Meditación para el día de la fiesta de
san José (MF 110)
Encargado por Dios san José de
cuidar y dirigir en lo externo a Jesucristo, era importante que tuviese las
cualidades y las virtudes necesarias para cumplir dignamente ministerio tan
santo y elevado. El Evangelio nos indica tres, que le cuadraban admirablemente
para el cargo que se le había encomendado: Era justo, era muy dócil a las
órdenes de Dios (1), y tenía cuidado especial de todo lo
relativo a la educación y mantenimiento de Jesucristo (2).
La primera cualidad que el
Evangelio atribuye a san José es que era justo; y también era la principal de
cuantas necesitaba, para ser capaz de dirigir a Jesucristo, pues siendo Dios y
la santidad misma, no hubiera sido conveniente que quien estaba encargado de su
dirección no fuera santo y justo delante de Dios.
Era, incluso, muy conveniente
que, después de la Virgen Santa, fuera uno de los mayores santos que vivieran
entonces en el mundo, para que guardara alguna proporción con Jesucristo, que
había sido confiado y encomendado a sus cuidados.
El Evangelio dice también que
era justo delante de Dios, es decir, enteramente santo. Vosotros estáis encargados, igual que san José, de un empleo santo que, por tener
mucha relación con el suyo, exige también que vuestra piedad y vuestra virtud
no sean corrientes. Tomad, pues, como modelo vuestro a san José, ya que lo
tenéis como patrono, y para haceros dignos de vuestro ministerio, procurad
sobresalir en virtud, a ejemplo de este gran santo.
Punto II
La segunda virtud que nos hace
notar el Evangelio en san José es la santa y plena sumisión a las órdenes de
Dios. Dios le advirtió por un ángel que permaneciera con la Virgen Santa cuando
dudaba si dejarla o no; e inmediatamente cesó de pensar en ello. Después del
nacimiento del Niño Jesús, Dios le avisó, de noche, que lo llevara a Egipto,
para salvarlo de la persecución de Herodes; y en seguida se levantó y partió
para llevarlo allá, con la Virgen Santa, su madre (3). Después
de la muerte de Herodes, Dios le comunicó que volviera a Judea; y volvió allá
sin demora (4). ¡Ah!, ¡cuán admirable es esta pronta y
sencilla obediencia en este gran santo, que no difirió ni un instante la
ejecución de lo que Dios deseaba de él!
¿Tomáis tan a pechos como este
santo el cumplir la voluntad de Dios? Si queréis que Dios os conceda abundantes
gracias, para vosotros y para la educación cristiana de los niños cuya tutela y
dirección tenéis, debéis imitar a este santo en su amor y en su fidelidad a la
obediencia; entre todas las virtudes, es la que más os conviene en vuestro
estado y empleo, y la que más gracia os atraerá.
Punto III
El Evangelio nos hace admirar,
además, en san José, el cuidado que tenía del Santísimo Niño Jesús, en la prontitud
con que lo condujo a Egipto (5), en cuanto recibió el aviso
de parte de Dios; en las precauciones que tomó al regreso, para no llevarlo
a Judea, por temor de Arquelao, que reinaba allí en sustitución de su padre
Herodes (6); y en la pena que experimentó de haberlo
perdido, al regreso de Jerusalén, como lo atestigua la Santísima Virgen con
estas apalabras: Tu padre y yo, muy preocupados por ti y llenos de
aflicción, te hemos estado buscando (7). Dos
cosas suscitaban en san José tan singular solicitud para con Jesús, a saber: el
encargo que le había hecho el Padre Eterno y el tierno amor que profesaba a Jesús.
Vosotros debéis poner tanta
diligencia y cariño en que los niños cuya dirección tenéis conserven o
recuperen la inocencia, y en alejar de ellos cuanto pueda perjudicar su
educación o impedirles que alcancen la piedad, como tuvo san José por todo lo
que podía contribuir al bien del Niño Jesús; ya que estáis encargados de estos
niños por parte de Dios, como lo estaba san José del Salvador del mundo. Ése es
también el primer cuidado que debéis tener en vuestro empleo, si deseáis imitar
a san José, que nada tenía más a pechos que atender las necesidades del Niño
Jesús.
MF 110,1,1: 1 Mt 1,19.
– 2 Cf. Mt 1,20-24. – MF 110,2,1: 3 Mt
2,13-14. – 4 Mt 2,19-21. – MF 110,3,1: 5 Mt
2,14. – 6 Mt 2,22. – 7 Lc 2,48.
Estatua de san José en la Casa La Salle, de Griñóm (Madrid) |
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