, de la enorme riqueza que su vocación laica atesora, incluso desde el punto de vista meramente cristiano, hasta el punto de ser considerada un ministerio eclesial. Se sentirá llamado a la responsabilidad y al respeto. Comenzará a contemplar cómo poco a poco, ya desde ahora mismo, el plan de Dios se va desplegando en la historia, hasta la gran fiesta definitiva del triunfo total de Dios. Y, para ello, la labor de los educadores cristianos, a veces tan poco valorada por la sociedad, sigue siendo fundamental. Las MTR son, en definitiva, un gran canto a la dignidad de la labor educativa en la Iglesia. No es extraño que un autor considere que "acaso una de las más brillantes revelaciones de la grandeza de la vocación de educador [...] se encuentra en las MTR de SJBS"[72].

                Para nosotros, Hermanos de las Escuelas Cristianas, además de sernos aplicable todo lo anterior, las MTR tienen el regusto particular de las cosas de casa, el eco de las alegrías y penas de los primeros tiempos, del entusiasmo apostólico y espiritual de nuestros predecesores. Son una invitación a celebrar las maravillas que el Espíritu de Dios ha hecho y sigue haciendo a través de la fidelidad de tantos Hermanos, empezando por el primero, SJBS. Son memoria del pasado, compromiso para el presente y esperanza de que, también en el futuro, Dios no abandona su obra. Son invitación a vivir nuestra vida consagrada como una aventura en la que Dios es el principal protagonista. Él nos elige, nos llama y nos envía a una misión, en la que nos hace instrumentos cercanos de su amor, nos llena de bendiciones y nos salva. "En cuánta gloria redundará, para las personas que hayan catequizado a la juventud, la proclamación ante todos los hombres del celo que desplegaron y la diligencia que pusieron en procurar la salvación de los niños, y cuando en todo el paraíso resuenen las aclamaciones de gratitud que tantos bienaventurados pequeñuelos tributen a quienes les enseñaron el camino de la eterna salvación"[73]. Amén.



BIBLIOGRAFÍA[74]


CAMPOS, Miguel, Meditaciones para los días de retiro (Presentación y traducción de la edición príncipe), Ed. Bruño, Madrid 1978.

GALLEGO, Saturnino, San Juan Bautista De La Salle -Tomo II: Escritos, Ed. B.A.C., Madrid 1986.

GALLEGO Saturnino, Teología de la educación en San Juan Bautista De La Salle (tesis doctoral), Ed. Bruño, Madrid 1958.

HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS, Regla de 1987.

HERMANS Alphonse – SAUVAGE Michel, Jean-Baptiste De La Salle, en AA. VV., Dictionnaire de Spiritualité Volume VIII, Beauchesne, Paris 1974, 802-822.

HOURY, Alain – RAHARILALAO, Hilaire, La teología del ministerio en las "Meditaciones para el tiempo de retiro", en AA. VV., Temas Lasalianos Volumen 3, Hermanos de las Escuelas Cristianas, Roma 1998. 221-225.

MAREY, Patrice, Méditations pour le temps de la retraite. Notas y apuntes multicopiados.

SCHNEIDER, Jean-Louis, Méditations pour le temps de la retraite. Notas y apuntes multicopiados.






