El próximo día 15 de noviembre se reunirá en el Vaticano, más concretamente
en la Congregación para las Causas de los Santos, el congreso teológico para la
discusión y análisis de la Positio
super virtutibus del Hermano Victorino, de La Salle. Tras la presentación
pública de la Positio, el 9 de abril de
2016, este será el primer paso importante en el caminar de la causa del Hermano
Victorino hacia los altares oficiales de la Iglesia Católica.
Con este motivo, además de solicitar la oración confiada para que el Espíritu Santo guíe la mente de los obispos y teólogos que decidirán sobre la santidad del Hermano Victorino, presentamos una breve reseña que publicó hace unos meses el Hermano que, sobre el terreno,se encarga más directamente de promover su beatificación.
El
Hermano Victorino, siervo de Dios y formador de jóvenes
No resulta fácil resumir en pocas líneas
toda la vida virtuosa de una persona. Y más si se trata de un religioso como el
Hermano Victorino, cuyo nombre es conocido por tantas personas dentro y fuera
de Cuba. El Hermano Victorino (Agustín Arnaud) nació el 7 de septiembre de 1885
en Onzillon, Francia. Sintiéndose llamado por Dios, a los 16 años ingresó en el
Noviciado de los Hermanos y pronunció sus primeros votos religiosos el 8 de
septiembre de 1903; justo por esa época en Francia se promulgaba la ley Combes,
que suprimiría las Congregaciones Religiosas Docentes.
El Hermano Victorino, con la idea de
defender su vocación y ser fiel a la misma, en 1904 se ofreció a sus superiores
para abandonar su patria y dirigirse a Canadá junto con otros 70 Hermanos. En
1905, con tan solo 20 años de edad, se volvió a ofrecer a los Superiores
Mayores que buscaban voluntarios para fundar una escuela en la isla de Cuba; así,
el Hermano Victorino embarcó con otros 13 Hermanos hacia la Habana.
El año de 1928 marcaría definitivamente
la magnitud y trascendencia del celo apostólico del Hermano Victorino. Teniendo
ya 42 años y con más de 20 años viviendo en Cuba, reúne a 14 jóvenes delegados
de otras tantas asociaciones de ex alumnos de colegios católicos de La Habana,
y con ellos firma el acta de constitución de lo que llamaron “Federación de la
Juventud Católica Cubana”. Siervo de Dios, formador de juventud…
El propósito de esta Federación era
llevar la fe, la práctica y los principios religiosos a todos los niveles de la
sociedad, como un movimiento espiritual, impulsado por ideales, para conseguir
la superación individual; finalidad que comenzó por los más jóvenes. Su
creación constituyó una verdadera revolución en la Iglesia Cubana porque fueron
jóvenes los que impulsaron el movimiento que abrió las puertas al laicado
católico y a la evangelización en la isla, un cuarto de siglo después de que la
larga guerra de independencia dejara prácticamente anulada la vida cristiana. Es,
sin duda, una gran obra inspirada por el Hermano Victorino, hoy en proceso de beatificación.
Hombre consecuente con sus ideas y sus
decisiones, así era el Hermano Victorino. Optó por la vida religiosa como
Hermano de La Salle desde temprana edad, y nunca se arrepintió, ni se desmintió
en la manera de vivir su vocación.
Fue fiel a ella hasta la muerte. Fue fiel
a ella en todos momentos de su vida, no siempre halagüeños ni conformes con sus
ideales.

Llena de orgullo al Distrito
Antillas-México Sur poder compartir parte de lo que el Hermano Victorino
realizó en nuestro Distrito, siguiendo la misión de nuestro fundador: “Mirando
siempre el establecimiento y gobierno de nuestra sociedad como obra de Dios”,
siendo ejemplo a seguir por su entrega y obediencia; por la fe que le daba
fortaleza, la constancia ante las cosas, pero sobre toda la paciencia. Mientras
tanto, esperaremos con fe el decreto del Decreto del Santo Padre a favor de
nuestro Hermano Victorino, dando por hecho, que su misión vive.
San Juan Bautista De La Salle, ruega por
nosotros. ¡Viva Jesús en nuestros corazones, por siempre!
Hermano Pedro Acevedo, Vicepostulador de la
Causa de Beatificación del Hermano Victorino.
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