lunes, 3 de diciembre de 2012

Hablan nuestros alumnos

¿Quién es un Hermano de La Salle hoy?

He aquí un montón de respuestas muy concretas; desde las más ingenuas y directas de los niños, hasta las explicaciones más sesudas de los adolescentes y jóvenes de nuestros colegios y universidades. Para pensar... 

http://www.youtube.com/watch?v=_KHJkQfvF0E&feature=autoshare

martes, 30 de octubre de 2012

Hermana Roberta Vitasoa, Mahavelona (Madagascar)



“Si descuidásemos el servicio 
a los más pobres no seríamos lo que Dios 
espera de nosotras” 
Mis compañeros llevaban tiempo insistiendo en que viajase hasta Antananarivo, la capital de Madagascar, para animar una serie de actividades formativas. La idea me atraía así que, en cuanto tuve oportunidad, allí me presenté. Por lo que decían, me imaginaba que trabajaría en el ambiente y con los medios propios de una gran ciudad. Y, en parte, así fue; solo en parte...

Porque lo que nunca se me había pasado por la cabeza es que mis mejores momentos en la enorme isla del Índico tendrían como escenario un polvoriento pueblecito de la campiña central malgache  –Mahavelona–, en el que las Hermanas Guadalupanas de La Salle tienen una comunidad.

La artífice de todo fue una vieja conocida, la Hermana Roberta Vitasoa, responsable máxima del colegio diocesano que en aquella localidad dirigen las religiosas Guadalupanas. Esta Hermana se empeñó en aprovechar mi presencia en tierras malgaches para organizar un cursillo destinado a los maestros católicos de aquella olvidada comarca de Mahavelona y, de paso, alguna cosa más para las Hermanas de su comunidad.

No podía rehusar, así que allí me presenté, un poco a la aventura, sin saber a ciencia cierta lo que me esperaba... Fueron diez días de ensueño, una auténtica gracia del cielo, el mejor regalo de cuantos recibí en aquellas intensas semanas en Madagascar.

Una vieja amiga.- Conocí a la Hermana Roberta en Madrid, cuando ella aprovechaba, con verdadera fruición, el año sabático que le habían ofrecido para mejorar su formación. Por distintos motivos, tuvimos ocasión entonces de conversar con frecuencia; siempre me sorprendieron sus profundas convicciones vocacionales y misioneras. Pero acompañarla ahora en su ambiente, superar con ella las dificultades cotidianas, visitar los lugares y las personas que la cuestionan sobre su misión y que le reclaman respuestas evangélicas concretas, compartir sobre el terreno sus sueños más personales... ha sido algo del todo distinto; me ha permitido comprender mejor sus insistencias, sus subrayados, sus lugares comunes; me ha ayudado, en definitiva, a conocerla más a fondo.

La Hermana Roberta es malgache; procede de una tribu del sur, los bara, que tienen fama entre sus compatriotas de guardar celosamente sus tradiciones inmemoriales, y entre los misioneros de ser particularmente impermeables a la fe cristiana. “Si vas a mi poblado un domingo, encontrarás la iglesia llena, pero entre los fieles no verás a un solo bara”, me dice sonriente cuando le sugiero que, al destacar la cerrazón de la gente de su etnia, quizás se esté exagerando un poco. Y añade una anécdota personal: “Una vez conocí por casualidad a un misionero polaco que había pasado más de treinta años en mi tierra; cuando le dije que era bara no se lo podía creer. ‘¿Religiosa y bara? Imposible: los baras jamás se harán cristianos’, repetía con insistencia”. Nuestra Hermana tuvo que ir nombrando a las personas más célebres de su familia, gente muy conocida para el misionero, para que este se convenciera de que no le estaban engañando.

Según sus propios cálculos, la Hermana Roberta debe de ser la segunda religiosa bara; sacerdotes o religiosos de su tribu no conoce a ninguno. Claro que nuestra Hermana contó con una baza vocacional favorable. Su padre era policía, lo que le permitió salir muy pronto de su pueblo y vivir en lugares donde la fe cristiana estaba más arraigada. De hecho, la Hermana vivió de joven en varias ciudades, y en una de ellas, Ambositra, conoció a los Hermanos de La Salle, que dirigían el colegio donde estudiaba. Roberta quiso ser como ellos y terminó profesando con las Guadalupanas de La Salle, un Instituto religioso que en aquel momento no estaba presente en Madagascar.

