El cuarto voto lasaliano es, en
realidad, el primero
Una de las
decisiones del último Capítulo General de los Hermanos de las Escuelas
Cristianas, reunido en Roma en la primavera de 2007, fue la de retocar un poco
su fórmula de profesión[1], que se
remonta, en gran medida, a los tiempos iniciales del Instituto, cuando Juan
Bautista De La Salle ,
su fundador, aún vivía[2]. Dos
fueron los cambios aprobados, ambos aparentemente insignificantes, pero, en el
fondo, de gran calado y honda significación.
El primero de
los cambios consistía en introducir tres simples palabras –“y
hago voto”– al inicio del segundo
párrafo de la fórmula, de forma que, en adelante, el nuevo profeso se comprometerá
en el Instituto utilizando el texto siguiente: “Prometo y hago voto de unirme y permanecer en sociedad con los Hermanos
de las Escuelas Cristianas, que se han reunido para tener juntos y por
asociación las escuelas al servicio de los pobres”. De esta manera, la
fórmula de consagración recuperaba parte de su enunciado original, que se había
ido diluyendo por los vericuetos de la historia, bajo los impulsos de la
fidelidad literal a lo que el Derecho canónico exigía. Porque, en realidad, con
este cambio se estaba promoviendo el cuarto voto de los Hermanos, asimilado en
este lugar de la fórmula a un voto de ‘unión y asociación para la misión’, y
que en el tercer párrafo de la misma se denominará, de manera más oficial, “asociación para el servicio educativo de los
pobres”. El objeto de la primera modificación de la fórmula de votos, en
definitiva, no era otro que poner más de relieve el cuarto voto lasaliano.
El segundo
cambio aprobado, mucho más evidente que el anterior, también tenía que ver con
el cuarto voto lasaliano. Porque lo que se propuso fue que el hasta ese momento
‘cuarto’ voto lasaliano, proclamado explícitamente en el momento de la
profesión a continuación de los tres votos clásicos de los religiosos –de ahí su denominación de ‘cuarto’ voto–, pasase a ser el que se enunciaba en primer
lugar, viniendo todos los demás a continuación de él. De esta manera, el cuarto
voto lasaliano pasaba a convertirse, por así decirlo, en el ‘primero’ de todos.
Con este doble
movimiento, los Hermanos capitulares de 2007 mataban dos espléndidos pájaros de
un solo tiro certero. Por una parte, devolvían a su fórmula de profesión el
aliento original que había ido perdiendo en el discurrir de los tres siglos
largos que la separaban de sus primeros balbuceos. Por la otra, los hijos de De
La Salle se
hacían eco, en uno de sus documentos institucionales fundamentales, de las reflexiones
más significativas que la teología de la vida religiosa apostólica contemporánea
propone sobre el significado del cuarto voto para la identidad de los
religiosos de vida activa. El objetivo primordial del presente artículo es,
precisamente, poner de manifiesto, con cierto detalle, ambas cuestiones.
El largo recorrido del cuarto voto en la fórmula lasaliana de profesión
1. El voto heroico (1691).- Desde el punto de vista
histórico-documental, la primera fórmula de consagración de los Hermanos de La Salle es la del llamado ‘voto
heroico’, que data de 1691[3]. El
texto del voto heroico consta de cuatro párrafos, de los cuales el último tiene
poco interés para nuestro estudio, ya que está destinado a recoger la fecha, el
lugar de la profesión y detalles administrativos de ese estilo. Los otros tres
párrafos marcarán un esquema general de la fórmula que será respetado en todas
sus sucesoras, hasta el día de hoy.
Si nos fijamos
en esos tres párrafos que nos interesan, apreciaremos que entre ellos existe un
orden lógico, una especie de precedencia a la que conviene prestar atención.
Así, el segundo párrafo comienza con las palabras “y a este fin”, es decir, que lo que sigue pretende explicitar, de
alguna forma, lo que se ha presentado en las frases anteriores, que son las del
primer párrafo. Así mismo, el tercer párrafo se inicia con la expresión “en vista de lo cual”, que viene a ser la
conclusión práctica de lo explicado en el párrafo anterior. A partir de estos
detalles redaccionales podemos suponer que el primer párrafo va a marcar con
fuerza el resto de la fórmula, que se limitará a ir explicando, explicitando y
extrayendo consecuencias concretas de lo expuesto al principio; el contenido
preciso de cada uno de los párrafos no hace sino confirmar estas intuiciones.
Así pues, los tres párrafos aparecen en un orden preciso de prioridad y así
deben ser leídos: comenzando por el primero, cuyo contenido se explicita en el
segundo, para concluir con el tercero. De
otra forma, sin leer el primer párrafo no se podría comprender hasta el fondo las
implicaciones del segundo, o se correría el riesgo de hacerlo de forma errónea.
Y, por la misma lógica, no se podría interpretar correctamente el tercer párrafo
sin haber leído y entendido, en su orden preciso, los dos párrafos anteriores.
Pasemos, pues, a desentrañar el contenido de cada uno de los párrafos en
relación con el cuarto voto lasaliano.
