Desde los primeros momentos de su
fundación los Hermanos de La Salle han pensado en los pobres.
En realidad, los pobres son el
origen primordial de la aventura lasaliana, que encuentra en la escuela
cristiana el mejor instrumento para sacarlos de la marginación e introducirlos
en la sociedad y en la Iglesia como lo que son: ciudadanos a carta cabal e
hijos amados de Dios. Más aún: según el Evangelio, los pobres son los
preferidos de Dios.
En la escuela cristiana se
prepararán para el trabajo, espléndida puerta de entrada a la vida plena en
sociedad, aprenderán rudimentos de cortesía para no desentonar cuando se hallen
entre gentes de otro nivel social y se formarán como cristianos que conocen
bien su fe y los compromisos prácticos que comporta, hacia la Iglesia y hacia
sus semejantes.
Y todo esto, pensado, animado,
desarrollado... desde una comunidad. Porque un lasaliano solitario, aislado, no
tiene sentido, como tampoco lo tendría un lasaliano al que no le importase la
educación de los niños y los jóvenes, que no se sintiera interpelado e
impulsado a hacer algo en favor de los pobres, o que planteara la misión
lasaliana, en la escuela o fuera de ella, desligada del interés pastoral y de
cualquier preocupación evangelizadora.
Hermanos de las Escuelas
Cristianas, ¡eso es! El nombre lo dice casi todo...
Tempranas
inquietudes misioneras.- Cuenta la historia que, cuando Juan Bautista De La Salle todavía
vivía, los lasalianos decidieron ya salir de Francia para abrir una escuela en Roma,
que por aquella época era la cabeza de los Estados Pontificios, con el Papa
como responsable supremo a la cabeza. En la capital transalpina pretendían
desarrollar sus planteamientos pedagógicos y evangelizadores, al tiempo que
anunciaban a todo el mundo la fidelidad que los Hermanos de las Escuelas
Cristianas guardaban al obispo de Roma, en un momento en que no pocos jerarcas eclesiásticos
galos preferían apostar por una Iglesia auténticamente francesa, desligada de
la cátedra de San Pedro, cuyo comportamiento en relación con los franceses no
parecía convencerles del todo.
Y a Roma se fue en 1702 el bueno
de Gabriel Drolin, un Hermano profundamente fiel a De La Salle y sus Hermanos a
pesar de los malos momentos que de vez en cuando le tocó soportar.
Por esas mismas fechas llegó
incluso a existir un plan para fundar centros lasalianos en Canadá, colonia
gala que en aquellos momentos lucía el significativo nombre de "Nueva
Francia". A última hora el proyecto se frustró, pero la intención era muy seria.
Pero si falló no fue por falta de ganas o generosidad por parte de aquellos primeros
Hermanos, y es que salir de las fronteras de su tierra natal no producía ningún
miedo en los primeros lasalianos cuando de atender a los pobres en sus escuelas
se trataba.
La gran
expansión.- Sin embargo,
la gran explosión misionera del Instituto de los Hermanos tendrá lugar mediado
el siglo XIX, aun cuando para esas fechas hubiesen ya fundado fuera de Francia,
en países como Bélgica o Suiza, e incluso en colonias francesas lejanas como
Martinica, Guyana o la isla de La Reunión. Además, en 1837 se había hecho, por
fin, realidad el viejo sueño de fundar en Canadá, y poco más tarde La Salle
entrará también en Estados Unidos.
Pero habrá que esperar hasta las
inmediaciones de 1850 para asistir al inicio de un proceso que continuará sin
descanso casi hasta finales del siglo XX, con fundaciones que a menudo tienen lugar
al ritmo de un país nuevo por año y otras veces de forma algo menos intensa, aunque
sin disminuir en ningún momento el entusiasmo misionero.