En realidad, fue precisamente la insistencia de la joven Vitasoa  –y de otras chicas como ella–  en ser como los Hermanos lo que obligó a estos a ponerse en contacto con las Guadalupanas, religiosas animadas por el mismo carisma de La Salle, para que viniesen a fundar a Madagascar. La Hermana Roberta formó parte de la primera promoción de novicias Guadalupanas malgaches. Eso fue hace casi veinte años pero ella nunca se ha arrepentido de aquella opción tan aventurada.

Religiosa y universitaria.- La decisión de nuestra Hermana de hacerse religiosa no fue nada fácil pues sus familiares se oponían con todas sus fuerzas, y de ninguna manera querían dar su brazo a torcer: “Como mis mayores no eran cristianos, no podían comprender mi opción. Pero el amor de Dios me había atrapado, y yo estaba completamente convencida de que el Señor me llamaba por ese camino”.

Por otra parte, en Madagascar  –y menos aún entre los baras–  no es nada normal que una mujer se dedique al estudio, e incluso logre concluir con éxito una carrera universitaria. “Sin embargo, mi padre era en esto una excepción; quería que yo fuese a la universidad y estudiara allí lo que más me gustase  –nos cuenta la Hermana Roberta– . Y, para llevar a cabo su idea, estaba siempre muy pendiente de mí, de modo que no me distrajese con fiestas, chicos, etc. Ese era otro motivo por el que él no quería que yo fuese religiosa: para poder estudiar. Pero, después de profesar como Hermana, creo que he cumplido de sobra aquellos deseos de mi padre, aunque, por desgracia, él no viviera para verlo”.

La Hermana Roberta se siente una privilegiada por haber podido formarse en la universidad, aunque entre sus Hermanas esto es bastante habitual. “Las Hermanas Guadalupanas malgaches tenemos muy claro que si queremos prestar un buen servicio a la sociedad debemos estar bien preparadas profesionalmente, y luego, también, ser muy generosas en nuestro trabajo”.

Una vez concluida su preparación académica le tocó dedicarse en cuerpo y alma a la misión. Tampoco entonces lo tuvo fácil porque, tal vez debido a sus estudios, su principal responsabilidad consistió siempre en dirigir escuelas; el primer año en Tamatave, la segunda ciudad del país, pero los ocho siguientes tuvo que irse al campo, muy lejos de las ciudades, a un mundo pobre y olvidado de todos. “Para quien busca comodidades no es nada agradable vivir en un pueblo como Mahavelona, pero las Hermanas buscamos a Dios, y Él está sobre todo entre los pobres”, comenta la Hermana, para recordar a continuación el lugar de honor que, a este respecto, ocupan los pobres en su institución: “Las Hermanas tenemos que mantenernos muy fieles a nuestro carisma de servicio a los más pobres; si lo descuidásemos no seríamos lo que tenemos que ser, lo que Dios espera de nosotras”.

Y, como sin quererlo, la Hermana Roberta nos desvela un secretillo interior, que la vuelve mucho más humana y nos descubre, al mismo tiempo, otra cara de su profunda espiritualidad apostólica: “Cuando me siento un poco desmoralizada  –a todos nos pasa–  me gusta recordar que anunciar la Palabra de Dios a los pobres es uno de los signos más claros de la presencia del Reino de Dios entre nosotros; lo dice el Evangelio. Y así me animo un poco”, concluye.

Pobres pero alegres.- Las Guadalupanas de Mahavelona viven con mucha austeridad; en esto se parecen a sus vecinos: no tienen agua en casa, por lo que han de dedicar todos los días un largo rato a acarrearla desde las fuentes del pueblo, aunque para ello a menudo cuentan con la ayuda de los propios chicos y chicas de su internado. Tampoco disponen de electricidad, por más que una placa solar les proporcione algo de luz al anochecer para que puedan rezar y cenar con un poco más de tranquilidad. Ellas mismas se resuelven todos los problemas de cocina, compras, limpieza de la casa, lavado de la ropa…, muchas veces después de un trabajo agotador en clase, en la parroquia vecina, en el pueblo o por los poblados de los alrededores. Las dos Hermanas más jóvenes tienen, incluso, que compartir habitación.