El primer párrafo del voto heroico se aproxima ya, de
alguna manera, al cuarto voto lasaliano pues habla expresamente de la misión
encomendada a los Hermanos. Tras el encabezamiento del párrafo –y de la fórmula–, propio de cualquier voto,
en expresión contextualizada a la época en que se pronunciaba, se pasa rápidamente
a explicitar el compromiso que se pretende adoptar: “Nos consagramos enteramente a Vos, para procurar con todas nuestras
fuerzas y con todos nuestros cuidados el establecimiento de la Sociedad de las Escuelas
Cristianas, del modo que nos parezca más agradable a Vos y más ventajoso para
dicha Sociedad”. No se detalla el modo concreto en que los tres Hermanos
que se consagran van a dedicarse a establecer esa Sociedad de las Escuelas
Cristianas cuyos primeros asociados van a ser ellos, pero sí aseguran que lo
harán “con todas nuestras fuerzas”, “con todos nuestros cuidados” y “del modo que nos parezca más agradable a Vos
y más ventajoso para dicha Sociedad”.
En el segundo párrafo van a concretar mucho más en
qué consistirá su compromiso escolar. Veamos lo que contiene dicho párrafo y
comprobemos por qué se califica este voto de ‘heroico’: “Y a este fin, yo, Juan Bautista De La Salle , sacerdote; yo, Nicolás Vuyart; y yo,
Gabriel Drolin, desde ahora y para siempre, y hasta el último que sobreviva, o
hasta la completa consumación del establecimiento de dicha Sociedad, hacemos
voto de asociación y de unión, para procurar y mantener dicho establecimiento,
sin podernos marchar, incluso si no quedáramos más que nosotros tres en dicha
Sociedad, y aunque nos viéramos obligados a pedir limosna y a vivir de solo pan”.
Atendiendo a las radicales condiciones de su compromiso, no se puede dudar del
deseo ferviente de aquellos Hermanos de consagrarse a la obra de las escuelas
para pobres, aunque lo que ahora más nos interesa quizás sea el corazón de ese
párrafo: “Hacemos voto de asociación y de
unión, para procurar y mantener dicho establecimiento”. Esta frase
recogería la más antigua expresión del cuarto voto de los Hermanos, que, de
acuerdo con la literalidad de la fórmula, sería un voto de ‘asociación y unión para
animar la Sociedad
de las Escuelas’.
Según se deduce de esta formulación del voto, la más
antigua y venerable, como hemos comentado, podemos distinguir en él dos
aspectos fundamentales, aunque estrechamente relacionados y complementarios
entre sí. Por una parte estaría el objetivo final, indicado con nitidez por la
preposición “para”, que no sería otro
que promover, impulsar, animar, atender,
desarrollar, fortalecer, cuidar... la “Sociedad
de las Escuelas Cristianas”, de la que, a partir de ese momento, los
profesos constituirán los pilares fundamentales. Una preposición “para” en el segundo párrafo que nos
retrotrae de inmediato a la misma preposición que, en el primer párrafo, anunciaba
un contenido similar: “Para procurar con
todas nuestras fuerzas y con todos nuestros cuidados el establecimiento de la Sociedad de las Escuelas
Cristianas”. Se trataría, en definitiva, de la dimensión específicamente
apostólica o misionera del voto.
Pero ahí no queda todo: de acuerdo con esa primigenia
expresión literal del cuarto voto, resulta evidente que la misión lasaliana no puede
llevarse a cabo de cualquier manera; los conceptos que en la fórmula introducen
la misión –“asociación” y “unión”– describen con firmeza cómo ha de realizarse:
unidos y asociados. Posteriores explicaciones del voto desarrollarán con mayor
precisión lo que ambas características pueden significar, pero ya desde este
momento queda claro que el apóstol lasaliano nunca puede actuar solo, aislado, por
su cuenta. Al contrario, su labor apostólica ha de cumplirse siempre ‘en unión’
y ‘en asociación’ con otros lasalianos, que tendrán una concepción común del
servicio ministerial que han de prestar. Sería, por así decirlo, la faceta
comunitaria o, si se quiere, estructural, del cuarto voto lasaliano.
El voto de asociación lasaliano invita, por tanto, a
comprometerse en la educación cristiana, y a hacerlo en equipos unidos, bien
avenidos y coordinados; si se toma una sola de las dos facetas, sin la otra, no
se estará siendo fiel a lo que el voto demanda. Con el paso del tiempo irán
apareciendo nuevas formulaciones, más o menos novedosas o precisas, del voto, pero
todas recogerán siempre sin discusión esta doble dimensión del compromiso
lasaliano o, al menos, la sobrentenderán de alguna manera.
El tercer párrafo del voto heroico añade un
compromiso insistente de unanimidad y comunidad en la adopción de decisiones
que tengan que ver con la
Sociedad , pero, por más que sea admirable en la manera de
actuar que propone a los Hermanos venideros, no aporta nada realmente
significativo al asunto que nos interesa.
2. La fórmula de consagración
de 1694.- La segunda fórmula lasaliana de profesión que ha llegado
hasta nosotros es muy cercana en el tiempo al voto heroico, respeta bastante el
esquema y el tono general del mismo, pero presenta, al mismo tiempo, cambios
significativos. Por otra parte, tiene un valor documental muy superior al del
voto heroico, ya que se trata de la primera fórmula lasaliana de profesión
cuyos manuscritos, de 1694, han llegado materialmente a nuestros archivos[4].
La referencia
expresa que en el primer párrafo del voto heroico se hacía a la misión
apostólica de los lasalianos ha desaparecido de esta segunda fórmula, que la ha
reemplazado por una expresión mucho más concisa y de cariz –aparentemente– menos apostólico, más teologal: “Me consagro enteramente a Vos, para
procurar vuestra gloria cuanto me fuere posible y Vos lo exigiereis de mí”.
