"Un hombre es siempre más
alto
que la montaña que escala"
(Sabiduría
africana)
Nos
sucede a veces que cuando organizamos la
pastoral de vocaciones, tenemos que
pensar en estrategias muy elaboradas y sorprendentes para que los jóvenes se
interesen mínimamente por el tema.
Ocurre que tenemos ejemplos vivos
muy cercanos y somos incapaces de verlos
para proponérselos a los jóvenes. Las cosas sencillas pueden, a la
larga, resultar más interesantes.
Las
últimas semanas han llegado a mis manos las biografías de dos Hermanos que
muchos hemos conocido y tratado. Se trata
del Hermano Alfredo Rojo y del Hermano César Pan. Alfredo falleció hace
ya más de tres años, pero por razones diversas su biografía no pudo
salir antes. Sin embargo César falleció más recientemente y su hermano Servando, por iniciativa propia,
ha sacado una pequeña biografía.
Yo
he leído con mucho interés ambas biografías y se me ha ocurrido hacer una
pequeña reflexión sobre estos dos
Hermanos que conocí y aprecié. Me gustaría compartirla con vosotros.
Lo
que más llama mi atención es la manera como ambos han vivido su vocación de
HERMANOS. Los dos la han vivido intensamente, cada uno a su manera. África ha
sido el medio en el que han vivido su
vocación. Se dieron totalmente a la
misión sin importarles la salud, las
comodidades y otras cosas que
consideramos esenciales. Ser HERMANO en
África y su dedicación a sus gentes se convirtió en una pasión; vino a ser como
la perla o el tesoro del que nos habla
el Evangelio. Sin duda que tanto César como Alfredo hubieran podido hacer grandes servicios al
Instituto quedándose cerca de sus familias, en su tierra, sin arriesgar la salud. Nadie se lo hubiera reprochado.
Ambos manifestaron que en caso de muerte, querían quedarse en África. Tales
ejemplos, tan cercanos, nos interpelan con fuerza y hacen reflexionar, incluso a los que no
comparten dichas decisiones.
Cada
uno de ellos tuvo una infancia
diferente. César, por desgracia, se quedó huérfano desde niño. Como
Abraham, dejó su pueblo y se fue hacia Cambrils, muy lejos de su tierra. Sin
duda que su hermano Servando y su
"ángel custodio", el Hermano Marcos Alonso, hicieron que la separación fuera menos dura. Por el
contrario, Alfredo nace en una ciudad, Palencia, va desde pequeño al colegio de La Salle , cerca de su familia.
Cuando se va para ser Hermano entra en Bujedo, no lejos de la familia.
Sus
circunstancias iniciales fueron bien diferentes, lo mismo que su carácter, pero
ambos emprendieron un mismo camino: SER HERMANOS.
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Nos
cuentan de Alfredo que desde jovencito ya era bastante crítico con el sistema.
Cuando algo le chocaba lo manifestaba claramente. Podemos decir que era un poco
rebelde. En aquellas épocas era motivo
para que fuera considerado "poco serio". Eso mismo le acarreó
problemas a la hora de los capítulos de votos y le cayeron algunas "judías
negras". Como el miraba hacia el horizonte, no le daba demasiada importancia a esas cosas.
Hermano Alfredo Rojo |
A
Alfredo le encantaba todo tipo de música. También le gustaba cantar, leer,
investigar, curiosear, divertirse, vivir la vida... Hacía partícipes a los
demás de su energía vital. Esto mismo le
llevó a estudiar Ciencias y a disfrutar estudiando y enseñando.
Cuando se fue a Guinea Ecuatorial, su entusiasmo,
su espontaneidad y su espíritu crítico
hacia lo que consideraba injusto o poco
coherente hizo que lo compartiera abiertamente con sus alumnos y que les
hiciera tomar conciencia de las
realidades que vivían. Todas estas circunstancias hicieron que Alfredo tuviera
que salir "por piernas" de este país, pues había gente que pensaba
que podría resultar peligroso para la juventud.