[1] GALLEGO, Saturnino, San Juan Bautista De La Salle - Tomo II: Escritos, Ed. B.A.C., Madrid 1986, p. 737.
[2] Perfectae Caritatis 2.
[3] Es la opinión del Hermano Saturnino Gallego, gran conocedor de la obra del Santo. Se trataría del "Explicación del método de oración mental" y las "Meditaciones para los días de retiro". Cfr. GALLEGO, o.c., p. 7.
[4] Regla de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, 17.
[5] El título original –francés-  del libro es "Méditations pour le temps de la retraite". Ha sido traducido al español de tres maneras distintas, todas ellas fieles y comprensibles: "Meditaciones para el tiempo de(l) retiro", "Meditaciones para el retiro" y , la más reciente, "Meditaciones para los días de retiro". Nosotros adoptamos esta última por ser, a nuestro parecer, la que mejor refleja el objetivo para el que estas meditaciones fueron escritas.
[6] HERMANS Alphonse – SAUVAGE Michel, Jean-Baptiste De La Salle, en AA. VV., Dictionnaire de Spiritualité - Volume VIII, Beauchesne, Paris 1974, p. 807.
[7] Citado por CAMPOS, Miguel, Meditaciones para los días de retiro (Presentación y traducción de la edición príncipe), Ed. Bruño, Madrid 1978, p. 16.
[8] MAREY Patrice, Notas y apuntes multicopìados.
[9] CAMPOS, o.c., p. 68-69.
[10] Así lo sugiere MAREY, basándose en un prestigioso historiador del Instituto. Cfr. MAREY, Notas y apuntes multicopiados. GALLEGO propone la fecha de 1729, y razona cómo no puede ser más tarde de 1731. Cfr. GALLEGO Saturnino, Teología de la educación en San Juan Bautista De La Salle (tesis doctoral), Ed. Bruño, Madrid 1958, p. 52. HOURY prefiere 1730, aunque no dice por qué. Cfr. HOURY, Alain – RAHARILALAO, Hilaire, La teología del ministerio en las "Meditaciones para el tiempo del retiro", en AA. VV., Temas Lasalianos - Volumen 3, Hermanos de las Escuelas Cristianas, Roma 1998, p. 227.
[11] En la primera página y en las "Advertencias a la primera edición", que preceden al texto de las MTR propiamente dicho. Cfr. CAMPOS, o.c., p. 81; p. 89.
[12] MTR, primera página. Cfr. CAMPOS, o.c., p. 89. 
[13] Ibidem.
[14] Dejo conscientemente de lado los aspectos histórico y eclesial por falta de espacio para desarrollarlos como es debido. Además, en la presentación que pretendemos realizar, esos aspectos tienen una importancia muy secundaria.
[15] Estoy en esto de acuerdo con el Hermano Miguel CAMPOS que, basándose en lo que se dice en la "Advertencia a la primera edición" –colocado entre signos < >- y en las investigaciones del Hermano Michel SAUVAGE, afirma que "La Salle compone sus meditaciones hacia el final de su vida" Cfr. CAMPOS, o.c., p. 25; y lo repite en p.38. En otro momento de su presentación, este mismo autor dice que "las MTR son la expresión de un hombre maduro; habla de lo que ha vivido " CAMPOS, o.c., p.19-20. En esto es contrario al Hermano Saturnino GALLEGO que, basándose en uno de los primeros biógrafos del Santo, sitúa su composición en 1694. Cfr. GALLEGO, o.c.( tesis), p. 62. Pero, si así fuera, quedándole a SJBS todavía veinticinco años de vida, ¿cómo explicar que nunca llegase a dar a las MTR una redacción definitiva?
[16] Es la opinión del Hermano Patrice MAREY. Cfr. Notas y apuntes multicopiados.
[17] MTR 1, 1
[18] MTR 1, 2-3; 2, 1.
[19] MTR 13-16.
[20] MTR 7, 1.
[21] MTR 7, 3.
[22] MTR 3, 2. Palabras inspiradas en la segunda Carta de San Pablo a los Corintios, capítulos 3 y 5. Texto muy parecido en MTR 9, 2.
[23] Los primeros editores del texto, que son sin duda los Hermanos, también se extrañan de no encontrar en el texto "aspiraciones, afectos ni resoluciones". Dicen que "el autor obró así intencionadamente", y hablan de la como un libro en el que el Santo "enseña clarísimamente a formar por sí mismos fácilmente y con fruto, aspiraciones, resoluciones y afectos". Como si la ausencia de estos asuntos en el libro necesitase una excusa... Todos los textos entrecomillados son de la de las MTR. Cfr. CAMPOS, o.c., pp.81-85.
[24] MTR, "Advertencia a la primera edición". Cfr. CAMPOS, o.c., p. 82.
[25] MTR 2, 3.
[26] MTR 7, 3.
[27] MTR 15, 1.
[28] MTR 6, 3.
[29] MTR 12, 2.
[30] Véase, por ejemplo, la "construcción en quiasmo" que encuentra el Hermano Alain Houry en las MTR, basándose en las investigaciones del Hermano Jean-Louis Schneider. Cfr. HOURY, o.c., p. 221.
[31] Cfr. SCHNEIDER, Jean-Louis, Notas y apuntes multicopiados.