Aunque, si comparamos ambas fórmulas, al verificar que ambas comienzan con la
misma expresión verbal –consagrarse... para procurar...”–, utilizando
esos dos verbos idénticos, aunque aplicándolos a objetos directos distintos de
los del voto heroico, y vinculándolos con la misma preposición “para”, ¿no podríamos pensar que ambos
objetos directos no son, en realidad, sino uno solo, idéntico, aunque descrito
de dos maneras diferentes? ¿No podría ser que “procurar con todas nuestras fuerzas y con todos nuestros cuidados el
establecimiento de la
Sociedad de las Escuelas Cristianas, del modo que nos parezca
más agradable a Vos y más ventajoso para dicha Sociedad” no fuera sino una forma
más concreta de “procurar vuestra gloria
cuanto me fuere posible y Vos lo exigiereis de mí”? En mi opinión, una
equiparación de ese estilo sería perfectamente legítima. En tal caso, habríamos
encontrado el nexo fundamental de conexión entre el compromiso en las escuelas cristianas
gratuitas, núcleo primordial de la misión lasaliana, y la consagración al Dios
de los pobres, a cuyo servicio se ponen los lasalianos, para que, mediante su
labor escolar, el Reino de Dios llegue efectivamente a todos los hijos del
Padre. De esta forma, animar las escuelas gratuitas no sería, en definitiva,
sino la manera concreta en que los Hermanos de las Escuelas Cristianas procuran
todos los días la gloria del Dios de los pobres, que los llama, los envía, los
consagra y los salva[5].
El segundo párrafo mantiene algunos de los rasgos de
radicalidad que mostraba su antecesor, aunque haya perdido cierto dramatismo,
por así decirlo, en su descripción. Con todo, en lo que a nuestro tema
respecta, insiste en los mismos argumentos, incorporando, además, un primer
boceto de estructuración a la
Sociedad de las Escuelas Cristianas: “Y a este fin, yo... prometo y hago voto de unirme y permanecer en
sociedad con los Hermanos...[6] para tener juntos y
por asociación las escuelas gratuitas, donde quiera que sea, incluso si para
hacerlo me viere obligado a pedir limosna y a vivir de solo pan; o para cumplir
en dicha Sociedad aquello a lo que fuere destinado, ya por el Cuerpo de la
Sociedad[7], ya por los superiores
que la gobiernen”.
En relación con el asunto que nos interesa, la clave
del párrafo no sería otra que la doble expresión del cuarto voto –bastante novedosa en la forma, aunque no en
el fondo– que aparece en él: “Prometo y hago voto de unirme y permanecer
en sociedad con los Hermanos” y “Para
tener juntos y por asociación las escuelas gratuitas”. Como se ve, en línea
con lo que afirmaba la fórmula anterior, el voto sería literalmente de unión y
asociación, en lo que algún especialista ha interpretado, en sintonía con
ciertos planteamientos de nuestros días, como una invitación a ‘pensar en
global –asociación en red de las
distintas comunidades lasalianas– y actuar
en local –unión dentro de cada comunidad–’[8].
Uno de los
mejores especialistas en el tema[9], al
referirse a estas cuestiones, habla de ‘trascendencia encarnada’, o de ‘mística
histórica’, como una de las claves fundamentales de comprensión de la consagración
lasaliana. Porque si el primer párrafo de la fórmula hacía referencia explícita
a la trascendencia, tras leer el segundo no nos queda ya ninguna duda para
asegurar que se trata de una ‘trascendencia encarnada’, de una ‘mística
histórica’, de un “procurar la gloria de
Dios” que se apoya en signos muy tangibles, muy humanos, muy de carne y
hueso. De esta manera se fundirían y armonizarían sin dificultad los dos
aspectos fundamentales de la experiencia cotidiana del Hermano lasaliano: lo
trascendente y lo histórico
Esta forma de plantear las cosas nos ayuda, por otra
parte, a justificar la enorme importancia que para los lasalianos tiene el ‘espíritu
de fe’, sin lugar a dudas el rasgo más peculiar y, también, más importante de
la espiritualidad lasaliana. “El espíritu
de este Instituto es, en primer lugar, el espíritu de fe, que debe mover a los
que lo componen a no mirar nada sino con los ojos de la fe, a no hacer nada
sino con la mira en Dios, y a atribuirlo todo a Dios”[10],
escribía Juan Bautista De La
Salle en la primera Regla que compuso para sus Hermanos, en
la que, a la hora de analizar la realidad, los invitaba a utilizar las gafas de
Dios. Una espiritualidad empapada de espíritu de fe, junto con la atención
frecuente a la presencia de Dios, dondequiera que se encontrasen, debían constituir
los dos instrumentos clave para no olvidar jamás que su trabajo ministerial,
por más civil y secular que pudiera parecer a miradas poco experimentadas en
estas cuestiones del Espíritu, no era, en definitiva, otra cosa que una
respuesta generosa a la invitación de Dios para extender su Reino en el mundo
de las escuelas. Dicho de otra manera, el espíritu de fe debía ser el puente
imprescindible que permite conectar esas dos orillas primordiales de cualquier
planteamiento lasaliano: la gloria de Dios, su voluntad, la trascendencia, la
mística, por un lado, con lo que los apóstoles lasalianos llevan todos los días
entre manos en las escuelas, con los alumnos y sus padres, con los compañeros
de fatigas y satisfacciones, es decir, con lo histórico y lo encarnado, por el otro.
El espíritu de fe es lo que nos permite estar en ambas orillas al mismo tiempo,
el que nos incorpora desde nuestros trabajos cotidianos a ese gran sueño de
Dios que es su Reino, particularmente entre niños y jóvenes necesitados, en
ambiente educativo; el que nos da un protagonismo tan importante en la obra de
Dios; el que nos hace caer en la cuenta de que somos instrumentos de Dios, de
la enorme trascendencia de las tareas que desarrollamos, aunque parezcan
meramente materiales e históricas[11].