Niños y jóvenes necesitados de
los cuatro puntos cardinales convocan con fuerza a la aventura misionera lasaliana:
África -Egipto (1847), Argelia (1853),
Túnez (1854)...-, América -Ecuador
(1863), Colombia (1874), Chile (1877)...-, Asia -Turquía (1841), Malasia (1852), Singapur
(1852)...-, Europa -Alemania (1850),
Inglaterra (1855), Grecia (1858)...- La Salle responde siempre con generosidad
y audacia.
Precoces frutos de santidad.- Curiosamente,
dos alumnos de las primeras escuelas que los lasalianos fundaron en tierras
lejanas se hallan hoy en los altares oficiales de la Iglesia: el santo Hermano
Miguel Febres, que de niño estrenó la primera escuela de los Hermanos en
Ecuador, inaugurada en Cuenca en 1863, y el beato Hermano Rafael Luis
Rafiringa, alumno asimismo de la promoción inaugural de la primera escuela que
los Hermanos abrieron en Madagascar, en 1866.
Estas entrañables figuras
lasalianas, hoy universales, están proclamando, casi sin pretenderlo, la
extraordinaria fecundidad de la vida y el compromiso apostólico de aquellos
primeros Hermanos misioneros.
Momentos favorables.- Más
adelante, dos periodos históricos en particular van a ser especialmente propicios
a la expansión misionera del Instituto lasaliano. Por un lado, los años
inmediatamente posteriores a 1904, fatídica fecha en que los religiosos son
expulsados de las escuelas francesas y tienen que buscar, con imaginación,
nuevas formas de desarrollar su misión educativa y evangelizadora.
Una de las vías elegidas será
salir de su tierra. Aguardarán a veces cerca de las fronteras a la espera de
nuevos acontecimientos. Pero en otras ocasiones marcharán a países lejanos para
echar una mano a los compañeros que bregan por aquellas tierras desde hace
algún tiempo, o, sencillamente, a crear de la nada un nuevo plantel misionero,
con contagioso entusiasmo apostólico y plena confianza en la Providencia
divina.
Gracias al compromiso de estos
Hermanos franceses, proscritos de las escuelas de su tierra natal a comienzos
del siglo XX, pudieron ver la luz Distritos lasalianos hoy tan florecientes
como México, Brasil o Australia, por ejemplo.
Bajo el
impulso colonial.- Los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, que afectó muy
negativamente a la labor lasaliana en los países directamente implicados en la
contienda, significaron en escuelas y casas de formación de La Salle, sobre
todo en Europa, la recuperación de la tan añorada normalidad perdida.
Olvidados los sobresaltos bélicos
y con la vida ya normalizada, resurge el antiguo entusiasmo misionero que, a
decir verdad, nunca se había apagado del todo. Es el segundo gran momento
misionero de los lasalianos.
Una evidencia incontestable de la
pujanza de su compromiso en tierras lejanas son los datos. Así, entre 1946 y
1968 el Instituto lasaliano inicia su andadura en 25 nuevos territorios, ninguno
de ellos europeo o norteamericano. Hoy en día casi todos son ya países
independientes, pero en la época a la que nos referimos la mayoría eran
colonias dependientes de países del norte -12 africanos, 8 de Asia u Oceanía y 5 de
América Latina- que bullían en ansias de
liberación.
En muchos de ellos a los Hermanos
les atrapará la oleada independizadora de los años sesenta del siglo XX, que
supondrá un hito decisivo en el devenir de aquellos países y marcará su
historia de manera definitiva, con los lasalianos formando parte inseparable de
ella.
Misioneros como todos.- Los
misioneros lasalianos se parecen a tantos creyentes, religiosos o seglares,
que, impulsados por una llamada interior, que ellos atribuyen al Espíritu, han
decidido salir de las fronteras de su tierra originaria para extender el Reino
de Dios allende los mares.
Con todos ellos, los de La Salle han
debido resolver, con paciencia, los complicados retos de una adaptación a
costumbres y culturas casi siempre muy distintas de las propias. Al mismo
tiempo, se han tenido que enfrentar a la no menos sencilla tarea de inculturar la
fe cristiana y el Evangelio en las condiciones peculiares de los pueblos que
decidieron convertir en sus nuevos amigos.