[32] El término lo propone el Hermano Patrice. Cfr. MAREY, en sus Notas y apuntes multicopìados.
[33] Estos dos últimos fueron directores -o consejeros- espirituales del Santo: el beato Nicolás Roland en los momentos previos a la fundación de los Hermanos y el padre Nicolás Barré en los primeros años de fundación. A su amistad con Roland se le deben atribuir, sin duda, los primeros contactos de SJBS con el mundillo escolar, mientras que de Barré el Santo se inspiró en su doctrina sobre la Providencia, que, por ejemplo, le hizo entregar gran parte de su fortuna a los pobres, en lugar de destinarla a apoyar las primeras obras lasalianas ya fundadas...
[34] Sería interesante comparar las trayectorias vitales de Pablo y de SJBS: orígenes, conversión radical, entusiasmo por la misión, dificultades en el interior de la Iglesia a causa de sus posturas en apariencia poco ortodoxas, etc. Seguro que de esta manera quedarían mucho más claras las razones de la fascinación que De La Salle sentía por el Apóstol de los gentiles...
[35] Véase, a este respecto, MTR 1-2 y 13-14.
[36] MTR 1, 1
[37] Véase el eco de esta frase del Fundador en la actual Regla de los Hermanos de La Salle, 21.
[38] MTR 3, 1
[39] No hay más que recordar en este sentido la reacción de la familia de SJBS cuando éste trajo a su casa a los primeros maestros: uno a uno le fueron arrebatando a sus hermanos, llevados por sus familiares espantados. El mismo Santo confiesa que, en un principio, consideraba a los maestros inferiores a sus propios criados. Se podrían traer también a colación los malos tratos sufridos por los propios Hermanos. Cfr. GALLEGO, o.c.(tesis), p. 238, nota 39, con abundantes citas de los primeros biógrafos.
[40] Cfr. MTR 5-6.
[41] Cfr. MTR 1-2.
[42] Lo dice con claridad la actual Regla de los Hermanos, que también los invita a repetir permanentemente este proceso de análisis de la realidad y respuesta creativa a las necesidades así descubiertas. Cfr. Regla de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, 1; 11.
[43] Cfr. MTR 7, 1.
[44] MTR 14, 2; 2, 2; 11, 3; 5, 3; etc.
[45] "Acomodándoos a su capacidad"; MTR 6, 1.
[46] MTR 8, 3; 5, 2; 6, 1-2; 10, 2.
[47] "El ejemplo produce mucha mayor impresión que las palabras en las mentes y en los corazones. Y esto es más de notar en los niños"; MTR 10, 3.
[48] MTR 11-12
[49] "Por mucha fe que los niños tengan, y por viva que ésta sea, si no abrazan la práctica de las buenas obras de nada les servirá la fe"; MTR 8, 3. Cfr. también MTR 5, 2.
[50] MTR 4, 2.
[51] MTR 1, 3. De La Salle se inspira en 1 Co 3, 9, que citará otra vez en MTR 12, 1. El capítulo tercero de la Primera Carta a los Corintios es muy utilizado por SJBS a lo largo de todas sus MTR.
[52] ¡Cómo no recordar aquí la doctrina del Vaticano II, repetida después hasta la saciedad por todos los documentos posteriores referentes a la vida consagrada, de la consagración religiosa como consagración nueva y especial, que hunde sus raíces en el bautismo¡ Cfr., como ejemplo, LG 44; PC 1 y 5; VC 30 y 31; etc.
[53] Sin ánimo de ser exhaustivos, proponemos algunos lugares de las MTR donde se encuentra el término. Siempre en MTR: 1, 2; 1, 3; 4, 1; 8, 1; 9, 1; 15, 1; etc.
[54] Véase un eco de estas ideas en la actual Regla de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, 12.
[55] MTR 7, 1, inspirándose en 1 Co 3,10. Idea ésta muy repetida en las MTR: 6, 3; 13, 3; etc.
[56] MTR 3, 3.
[57] MTR 8, 1, inspirándose en Ef 2, 20.
[58] Ibídem.
[59] MTR 13.
[60] CAMPOS, o.c., p. 66-67. GALLEGO también tiene su visión sobre el asunto. Cfr. GALLEGO, o.c., (tomo II), pp. 54-57.
[61] Expresión original del Hermano Saturnino. Cfr. GALLEGO; o.c.( tesis), pp. 169-185.
[62] En las mismas MTR también se podría haber seguido la pista de los distintos "títulos de dignidad del escolar", tal vez menos numerosos, pero desde luego no menos bellos...
[63] MTR 8, 1.
[64] MTR 4, 1
[65] MTR 3, 2
[66] MTR 4, 2
[67] MTR 9, 2
[68] MTR 5, 1.
[69] MTR 1, 2.
[70] MTR 7, 1
[71] GALLEGO, o.c.( tesis), p. 170, con abundantes citas de otras meditaciones del Santo.
[72] Citado por GALLEGO, o.c.( tesis), p. 169.
[73] MTR 16, 3.
[74] Resulta curioso que, sin pretenderlo, todos los autores citados son Hermanos de las Escuelas Cristianas, es decir, discípulos de San Juan Bautista De La Salle.