Una novedad importante de esta segunda fórmula de
consagración que estamos analizando es que en su tercer párrafo se profesan
tres votos muy concretos: “Por lo cual,
prometo y hago voto de obediencia, tanto al Cuerpo de esta Sociedad como a los
superiores. Los cuales votos, tanto de asociación como de estabilidad en dicha
Sociedad y de obediencia, prometo guardar inviolablemente durante toda mi vida”.
Se aprecian con claridad aquí, en efecto, tres votos –asociación, estabilidad y obediencia–, el último
de los cuales se repite en dos ocasiones: al comienzo del párrafo, acompañado
de algunas consideraciones, y hacia el final del mismo. En realidad, solo el de
obediencia es nuevo; los otros dos votos, de asociación y de estabilidad, aparecían
ya en el segundo párrafo[12]; explícitamente
el de asociación, y de modo algo más implícito el de estabilidad. Los tres se retoman
juntos hacia el final, en expresión corta, a modo de síntesis, como objeto
directo de la promesa perpetua que se va a pronunciar. Tres votos, pues, pero
tres votos muy diferentes de la tríada clásica de religión; porque los votos lasalianos
están directamente relacionados con la misión, encaminados a que la obra de las
escuelas cristianas y gratuitas, que esos Hermanos profesos impulsan, cumpla a
la perfección las expectativas puestas en ella.
Y entre la tríada de votos que se profesan consta ya,
expresamente nombrado, el de asociación, con lo que su aparición insinuada en
el primer párrafo, y explícita y por dos veces reiterada en el segundo, se
consolida definitivamente como la constante imprescindible de la consagración
lasaliana, su centro vital. Y es que, al refrendar dicha fórmula, lo que el
Hermano de La Salle
expresa es su consagración a Dios, poniéndose al servicio generoso de las
escuelas cristianas que animan los lasalianos; “y a este fin”, como expresa literalmente el texto, el neoprofeso se
une a los Hermanos de su comunidad concreta, y se asocia con el resto de
lasalianos que se afanan en otros lugares, para que, de esa manera, la Sociedad de las Escuelas Cristianas
pueda prestar en plenitud el servicio para el que el Espíritu la suscitó.
Un texto de Juan Bautista De La Salle –para él importante, sin duda; no en vano ha
llegado a nosotros por dos caminos diferentes– aporta luz complementaria para comprender en
profundidad el significado teologal de la asociación lasaliana: “No hagáis diferencia entre los deberes
propios de vuestro estado y el negocio de vuestra salvación y perfección”[13]. Es
decir, no rompáis vuestra vida, no la dividáis en categorías distintas y
estancas, entre el trabajo escolar y otros caminos aparentemente más apropiados
para asegurar vuestra santidad, vuestra salvación. Dicho de otra manera, podéis
llegar a ser perfectamente santos cumpliendo los deberes de vuestro estado, que
tienen que ver, sobre todo, con la escuela y con la comunidad, sin necesidad de
buscar añadidos ascéticos o místicos particulares.
Pero De La
Salle va aún más lejos cuando remata el consejo anterior con
la conclusión siguiente: “Tened por
cierto que nunca obraréis mejor vuestra salvación, ni adelantaréis tanto en la
perfección, como cumpliendo bien los deberes de vuestro estado, con tal de que
lo hagáis con el fin de obedecer a Dios”[14]. Es
decir, no solo podéis llegar a ser santos cumpliendo bien los deberes de
vuestro estado, sino que, además, ese es el mejor camino –¿el único camino?–, al menos para vosotros,
que os habéis sentido llamados por Dios a participar en el proyecto de las
Escuelas Cristianas. Es decir, los votos lasalianos son votos orientados
directamente a la labor apostólica, es verdad; pero persiguen, en definitiva, el
mismo propósito que los votos clásicos de religión: llevar a los Hermanos a la
santidad. Solo que lo hacen por caminos distintos: invitándolos a ser lo más
fieles que puedan a sus compromisos escolares y comunitarios[15].
3.
La fórmula de consagración de 1726.- Dando un salto histórico de
treinta y dos años nos presentamos en 1726, momento histórico completamente
distinto al que acompañó el nacimiento de las fórmulas que analizábamos en las
líneas anteriores. Hace ahora siete años que Juan Bautista De La Salle , el ‘santo fundador’,
ha fallecido y su Instituto acaba de ser oficialmente reconocido por el Papa[16].
Para obtener la aprobación pontificia, los Hermanos de La Salle se han visto obligados
a aceptar los tres votos clásicos de religión, lo que les ha forzado a
recomponer el esquema votal de su profesión. Todo ello queda perfectamente de
manifiesto en la fórmula de consagración que recogerá la nueva Regla, publicada
de 1726[17].
Si nos fijamos en los dos primeros párrafos de esta
fórmula, podríamos decir que, en relación con la de 1694, apenas ha variado
nada; al menos nada importante en lo que a nuestro problema se refiere. Porque
es cierto que se han suprimido todos los rasgos de radicalidad presentes en ella
desde sus primeras versiones –signo
evidente, quizás, de que por aquellas fechas las cosas iban bien para los
lasalianos– y se ha precisado mejor –con un indudable toque legalista– a quién deberá obedecer en adelante el profeso.
Pero el “prometo y hago voto de unirme y
permanecer en sociedad con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que se han
asociado para tener juntos y por asociación las escuelas gratuitas”, como preciosa
doble expresión del voto de asociación, continúa estando presente en el segundo
párrafo, prácticamente en los mismos términos que en la fórmula anterior[18].