Una vida pobre, al servicio generoso de los pobres, que se desarrolla en medio de una alegría desbordante; esto, ciertamente, llama la atención. “Ser pobres no sirve de nada si no es una pobreza voluntariamente aceptada y vivida con alegría; como hacía san Francisco”, afirma sin dudar la Hermana Roberta cuando le subrayo este detalle de su comunidad. Pero ella va aún más lejos: “La verdad es que, con nuestros ingresos, no hay forma de vivir de otra manera; pero si pudiéramos elegir, tendríamos que optar por un estilo de vida muy sencillo, parecido al que llevamos ahora; por fidelidad a nuestro carisma y por solidaridad con nuestros alumnos y vecinos”.

La comunidad Guadalupana de Mahavelona está formada por cinco Hermanas, todas malgaches, que intentan vivir como una familia muy unida, en la que todas son responsables de cuanto la comunidad es y hace: “La vida comunitaria tal vez sea lo que más nos cuesta, pero estamos convencidas de que sin una comunidad muy sólida nuestra vida sería muy difícil, y también nuestra misión”, confiesa con sinceridad la Hermana Roberta. “Nos encantaría que la gente nos viese como un grupo muy unido, a pesar de no tener lazos de sangre. En nuestro país la familia es fundamental; pues bien, nosotras queremos formar una nueva familia, más fuerte y más unida todavía que nuestras familias naturales, una familia basada en la fe y en la vocación común de todas las Hermanas, y partir de ahí contagiar nuestra experiencia por todas partes.”

Luego nuestra Hermana se queda un rato en silencio, pensativa, para añadir de pronto: “Tener un solo corazón y una sola alma, como los primeros cristianos; no sería mala idea… Y atraeríamos a mucha gente, como entonces”. En esto, a buen seguro, el Señor está plenamente de acuerdo con la Hermana Roberta.

                                                                                                                 Josean Villalabeitia

martes, 25 de septiembre de 2012

Religiosos Hermanos


IDENTIDAD Y ROL 

DEL HERMANO RELIGIOSO 

EN LA ESCUELA DE HOY


Entrevista a los Hermanos Fernando León, Hugo Cáceres y Marco Albani, todos ellos miembros de Institutos religiosos dedicados a la educación, en el marco del primer Encuentro Intercongregacional de Religiosos Hermanos, que se está desarrollando en estos momentos en Roma.


http://www.zenit.org/article-43195?l=spanish

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Comienza el curso en los Centros La Salle



El Distrito Arlep, que reúne las obras lasalianas de España y Portugal, comienza el presente curso 2012-2013 con el lema común "De ti depende, de ti dependo", centrado en la responsabilidad. He aquí tres vídeos, a propósito de dicho lema, colgados en la red por distintas entidades lasalianas.

La Salle-El Carmen (Melilla)

Pastoral del Colegio La Salle-Antúnez, de Las Palmas de Gran Canaria

Colegios La Salle. Distrito Arlep


sábado, 8 de septiembre de 2012

De La Salle, en femenino…


Hermana Roberta Vitasoa, Guadalupana malgache

Una pregunta que surge a menudo, hasta en los círculos lasalianos mejor informados, es si existen Hermanas de La Salle, es decir, chicas, mujeres, religiosas organizadas según el carisma de San Juan Bautista De La Salle.

La respuesta es sencilla: sí que existen, aunque inmediatamente después hay que matizar un poco. Son Hermanas de La Salle, en efecto, aunque no fueran fundadas por Juan Bautista De La Salle en persona, sino por alguno de sus Hermanos. Y, además, las dos congregaciones existentes son bastante recientes; ambas nacieron en el siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial.