Alfredo
tenía una relación sincera y directa con los que le rodeaban, en particular con
los alumnos. Se interesaba por ellos, su vida, sus problemas, su futuro... Echaba una mano a los que más problemas
tenían y a veces hasta les ayudaba económicamente de manera discreta.
Estimulaba el espíritu crítico y la responsabilidad de sus alumnos, lo mismo
que la originalidad y la creatividad.
En
comunidad ponía siempre buen ambiente
con un poco de "sal y
pimienta". Tenía muchas ocurrencias que hacían reír y que a veces
chocaban. Sabía "meterse" con algunos Hermanos yendo a los
puntos "flacos" y algunos de ellos no dejaban de entrar al trapo. No
creo que nadie se sintiera ni ofendido ni molesto con sus bromas.
La
muerte de Alfredo fue una sorpresa para todos. Un año antes tuvo un aviso, pero no se lo tomó muy en
serio. Pensaba que lo superaría como la vez anterior. Con todo, él sintió de alguna manera que su final no estaba lejos, sobre todo
cuando veía que no recobraba las fuerzas. La muerte le sorprendió en camino, a 150 kilómetros
de Lomé.
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César
tenía un carácter muy diferente de Alfredo. Serio, tranquilo, respetuoso, discreto, a veces casi pasaba desapercibido.
En momentos de tensión ponía calma y
muchas veces prefería sufrir antes que
ser causa de problemas en comunidad. Se tomaba la vida como algo que es duro,
que hay que luchar y que hay que
renunciar a muchas cosas. Todo esto con la mayor naturalidad del mundo.
Era muy austero en la comida, en el vestido en el estilo de vida. Mientras
hubiera gente que sufriera y lo pasara
mal, él consideraba que no tenía derecho a "ciertos lujos" como la
buena comida, el descanso, o las comodidades... Esta actitud le llevaba a estar muy cercano de las personas que lo
pasaban mal, los enfermos, los ancianos, los niños sin escuela, los jóvenes en
paro, los campesinos... Es fácil
comprender que César quisiera quedarse en África. Ni la enfermedad muy grave que sufría, ni los
consejos de los amigos y superiores
conseguían convencerlo de que se tenía que quedar en España.
Hermano César Pan |
Su
mayor alegría fue cuando pudo regresar a Akwaba, con los niños de la calle marfileños.
Esta pasión por África y sus gentes hizo que una enfermedad que le hubiera
matado en poco tiempo, le diera una tregua de vida de nueve años.
A
César también le gustaban las ciencias
y era muy buen profesor. Los
alumnos disfrutaban con sus clases y les
transmitía las ganas de saber y el amor por la naturaleza. Por todos los sitios
que pasó plantó todo tipo de árboles y donde pudo impulsó la piscicultura.
Quería que la gente tuviera para comer, para vender y para pagar la escolaridad de los hijos.
En
su última etapa, cuando la enfermedad ya pudo más que él, siguió siendo un ejemplo para todos los que
le rodeaban.
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Tanto
Alfredo como César nos han dejado un magnífico testimonio de lo que es SER HERMANOS HOY. Cada uno lo vivió a su
manera y de forma original. Sus vidas nos animan a seguir en nuestro camino, a darnos sin miedo, a
estar siempre dispuestos para servir a
Dios en los más necesitados, los jóvenes y los niños. Incluso a dejar nuestras
seguridades, a remar mar adentro, a correr ciertos riesgos, a no tener miedo de
ponernos en las manos de Dios, a trabajar en su viña sin preocuparnos del
salario que recibiremos.
"Derrama
amor por dondequiera que vayas.
No permitas que quien llegue hasta ti se vaya
sin ser más feliz" (Madre Teresa de Calcuta)
Hermano
Felipe García
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