Donde se ha
producido un cambio impresionante es en el tercer párrafo, el que especificaba,
precisamente, los votos concretos de la profesión: “Por lo cual, prometo y hago voto de pobreza, castidad, obediencia, de
estabilidad en dicha Sociedad y de enseñar gratuitamente, conforme a la Bula de Aprobación de nuestro
santo padre Benedicto XIII, los cuales votos de estabilidad y de obediencia,
tanto al Cuerpo de la
Sociedad como a los Superiores del Instituto, y los de
pobreza, castidad y de enseñar gratuitamente, prometo guardar inviolablemente
durante toda mi vida”. Aparte de la lógica referencia novedosa a la Bula de Aprobación, es claro
que los votos son ahora cinco; además, su enumeración comienza por los tres
votos clásicos de religión, en el orden habitual por aquella época; como cuarto
voto aparece ahora la estabilidad, y el quinto es nuevo por completo: consiste
en ‘enseñar gratuitamente’. Y, como colofón de este carrusel de cambios,
comprobamos que el voto de asociación ha desaparecido en su enunciado
explícito, o quizás, por mejor decirlo[19], se
ha transformado en voto de enseñar gratuitamente.
Es verdad que,
si la asociación ya no consta como voto explícito en el tercer párrafo de la
fórmula, la seguimos encontrando con sobrada nitidez en el segundo, en una
formulación casi idéntica a la que se utilizaba en 1694. Recordemos, a este
respecto, la interpretación que proponíamos más arriba, sobre la ordenación
jerárquica de los párrafos de la fórmula: el segundo párrafo sería, en
principio, imprescindible para comprender como se debe el tercero y, en
consecuencia, todos los votos citados en el tercer párrafo se desprenderían del
compromiso de unión y asociación proclamado en el segundo. Por otra parte, pienso
que se puede sostener sin dificultad que la unión y asociación para animar las
escuelas cristianas subyace con fuerza en el fondo de toda la fórmula, aunque
solo aparezcan explícitamente expresadas en algunas líneas concretas de la
misma. La asociación para la misión sería algo así como un escenario permanente,
el medioambiente vital, en el que se desenvuelven los distintos elementos de la
fórmula de consagración.
Sea como fuere, parece
más que razonable asegurar que, tras la
Bula de Aprobación, la tríada clásica de religión adquirió
entre los Hermanos una centralidad e importancia que en los primeros tiempos
del Instituto ni mucho menos tenía. Al mismo tiempo, los votos específicos de
estabilidad y de enseñar gratuitamente pasaron a un segundo plano, y el corazón
de la fórmula, la asociación para la misión, perdió mucha fuerza como voto
explícito, aunque ciertamente quedase rondando por el texto como recuerdo de un
pasado en que las cosas eran de otra manera. Podríamos, incluso, asegurar que
este proceso se fue acentuando con el paso de los años hasta los tiempos del
Concilio Vaticano II, en que llegaron a cuestionarse abiertamente los votos
específicos del Instituto, para reducir los votos de la consagración lasaliana exclusivamente
a los tres clásicos que todos los demás religiosos, en general, profesaban[20].
Con estas
actuaciones, la asociación para la misión dejó de ocupar el centro de la
consagración de los Hermanos, y la entrega total a Dios para implicarse en la
obra de las escuelas gratuitas, tan radical en las fórmulas de 1691 y 1994, se
fue diluyendo y concentrando en la mera profesión de los tres votos o, si se
quiere, de los cinco votos lasalianos de 1726. Como consecuencia de todo ello,
por decirlo de alguna manera, los medios sustituían al fin, la expresión
concreta –y muy variable según las
circunstancias históricas– en forma de
votos reemplazaba a lo que se quería expresar con ellos: la entrega total e
incondicional al Señor para lo que Él pueda mandar[21].
Sin embargo, un
Hermano de las Escuelas Cristianas –como
el resto de los religiosos apostólicos– no es alguien fundamentalmente pobre, casto y
obediente, sino una persona que, ante todo, se ha entregado por completo a
Dios, en respuesta a lo que el religioso cree ser la llamada de lo alto para
desarrollar una misión concreta. Porque la consagración religiosa supone
siempre un proceso de llamadas-respuestas que se inicia cuando y como Dios
quiere, según indica claramente Juan Bautista De La Salle en el “Memorial de los orígenes”[22], a
partir de su propia experiencia personal. Luego, como consecuencia de esa
consagración primigenia, para manifestarla de forma más precisa y cotidiana –y también porque así lo ha decidido canónicamente
la Iglesia –,
el religioso se compromete a vivir pobre, casto y obediente, como se compromete
a vivir en comunidad, a orar, a ser misericordioso, a entregarse a la misión, y
a tantas otras cosas fundamentales para la vida religiosa que no se recogen en
un voto concreto.
Lo que mantenía
a los primeros Hermanos de La
Salle estrechamente unidos entre sí y entusiasmados en la
misión no eran sus votos –que, por otra
parte, no todos profesaban– sino la concepción
teologal profunda de su existencia, su común espiritualidad ministerial,
podríamos decir, que los comprometía en la escuela y en la comunidad. Además,
sus votos, cuando existían, no eran votos ascéticos, como los de las órdenes
religiosas de aquel tiempo, sino votos para la misión: asociación para sostener
la Sociedad
de las Escuelas Cristianas, obediencia para mejor desarrollar el proyecto
escolar de dicha Sociedad y estabilidad en aquella misión precisa.