Dos congregaciones distintas
Nos referimos, por una parte, a las Hermanas Guadalupanas de La Salle, fundadas en 1946 en Méjico, por el famoso Hermano “Juanito”, que, a pesar de tan castizo nombre, era de nacionalidad francesa; eso sí, llevaba muchos años de misionero en tierras mejicanas y conocía bien la idiosincrasia y necesidades de su país de adopción. Las Hermanas Guadalupanas de La Salle son en la actualidad unas 240 y están extendidas por una docena de países de cuatro continentes.

Además de las Guadalupanas, están también las La Salle Sisters, nacidas en el Extremo Oriente justo después del Concilio Vaticano II, que rondan hoy el medio centenar de Hermanas, extendidas por Estados Unidos, Tailandia y Vietnam. Ambas congregaciones comparten el carisma lasaliano, aunque en la práctica son dos instituciones distintas, con estatutos y superiores diferentes.

Los Hermanos españoles llevan ya varios años invitando a algunas Hermanas Guadalupanas a participar en distintas actividades de formación en el carisma lasaliano que se organizan en la ARLEP, de manera que, además de beneficiarse de la experiencia, puedan crear lazos lasalianos y aportar su propia sensibilidad femenina y su manera diversa de comprender las distintas problemáticas que se abordan en esas sesiones formativas.

La Hermana Roberta
Hemos hablado con la Hermana Roberta Vitasoa, Guadalupana de La Salle nacida en Madagascar, que celebró en España su 38º cumpleaños. La Hermana Roberta, participante en el CEL y la Comunidad de Emaús del curso pasado, realizó estudios universitarios de pedagogía y, antes de venir a España, dirigió en su país, durante seis años, dos colegios de su congregación.

La decisión de Roberta de hacerse religiosa fue una sorpresa para toda su familia, que no lo aceptaba de ninguna manera: “Como mis mayores no eran cristianos, no podían comprender mi opción. Pero el amor de Dios me había atrapado, y yo estaba completamente convencida de que el Señor me llamaba por ese camino”.

Por otra parte, en Madagascar –y menos aún en su tribu, los “bara”– no es nada normal que una mujer se dedique al estudio y logre concluir una carrera universitaria. “Sin embargo, mi padre era en esto una excepción; quería que yo fuese a la universidad y estudiara allí lo que más me gustase –nos cuenta la Hermana Roberta–. Y, para conseguirlo, estaba siempre muy pendiente de mí, de modo que no me distrajese con discotecas, chicos, etc. Este era otro motivo por el que él no quería que yo fuese religiosa. Pero, después de profesar como Hermana, creo que he cumplido de sobra aquellos deseos de mi padre, aunque, por desgracia, él no vivió para verlo”.

La Hermana Roberta se siente una privilegiada por haber podido estudiar en la universidad, si bien entre sus Hermanas esto es lo habitual. “Las Hermanas Guadalupanas malgaches tenemos muy claro que si queremos prestar un buen servicio a la sociedad debemos estar bien preparadas intelectualmente, y luego, también, ser muy generosas en nuestro trabajo”.

Esta opción de las Hermanas por una formación exigente les da más de un quebradero de cabeza: “Enviar Hermanas a la universidad no es nada fácil para nosotras, porque, por una parte, la estudiante apenas puede ayudar a sus Hermanas en los colegios; y, por la otra, supone gastar un dinero que cuesta obtener y, a veces, escasea. Pero, apretándonos un poco el cinturón y solicitando aquí y allá alguna ayuda, hasta el momento hemos podido formar a bastantes Hermanas en Pedagogía, Filosofía o Teología. Además, las elegidas no pierden el tiempo y suelen tener buenos resultados académicos”.

Los Hermanos y las Hermanas
La Hermana Roberta nos cuenta que ella estudió en un colegio de Hermanos y conoce bien a algunos de ellos. “Los Hermanos dirigen en Madagascar algunos de los colegios más prestigiosos; cuentan con buenos profesores y suelen tener resultados muy brillantes en los exámenes oficiales. Pero, a veces, son demasiado elitistas, porque el Estado no ayuda nada a la educación privada”.