Hermano Josean Villalabeitia

domingo, 19 de mayo de 2013

César y Alfredo: dos vidas, un camino


"Un hombre es siempre más alto 
que la montaña que escala" 
(Sabiduría africana)

Nos sucede a veces que  cuando organizamos la pastoral de vocaciones, tenemos  que pensar en estrategias muy elaboradas y sorprendentes para que los jóvenes se interesen mínimamente por el tema.  Ocurre  que tenemos ejemplos vivos muy cercanos y somos incapaces de verlos  para proponérselos a los jóvenes. Las cosas sencillas pueden, a la larga, resultar más interesantes.

Las últimas semanas han llegado a mis manos las biografías de dos Hermanos que muchos hemos conocido y tratado. Se trata  del Hermano Alfredo Rojo y del Hermano César Pan. Alfredo falleció hace ya más de tres años, pero por razones diversas su biografía no pudo salir antes. Sin embargo César falleció más recientemente y su hermano Servando, por iniciativa propia, ha sacado una pequeña biografía.

Yo he leído con mucho interés ambas biografías y se me ha ocurrido hacer una pequeña reflexión  sobre estos dos Hermanos que  conocí y aprecié.  Me gustaría compartirla con vosotros.

Lo que más llama mi atención es la manera como ambos han vivido su vocación de HERMANOS. Los dos la han vivido intensamente, cada uno a su manera. África ha sido el medio en el que  han vivido su vocación. Se dieron totalmente a  la misión sin importarles la salud, las comodidades y otras cosas  que consideramos esenciales. Ser HERMANO en África y su dedicación a sus gentes se convirtió en una pasión; vino a ser como la perla o el tesoro del  que nos habla el Evangelio. Sin duda que tanto César como Alfredo hubieran podido hacer grandes servicios al Instituto quedándose cerca de sus familias, en su tierra, sin arriesgar la salud. Nadie se lo hubiera reprochado. Ambos manifestaron que en caso de muerte, querían quedarse en África. Tales ejemplos, tan cercanos, nos interpelan con fuerza y hacen reflexionar, incluso a los que no comparten  dichas decisiones.

Cada uno de ellos tuvo una infancia  diferente. César, por desgracia, se quedó huérfano desde niño. Como Abraham, dejó su pueblo y se fue hacia Cambrils, muy lejos de su tierra. Sin duda que su hermano Servando y su "ángel custodio", el Hermano Marcos Alonso, hicieron  que la separación fuera menos dura. Por el contrario, Alfredo nace en una ciudad, Palencia, va desde pequeño al colegio de La Salle, cerca de su familia. Cuando se va para ser Hermano entra en Bujedo, no lejos de la familia.

Sus circunstancias iniciales fueron bien diferentes, lo mismo que su carácter, pero ambos emprendieron un mismo camino: SER HERMANOS.

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Nos cuentan de Alfredo que desde jovencito ya era bastante crítico con el sistema. Cuando algo le chocaba lo manifestaba claramente. Podemos decir que era un poco rebelde. En aquellas épocas era motivo para que fuera considerado "poco serio". Eso mismo le acarreó problemas a la hora de los capítulos de votos y le cayeron algunas "judías negras". Como el miraba hacia el horizonte, no le daba demasiada importancia a esas cosas.