Por consiguiente,
en relación con lo que habían vivido desde los primeros proyectos de la
fundación, los cambios de 1726 constituyeron una novedad trascendental que
probablemente desvió la atención de los lasalianos del que debía ser el núcleo
primordial de su consagración, recogido con claridad desde los tiempos fundacionales
en el voto de asociación para impulsar juntos el proyecto de las escuelas
cristianas y gratuitas.
4. Los últimos tiempos.- El
Capítulo General de renovación, reunido en dos sesiones al terminar el Concilio
y clausurado a finales de 1967, decidió mantener los cinco votos lasalianos,
citando los tres votos clásicos de religión en el nuevo orden usual tras al
Vaticano II, es decir, con la castidad en primer lugar, y, sobre todo, cambió la
denominación de los dos votos lasalianos específicos. Así, el voto de
estabilidad pasó a llamarse voto de ‘fidelidad al Instituto’[23],
mientras que el voto de enseñar gratuitamente[24] se
convertía en voto de ‘servicio de los pobres por la educación’.
Estas
modificaciones no anduvieron demasiado camino ya que el Capítulo General de
1986[25],
aunque se reafirmó en mantener los cinco votos conocidos, optó por retocar de
nuevo la denominación oficial y el orden de los dos votos específicos del
Instituto. En consecuencia, el voto de fidelidad al Instituto volvió a ser voto
de ‘estabilidad en el Instituto’, tal como había sido conocido desde los
primeros tiempos de la fundación, y fue colocado en quinto lugar[26]. El
voto de servicio de los pobres por la educación cambió de denominación, pasando
a llamarse voto de ‘asociación para el servicio educativo de los pobres’,
nombre significativo por demás. Así se definía, en consecuencia, el cuarto voto
de los Hermanos. Con esta decisión se recuperaba, en una denominación muy
cercana a la original, aquel voto que constituyó desde siempre el núcleo
primordial de las primeras fórmulas de consagración.
Y, como indicábamos
al principio de estas líneas, el último Capítulo General acaba de modificar el
orden en que los votos aparecen en la fórmula de consagración, de manera que el
primero en ser proclamado es ahora el antiguo cuarto voto, de asociación para
el servicio educativo de los pobres, yendo a continuación los otros cuatro, primero
los clásicos, en el orden posconciliar ya conocido, con la estabilidad en
último lugar[27].
El cuarto voto en la vida religiosa apostólica contemporánea
La decisión del
último Capítulo General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en relación
con su fórmula de consagración es, como se ha mostrado, rigurosamente fiel a la
tradición más antigua y original de su Instituto, y recupera algo muy
importante que se había perdido entre los vaivenes de la historia. Pero, al
mismo tiempo, esta manera de presentar las cosas, con las motivaciones de fondo
que se intuyen en ella, enlaza con las inquietudes de la teología más actual de
la vida religiosa, que concede mucha más importancia a la consagración en sí,
que a su manifestación concreta actual que son los votos[28].
No solo eso. Las
modificaciones introducidas en la fórmula de consagración se hallan también en
sintonía con otra intuición capital de la teología posconciliar de la vida
religiosa. Porque el llamado ‘cuarto voto’[29], es
decir, para nosotros el de “asociación
para el servicio educativo de los pobres”, ha adquirido una importancia
trascendental en la más reciente reflexión sobre los religiosos de vida
apostólica. Y es que los teólogos actuales se muestran convencidos de que el cuarto
voto es la manifestación más clara del carisma fundacional de una congregación
religiosa apostólica, el que recoge, por una parte, lo más específico y
particular, lo realmente peculiar, lo que distingue a ese instituto religioso
de todos los demás, y, por otro lado, el que le señala la misión concreta que
tanto Dios como la Iglesia
le encomiendan. El cuarto voto se convierte así, por tanto, en el núcleo
fundamental de la experiencia completa de una congregación religiosa apostólica,
la fuente de la que manan su vida concreta, sus inquietudes, sus proyectos, los
criterios para la evaluación de su fidelidad, para la valoración de las nuevas
metas y proyectos, el dinamismo de su renovación, de la adaptación de su
carisma a los nuevos tiempos, etc.[30]
El cuarto voto imprime
una orientación peculiar en la vida entera del religioso apostólico: en su
oración, su vida comunitaria, su misión, su forma de gobernarse, su
espiritualidad, su formación… El cuarto voto, muy en concreto, colorea de modo característico
el resto de los votos, que deben ser vividos de manera perfectamente acorde con
las indicaciones de ese cuarto voto. Y es que, por ejemplo, no se puede
interpretar de idéntica forma la castidad de un benedictino que la de un
Hermano de La Salle ;
o la pobreza de un franciscano y la de un jesuita; o la obediencia de este
último y la de un misionero comboniano o una Hermana hospitalaria. El carisma
peculiar aportará en cada caso una luz diferente para comprender su vida
cotidiana. Así pues, para todo instituto apostólico el cuarto voto es muy
valioso, y debe ser por ello cuidado con mimo, analizado con atención y tratado
con mucha responsabilidad.
El hecho de que el
cuarto voto de los Hermanos de La
Salle haya pasado a ser, tras su último Capítulo General, el
que primero pronuncia el religioso lasaliano cuando proclama ante todos su compromiso
de consagración debe interpretarse en la línea que acabamos de comentar, es
decir, que se ha colocado ahí para subrayar que ese voto tiene una relación
directa con carisma fundacional de De La Salle , que es el que más y mejor caracteriza a
los lasalianos, el que les indica dónde está su misión peculiar en la Iglesia y el mundo, el que
da un tono particular, un sabor específicamente lasaliano, a toda la vida del
Hermano: a su oración, a la fraternidad, la conversión, la entrega a la escuela
y a los niños, los demás votos, la estructura y gobierno del Instituto, la
formación, etc.