Quienes conocen ambas instituciones, no obstante, señalan diferencias muy profundas entre ellas. Para la Hermana Roberta, no hay que ver demasiados misterios en ello: “Los Hermanos llevan más de un siglo en Madagascar y algunas de sus obras, que en su momento eran muy evangélicas, están hoy al servicio de la gente rica de las ciudades. Por otra parte, son bastante numerosos y en un gran rebaño se suelen encontrar ovejas de todos los colores. Las Hermanas, en cambio, estamos empezando y tratamos de mantenernos muy fieles a nuestro carisma de servicio a los más pobres”. Y, en efecto, quienes las han visitado sobre el terreno se hacen lenguas describiendo las condiciones de pobreza radical en las que viven, la fraternidad evangélica que desprenden sus comunidades por todos sus poros y la encomiable entrega a la misión de que hacen gala, muchas veces en condiciones extremadamente duras.

Fueron, precisamente, los Hermanos malgaches quienes introdujeron la Congregación de las Guadalupanas en Madagascar. “Entre las alumnas de los Hermanos había un grupito de chicas empeñadas en «ser como ellos». Varios Hermanos se encargaban de la animación espiritual y vocacional del grupo. Como la cosa parecía que iba en serio, hablaron con las responsables de las Hermanas Guadalupanas, que vinieron a conocer en directo qué pasaba con aquellas chicas. Lo que vieron debió de gustarles porque al poco tiempo se abría en la isla un postulantado, que dio lugar, poco después, al primer noviciado guadalupano, formado por siete novicias malgaches y dos formadoras mejicanas”. Una de aquellas novicias era, precisamente, la Hermana Roberta.

Identidad marcada
Observadas desde fuera, parece como si hubiera dos tipos de Hermanas Guadalupanas de La Salle: unas que se dedican a distintos servicios domésticos o fraternos, y otras más centradas en el apostolado directo, escolar y/o catequístico. La Hermana Roberta, sorprendida, rechaza de plano este planteamiento y reacciona a nuestras palabras con vehemencia: “Hacer este tipo de distinciones es un error grave. Nuestra consagración gira en torno a un único eje esencial: procurar la gloria de Dios realizando juntas y por asociación distintas actividades cuyos destinatarios finales son, en definitiva, los niños y jóvenes pobres. Todas las Hermanas nos sentimos íntimamente comprometidas con los proyectos del Instituto, aunque luego, en función de las necesidades y circunstancias concretas, a cada una nos corresponda una tarea particular”.

Y, por si quedaran dudas, nuestra Hermana remacha su explicación de otra manera: “Cada Hermana aporta algo distinto, es cierto, pero, hagamos lo que hagamos, todas vivimos la misma espiritualidad y participamos en la misma misión. Somos una única congregación, con una única misión y una única espiritualidad, aunque desarrollemos un amplio y variado abanico de actividades”.

La expansión de la Congregación de Hermanas Guadalupanas por Madagascar ha sido llamativa de verdad. “Bueno, en este momento somos 44 Hermanas, prácticamente todas menores de cuarenta años. Hace cuatro años saltamos a la vecina isla de La Reunión, en donde ahora tenemos una comunidad, y estamos madurando la posibilidad de fundar en algún país africano, ya que dos de nuestras Hermanas son ruandesas”.

La viña del Señor es inmensa, pero, para cultivarla, las Hermanas Guadalupanas de La Salle malgaches confían en la generosidad de las jóvenes de su tierra: “Dios continúa mostrándose rico en misericordia con nosotras... Por ello, nos envía chicas entusiasmadas por Él que buscan en nuestras comunidades una fraternidad evangélica contagiosa y desean gastar gustosas su vida al servicio de la juventud más pobre... Esperamos no defraudarlas demasiado y, con la ayuda de todos, poderlas formar como se merecen”.

Hermano Josean Villalabeitia

miércoles, 9 de mayo de 2012

Formación de educadores cristianos en Abiyán (Costa de Marfil)


El "Celaf Institut" cumple veinte años


El “Celaf Institut” es un centro universitario fundado por los Hermanos de las Escuelas Cristianas en Abiyán, la capital económica de Costa de Marfil (África Occidental), a principios del curso académico 1991-1992. Está, por tanto, celebrando el vigésimo aniversario de su nacimiento.