Misioneros lasalianos.- Pero si
los misioneros lasalianos comparten con los demás esas tareas y condiciones propias
de la misión lejos de la cultura que uno ha mamado, lucen asimismo características
propias que los diferencian de otros proyectos misioneros, también necesarios y
hasta admirables. Porque los lasalianos pretenden ser fieles al carisma de La
Salle, a los criterios y maneras de actuar de su tradición, a la historia y la
espiritualidad lasalianas.
Así las cosas, los lasalianos
llevan a las misiones lo que ha sido su estandarte permanente a lo largo de los
siglos: la escuela cristiana; la preocupación por una educación integral de
niños y jóvenes; la catequesis y pastoral creativas, desarrolladas con seriedad
y exigencia; el interés prioritario por todos los pobres y necesitados, los
eternos marginados, y en particular por los analfabetos y alejados de la
educación; una manera de animar la misión profundamente comunitaria y en red,
compartiendo ideales y horizontes con muchas otras personas que desarrollan la
misión lasaliana en distintos puntos del planeta, a menudo de formas concretas
muy diferentes entre sí.
Las misiones de La Salle tienen,
ciertamente, su peculiaridad característica, que las conecta estrechamente con
los planteamientos y las aspiraciones de los lasalianos de los cuatro puntos
cardinales. La Salle es una amplia red educativa y misionera, que se extiende
por todos los rincones del mundo.
Los
últimos tiempos.- La misión lasaliana en nuestra época, fruto fecundo del camino
esbozado en los párrafos anteriores, ha adquirido unas dimensiones y unos
rasgos concretos que es interesante destacar:
· Personal autóctono.- Si en los primeros tiempos,
los protagonistas exclusivos de la acción misionera eran fundamentalmente Hermanos
que marchaban lejos de su tierra natal para evangelizar aquellos pueblos
lejanos, hoy La Salle se ha vuelto nativa en casi todos los lugares. La figura
del misionero extranjero, a menudo de edad y con largos años de presencia en el
país, es todavía visible en algunas naciones, pero, por lo general, tanto los
Hermanos como los seglares lasalianos, incluyendo aquí sus autoridades, son hoy
hijos del propio país, nativos que han optado por la vocación lasaliana y la
inculturan cada día a los ámbitos en los que actúan. La Salle habla hoy infinidad
de lenguas, se siente a gusto en múltiples climas y colores de piel, alaba a
Dios desde el corazón de gentes de todas las latitudes de la Tierra.
· Solidaridad.- Es un valor permanente en el baúl
de herramientas de los lasalianos. Pero, en la actualidad, la solidaridad
lasaliana salta fronteras y se hace cada día más rabiosamente internacional.
Solidaridad que significa personas que se mueven para comprometerse a fondo
donde quiera que se necesite su aportación. Solidaridad que supone
planteamientos, horizontes, modelos, objetivos... que pasan de un lugar a otro para
mejor servir y educar a los pobres. Solidaridad que conlleva financiación,
fondos con los que acudir en ayuda de los lasalianos que tiene retos urgentes y
pocos medios para responder como La Salle debe hacerlo. Solidaridad que se vuelve
oración ante el Dios de los pobres para que se les haga cercano y, en clave
lasaliana, toque los corazones de quienes pueden hacer algo por ayudarlos.
· ONG.- Organizadas las cosas funcionan
mejor. Por ello, los lasalianos hemos estructurado organismos de todo tipo que
nos permitan estar en contacto con nuestros Hermanos en dificultad.
Otra manera de
hacer realidad, en definitiva, ese lema que nos ha impulsado a los lasalianos
de la Arlep a lo largo del curso que ahora concluye. Y es que, desde el punto
de vista lasaliano, todo lo anterior, sencillamente, es justo y necesario.
Josean
Villalabeitia
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Número de países
en los que
hay obras lasalianas
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África
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21
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América
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23
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Asia
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15
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Australia/Oceanía
|
3
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Europa
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18
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TOTAL
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80
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