Alguien que no
esté muy al tanto de todas estas cuestiones –y exagerando seguramente demasiado la
literalidad de la fórmula– podría afirmar
que, para un Hermano de La Salle ,
los votos actualmente han pasado de ser cinco en número a ser seis; porque el
primero de ellos, que aparece en el segundo párrafo, es un voto de asociación y
unión con los Hermanos, mientras que en el tercer párrafo hay otros cinco: un
voto de asociación para el servicio educativo de los pobres, el antiguo cuarto,
al que luego se añaden los otros cuatro conocidos, cuya formulación no ha
cambiado. Creo que un razonamiento parecido sería demasiado forzado, ya que los
dos primeros votos, los que se refieren a la asociación, son muy similares,
casi idénticos. Por ello, ¿no sería, quizás, más correcto hablar de cinco
votos, como siempre, aunque el de asociación se repita en dos ocasiones, con
dos formulaciones diferentes? Estaría mejor, sin duda, pero continuaríamos sin
llegar al meollo de la cuestión, y no comprenderíamos del todo el cambio
introducido por el último Capítulo General de La Salle.
Porque, en mi
opinión, atendiendo al esquema literario de la fórmula propuesta, es decir, a
su división en párrafos jerarquizados, a los contenidos concretos de estos y a
la explicación histórica y teológica que hemos esbozado más arriba, lo más
apropiado sería hablar de un único voto fundamental, expresado en el segundo
párrafo de la fórmula como desarrollo coherente de lo que se afirma en el
primero. Dicho con otras palabras, el único voto esencial e imprescindible de
un Hermano de las Escuelas Cristianas es “el
voto de asociación y unión con los demás lasalianos… que se han reunido para
tener juntos y por asociación las escuelas al servicio de los pobres… yendo a
cualquier lugar donde sean enviados y para desempeñar allí la labor que se les
encomiende…”
Luego, como
explicitación aún más concreta de este voto primigenio, ya en el tercer
párrafo, vendrían los cinco votos conocidos, comenzando a enumerarlos a partir
del de asociación para el servicio educativo de los pobres, para destacar el
influjo que ejerce y la luz que proyecta sobre los demás compromisos. La
asociación va en primer lugar no porque sea más importante que los otros cuatro
votos, sino porque, de no tenerla en cuenta, correríamos el riesgo de
malinterpretar los demás votos y, en consecuencia, de falsear la consagración
lasaliana toda entera.
En cualquier
caso, y para evitar que lo accesorio nos oculte lo fundamental, creo que el más
bello resumen del contenido de la fórmula lasaliana de consagración, y también
el más fiel a los datos del tiempo de la fundación que han llegado hasta
nosotros, es el que introduce en ella las tres figuras claves en la vida del
Hermano: Dios, los demás lasalianos y los niños. La consagración lasaliana es
una consagración hecha A Dios, que llama a la misión, CON otros Hermanos, que
han sentido la misma llamada e intentan responder a ella con idéntica
generosidad, y PARA los niños y los jóvenes pobres, que son el horizonte que
Dios nos pone en el camino de los Hermanos, la razón fundamental para poner en
marcha un proceso tan complejo como el que lleva a una persona a asociarse con
otros lasalianos para comprometerse en la misión del Instituto lasaliano[31].
Esas tres
preposiciones –A, CON y PARA– son fundamentales en la consagración y en la
vida del Hermano de La Salle ,
y si alguna de ellas falla, todo se viene abajo. Lo dice con claridad su actual
Regla: “Cada Hermano se esfuerza por integrar en su persona las dimensiones
constitutivas de su vocación: [que son] la consagración a Dios en cuanto
religioso laico (preposición A), el
ministerio apostólico de la educación, particularmente junto a los pobres (preposición
PARA), y la vida comunitaria (preposición
CON)”[32].
Una vida perfectamente integrada, auténticamente lasaliana, en la que
intervienen, cada cual a su modo, Dios, los demás Hermanos y los niños y
jóvenes, sobre todo, los más necesitados. Una vida a la que el Espíritu, hoy
como ayer, continúa invitando con insistencia a todos los lasalianos.
Hermano Josean Villalabeitia, fsc
[1] “Espléndida y teológicamente profunda”,
al decir del Hermano John Johnston, antiguo Superior General del Instituto; Boletín del Instituto, nº 251, p. 46.
[2] Los
cambios fueron oficialmente aprobada por la Congregación para los
Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica el 9 de enero
de 2008, lo que se comunicó a los lasalianos, de manera oficial, en cuanto se
confirmó la noticia.
[3] La conocemos por las referencias que a ella hacen las
primeras biografías del Fundador. El texto que aquí seguiremos está tomado de
la más conocida de ellas, publicada en 1733: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, postrados con
profundo respeto ante vuestra infinita y adorable Majestad, nos consagramos
enteramente a Vos, para procurar con todas nuestras fuerzas y con todos
nuestros cuidados el establecimiento de la Sociedad de las Escuelas Cristianas, del modo que
nos parezca más agradable a Vos y más ventajoso para dicha Sociedad.
Y a este fin, yo, Juan Bautista De La Salle , sacerdote; yo,
Nicolás Vuyart; y yo, Gabriel Drolin, desde ahora y para siempre, y hasta el
último que sobreviva, o hasta la completa consumación del establecimiento de
dicha Sociedad, hacemos voto de asociación y de unión, para procurar y mantener
dicho establecimiento, sin podernos marchar, incluso si no quedáramos más que
nosotros tres en dicha Sociedad, y aunque nos viéramos obligados a pedir
limosna y a vivir de solo pan.