Para subrayar de alguna manera tan significativo acontecimiento el Celaf Institut ha organizado diferentes actividades. La última de ellas ha consistido en una serie de sesiones de estudio, adaptadas a los diferentes grupos de alumnos que frecuentan el centro, en torno a dos temas de honda raíz lasaliana: la protección de los derechos de los niños y la pedagogía de san Juan Bautista De La Salle y sus primeros seguidores.

Estos cursos se desarrollaron entre los días 16 y 20 de pasado mes de abril y fueron organizados por los responsables del Celaf, con su director, el Hermano Emmanuel Mboua, a la cabeza. Su realización efectiva fue posible gracias al generoso apoyo del Secretariado Lasaliano de Solidaridad y Desarrollo, los Hermanos de La Salle españoles y Proyde, ONGD lasaliana del mismo país.

Las sesiones de trabajo, que han dejado un agradable sabor de boca en cuantos participaron en ellas, fueron animadas, en sus diversos contenidos y secciones, por la señorita Angela Matulli, que trabaja en la Casa GeneraliciaLa Salle” de Roma, la señora Bamba Koumba, jurista marfileña experta en problemas relacionados con la infancia, y el Hermano Josean Villalabeitia, antiguo profesor del Celaf, hoy adscrito al Centro Superior de Estudios Universitarios “La Salle”, de Madrid.

El objetivo fundamental del Celaf Institut es la formación de educadores cristianos que se comprometan a fondo en favor de la niñez y la juventud africanas. Para ello ofrece varios programas de estudios que van desde la preparación para obtener el certificado de maestro de escuela primaria hasta la licencia, el máster o el doctorado. Todas sus titulaciones académicas combinan, con diferente extensión, profundidad y duración, la Pedagogía, en sus diversas derivaciones escolares, con materias de contenido más específicamente humanístico y cristiano, prestando especial atención a una inculturación, lo más realista y adecuada posible, de los contenidos impartidos en los ambientes africanos.

Los diplomas de este centro lasaliano marfileño gozan del reconocimiento oficial de las más importantes instituciones universitarias africanas, tanto civiles como eclesiales.

En el Celaf Institut estudian en la actualidad unos doscientos universitarios, de los que unas dos terceras partes son religiosas y religiosos de variadas instituciones y nacionalidades. Una veintena de ellos son Hermanos de la Salle, en su mayoría escolásticos africanos francófonos, aunque no falten representantes de Líbano o Haití y algún Hermano de más edad. Los laicos son, en su totalidad, marfileños.

Aunque los últimos acontecimientos político-militares de Costa de Marfil han afectado, en cierta medida, al normal desenvolvimiento del Celaf Institut de Abiyán, no hay duda de que, tras la paz y la estabilidad política, el horizonte que se abre ante a él rebosa de esperanza. Se trata, sin duda, de una espléndida noticia para tantos niños y jóvenes africanos que sufren para ver plenamente reconocida en hechos su sagrada dignidad de personas e hijos de Dios. ¡Que Dios los bendiga a todos ellos con generosidad!

Hermano Josean Villalabeitia
La noticia en otras lenguas:


lunes, 30 de abril de 2012

Aniversario del nacimiento de De La Salle

Al recordar el 361º aniversario del nacimiento de San Juan Bautista De La Salle (30 de abril de 1651) podemos disfrutar de una animación preparada por los lasalianos de Filipinas para conmemorar el centenario de la llegada de los Hermanos a aquellas islas. Una delicia de delicadeza y finura. ¡A pasar muy buen día!
http://www.youtube.com/watch?v=Ikqk-fmLpVg&feature=player_embedded

martes, 6 de marzo de 2012

Biblioteca Digital La Salle

Una espléndida noticia para los lasalianos: se ha creado la "Biblioteca Digital La Salle", que pone, a través de la Red, una gran cantidad de publicaciones lasalianas a disposición de cuantos deseen consultarlas; y, con toda seguridad, los títulos se irán ampliando conforme avance el tiempo. Felicidades a los responsables de esta iniciativa tan valiosa para cuantos amamos el mundo lasaliano.

http://biblio.lasalle.org/