jueves, 10 de septiembre de 2009

Caridad lasaliana en Roma


Entre los lasalianos es muy conocido un cuadro que muestra a Juan Bautista De La Salle repartiendo panes a un grupo de menesterosos, que la imaginación del artista ha querido ambientar en un gélido día de invierno, como proclaman sin rubor los blancos tejados del barrio en que la escena transcurre. Los detalles, efectivamente, son del pintor, pero no el hecho histórico, que recogen todas las biografías del Santo, situándolo en aquellos momentos en los que el rico canónigo De la Salle se decidió a vivir pobre con sus pobres maestros.

Más de tres siglos han pasado desde entonces, pero aquel gesto profético continúa inspirando la actuación de muchas personas que todavía hoy se plantean en serio cómo ayudar a la gente necesitada. Si no, que se lo pregunten a las madres de familia del lasaliano Colegio “Villa Flaminia”, de Roma (Italia), que llevan más de seis años manteniendo viva una iniciativa muy parecida a aquella que cumpliera el Señor de La Salle en su Reims natal. El nombre que le han dado no deja lugar a dudas sobre su intención y su modelo: “Mesa de caridad «De La Salle»”.

Todo el Colegio implicado
La aventura comenzó en 2001, cuando en el Colegio se intentaba organizar algo que recordase el 350º aniversario del nacimiento del Señor de La Salle (1651), así como los tres siglos de la llegada del primer Hermano a Roma (1702). Entre las abundantes ideas que surgieron, una se fue abriendo paso con claridad meridiana. Su originalidad, unida a su sencillez y a lo significativa que podía resultar para todos los lasalianos, le conferían una fuerza que las demás no tenían. Al final fue la que triunfó, de modo que pudo ponerse en marcha el 14 de enero de 2002 en unos sencillos locales del Colegio que se habían acondicionado al efecto; era la Mesa de caridad «De La Salle».

Por resumir de forma rápida en qué consiste, digamos que la Mesa es un comedor para gente pobre, gestionado y atendido por madres de familia y abuelas del Colegio, con la ayuda del resto de la comunidad educativa, desde los más pequeños hasta los de más edad: alumnos, padres, profesores, Hermanos, abuelos... Porque todo el Colegio se ha implicado activamente en este auténtico reto de solidaridad.

La organización concreta de la Mesa la asegura un grupo de alrededor de cincuenta voluntarias, que han constituido la asociación “Amigos de Villa Flaminia”. Ellas se encargan de todo; no sólo de lo material: adquisición de víveres, cocina, servicio de las mesas, limpieza final..., sino también de lo menos tangible, aunque no menos importante, como la atención al que llega, la escucha de sus inquietudes y dificultades o la distribución generosa de un poco de calor humano, que tanto echan en falta quienes pasan por el comedor benéfico. Porque tan importante como preparar y servir una comida equilibrada y sabrosa resulta acoger y tratar con cariño a los comensales. Y es que, como les gusta decir con orgullo a quienes se ocupan del comedor, “quienes vienen a la Mesa no son un número; son personas, tienen un nombre; aquí no hacemos nada sin acompañarlo de una palabra amable o una sonrisa”.

La educación también como objetivo
La Mesa de caridad se mantiene, sobre todo, gracias a un boyante mercadillo que se organiza dos veces al año en el Colegio, y a algún otro evento más modesto, como diversos campeonatos entre padres, loterías, etc. Los alumnos colaboran de forma directa en la obra ayudando a servir las mesas al mediodía, pero no han querido limitar su apoyo a este gesto. Su inquietud juvenil y su creatividad les han llevado a organizar por su cuenta un conjunto de actividades –tómbolas, espectáculos, etc.- que también aporta fondos. Además, en el atrio del Colegio hay permanentemente una gran cesta destinada a recoger lo que en ella se pueda depositar con destino a los más necesitados. Pero todo es poco, ya que la única ayuda con que la Mesa cuenta son unos pocos víveres procedentes de Cáritas diocesana.

De cualquier manera, el fin principal de todas estas actividades no es meramente recaudatorio. Además de ayudar a quien lo necesita, la Mesa de caridad lasaliana también pretende educar a los alumnos en ciertos valores humanos y cristianos fundamentales que gozan de poco predicamento en nuestra sociedad actual, como la solidaridad, la entrega a los demás o una cierta austeridad de vida. A fin de cuentas, privarse de lo que a uno más le gusta porque se piensa en quien no tiene nada ha sido siempre un espléndido camino de Evangelio. Por eso, para comprender del todo lo que sucede en torno a la Mesa de caridad del Colegio Villa Flaminia de Roma, es imprescindible enmarcarlo en el ambicioso marco educativo y pastoral que lo rodea.

La dura labor cotidiana
La organización práctica cotidiana es sencilla pero exigente. Cuatro o cinco voluntarias aseguran cada día de clase -la Mesa no funciona los fines de semana ni durante las vacaciones escolares- la buena marcha de la cocina, el comedor y el fregadero. El número de comidas que sirven ronda el centenar, repartido en dos turnos; a ellos acude gente necesitada de todo tipo: inmigrantes, vagabundos, parados, jubilados y otras personas en dificultad.

Para quienes no tienen sitio en el reducido comedor siempre queda la solución de los bocadillos, que casi todos los días hay que repartir en mayor o menor número. A veces también se prepara comida para llevar a casa, con destino a niños o enfermos, o simplemente para la cena. Incluso, cuando surge la urgencia, las voluntarias se las arreglan para buscar ropa, de adulto o de niño, eso no importa. De hecho, nuevas iniciativas benéficas –guardarropa, centro de escucha, etc.- no faltan, pero la estrechez del local de la asociación impide, de momento, convertirlas en una realidad permanente.

Todos beneficiados
Además de ayudar a los demás y contribuir a la educación de sus hijos, esta bella iniciativa lasaliana ha sorprendido a los voluntarios implicados en ella con un hermoso e inesperado regalo extra: se han sentido muy a gusto trabajando juntos por los pobres, cómplices gozosos en la extensión del bien, íntimamente unidos por los estrechos lazos de la caridad evangélica, amigos de verdad. Tal vez aquí resida la clave de lo que con tanto éxito ponen en práctica cada día: repartir cariño y humanidad a raudales entre quienes llaman a la puerta de su comedor. Y es que, según confiesan, “la Mesa de la caridad es una experiencia que hace bien al corazón”.

Hermano Josean Villalabeitia

1 comentario:

  1. https://yaldahpublishing.com/15-mejores-lugares-para-vivir-en-georgia-us/
    Tal vez aquí resida la clave de lo que con tanto éxito ponen en práctica cada día: repartir cariño y humanidad a raudales entre quienes llaman a la puerta de su comedor. Y es que, según confiesan, “la Mesa de la caridad es una experiencia que hace bien al corazón”.

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