Hermano Alfredo Rojo
A Alfredo le encantaba todo tipo de música. También le gustaba cantar, leer, investigar, curiosear, divertirse, vivir la vida... Hacía partícipes a los demás  de su energía vital. Esto mismo le llevó a estudiar Ciencias y a disfrutar estudiando y enseñando.

Cuando  se fue a Guinea Ecuatorial, su entusiasmo, su  espontaneidad y su espíritu crítico hacia lo que  consideraba injusto o poco coherente hizo que lo compartiera abiertamente con sus alumnos y que les hiciera tomar conciencia de las realidades que vivían. Todas estas circunstancias hicieron que Alfredo tuviera que salir "por piernas" de este país, pues había gente que pensaba que podría resultar peligroso para la juventud.

Alfredo tenía una relación sincera y directa con los que le rodeaban, en particular con los alumnos. Se interesaba por ellos, su vida, sus problemas, su futuro...  Echaba una mano a los que más problemas tenían y a veces hasta les ayudaba económicamente de manera discreta. Estimulaba el espíritu crítico y la responsabilidad de sus alumnos, lo mismo que la originalidad y la creatividad.

En comunidad ponía siempre buen ambiente  con  un poco de "sal y pimienta". Tenía muchas ocurrencias que hacían reír y que a veces chocaban. Sabía "meterse" con algunos Hermanos yendo a los puntos "flacos" y algunos de ellos no dejaban de entrar al trapo. No creo que nadie se sintiera ni ofendido ni molesto con sus bromas.

La muerte de Alfredo fue una sorpresa para todos. Un año antes  tuvo un aviso, pero no se lo tomó muy en serio. Pensaba que lo superaría como la vez anterior. Con todo, él sintió de alguna manera que su final no estaba lejos, sobre todo cuando veía que no recobraba las fuerzas. La muerte le sorprendió en camino, a 150 kilómetros de Lomé.

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César tenía un carácter muy diferente de Alfredo. Serio, tranquilo, respetuoso, discreto, a veces casi pasaba desapercibido. En momentos de tensión  ponía calma y muchas veces  prefería sufrir antes que ser causa de problemas en comunidad. Se tomaba la vida como algo que es duro, que hay que luchar y que hay que  renunciar a muchas cosas. Todo esto con la mayor naturalidad del mundo. Era muy austero en la comida, en el vestido en el estilo de vida. Mientras hubiera gente que sufriera y lo pasara mal, él consideraba que no tenía derecho a "ciertos lujos" como la buena comida, el descanso, o las comodidades... Esta actitud le llevaba a estar muy cercano de las personas que lo pasaban mal, los enfermos, los ancianos, los niños sin escuela, los jóvenes en paro, los campesinos... Es fácil  comprender que César quisiera quedarse en África. Ni la enfermedad muy grave que sufría, ni los consejos  de los amigos y superiores conseguían convencerlo de que se tenía que quedar en España.
Hermano César Pan

Su mayor alegría fue cuando pudo regresar a Akwaba, con los niños de la calle marfileños. Esta pasión por África y sus gentes hizo que una enfermedad que le hubiera matado en poco tiempo, le diera una tregua de vida de nueve años.

A César también  le gustaban las ciencias y era muy buen profesor. Los alumnos  disfrutaban con sus clases y les transmitía las ganas de saber y el amor por la naturaleza. Por todos los sitios que pasó plantó todo tipo de árboles y donde pudo impulsó la piscicultura. Quería que la gente tuviera para comer, para vender y para  pagar la escolaridad de los hijos.

En su última etapa, cuando la enfermedad ya pudo más que él, siguió siendo un ejemplo para todos los que le rodeaban.

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Tanto Alfredo como César nos han dejado un magnífico testimonio de lo que es SER HERMANOS HOY. Cada uno lo vivió a su manera y de forma original. Sus vidas nos animan a seguir  en nuestro camino, a darnos sin miedo, a estar siempre dispuestos  para servir a Dios en los más necesitados, los jóvenes y los niños. Incluso a dejar nuestras seguridades, a remar mar adentro, a correr ciertos riesgos, a no tener miedo de ponernos en las manos de Dios, a trabajar en su viña sin preocuparnos del salario que  recibiremos.

"Derrama amor por dondequiera que vayas. 
No permitas que quien llegue hasta ti se vaya sin ser más feliz" (Madre Teresa de Calcuta)
                                                                                                                                             Hermano Felipe García