En vista de lo cual, prometemos hacer
unánimemente y de común acuerdo todo lo que creamos, en conciencia y sin
ninguna consideración humana, que es de mayor bien para dicha Sociedad”; Las
cuatro primeras biografías de san Juan Bautista De La Salle. Tomo II -
Blain, Ediciones La Salle , Madrid 2010, p. 410.
[4] “Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, postrado con el más profundo respeto
ante vuestra infinita y adorable Majestad, me consagro enteramente a Vos, para
procurar vuestra gloria cuanto me fuere posible y Vos lo exigiereis de mí.
Y a este fin, yo... prometo y hago voto de unirme y
permanecer en sociedad con los Hermanos... para tener juntos y por asociación
las escuelas gratuitas, donde quiera que sea, incluso si para hacerlo me viere
obligado a pedir limosna y a vivir de solo pan; o para cumplir en dicha
Sociedad aquello a lo que fuere destinado, ya por el Cuerpo de la Sociedad , ya por los
superiores que la gobiernen.
Por lo cual, prometo y hago voto de obediencia, tanto
al Cuerpo de esta Sociedad como a los superiores. Los cuales votos, tanto de asociación
como de estabilidad en dicha Sociedad y de obediencia, prometo guardar
inviolablemente durante toda mi vida”; Obras completas de san Juan Bautista De La Salle , Ediciones San Pío X, Madrid 2001, FV 2, p. 101.
[5] Cf. Regla de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (1987), 21
[6] Aquí
aparecen los nombres del Hermano que se consagra, y de todos y cada uno de los
Hermanos que profesaron con él ese mismo día.
[7] Esta
alusión al ‘Cuerpo de la
Sociedad ’ como fuente de autoridad para los Hermanos de La Salle es una novedad en
aquella época: no se conoce ningún texto que proponga parecido tipo de
argumento o actuación. Lo más llamativo del caso es que los primeros
Hermanos –en 1714– hicieron uso de esa prerrogativa que les
ofrecía su fórmula de votos para obligar a Juan Bautista De La Salle , su fundador, a
regresar a París y ponerse de nuevo al frente de la Sociedad ; cf. Las cuatro primeras biografías... Tomo II - Blain…, pp. 697-736; en
especial la carta de los ‘principales’ Hermanos del norte, p. 727.
[8] Versión
contemporánea –y libre– de la interpretación del Hermano Michel sauvage. Una fuente breve y
precisa de sus comentarios puede consultarse en las seis fichas lasalliana, 49, 14-D-115 a 19-D-120, Casa
Generalicia La Salle ,
Roma, que llevan como título genérico “¿Comprender mejor la asociación
lasaliana?”. Un contenido similar, del mismo autor, se encuentra en Internet: http://www.lasalle.org/wp-content/uploads/pdf/fam_lasaliana/voto_asociacion/02_es.pdf
[9] L. cit.
[10] Obras completas…, RC 2,2, p. 14; texto idéntico en ibídem, CT 11,1,2, p. 146.
[11] He aquí un mensaje trascendental, insistentemente
repetido, de la obra más original de Juan Bautista De La Salle , sus Meditaciones para los días de retiro;
cf. Obras completas..., MR, pp.
579-612.
[12] Como daría a entender la locución “los cuales votos”, colocada ahí de
manera un tanto forzada, y hasta incoherente, ya que con anterioridad, en ese
párrafo, solo se ha presentado un único voto: el de obediencia.
[13] Obras completas…, CT 16,1,4, p. 175,
texto que el Señor de La Salle
repite con palabras casi idénticas en ibídem,
RP 3,0,3, p. 119.
[14] L. cit.
[15] La
ya dilatada lista de Hermanos de las Escuelas Cristianas oficialmente santos,
beatos y venerables nos estaría probando, con hechos palpables y abundantes,
que la intuición de Juan Bautista De La Salle no era nada descabellada.
[16] Por
la bula In apostolicae dignitatis solio, firmada por el Papa Benedicto
XIII el 26 de enero de 1725.
[17] “Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, postrado con el más profundo respeto
ante vuestra infinita y adorable Majestad, me consagro enteramente a Vos, para
procurar vuestra gloria cuanto me fuere posible y Vos lo exigiereis de mí.
Y a este fin, yo... prometo y hago voto
de unirme y permanecer en sociedad con los Hermanos de las Escuelas Cristianas,
que se han asociado para tener juntos y por asociación las escuelas gratuitas,
donde quiera que sea enviado, o para cumplir en dicha Sociedad aquello a lo que
fuere destinado, ya por el Cuerpo de la Sociedad , ya por los superiores que la gobiernan
y la gobernarán.
Por lo cual, prometo y hago voto de
pobreza, castidad, obediencia, de estabilidad en dicha Sociedad y de enseñar
gratuitamente, conforme a la Bula
de Aprobación de nuestro santo padre Benedicto XIII, los cuales votos de
estabilidad y de obediencia, tanto al Cuerpo de la Sociedad como a los
Superiores del Instituto, y los de pobreza, castidad y de enseñar
gratuitamente, prometo guardar inviolablemente durante toda mi vida”; Cahiers lasalliens nº 25, Casa Generalicia La
Salle , Roma 1965, p. 140.
[18] A la
mención detallada de los nombres de los Hermanos con quienes el firmante de la
fórmula se comprometía ha sucedido ahora el nombre oficial del Instituto: los
‘Hermanos de las Escuelas Cristianas’.
[19] Un estudio atento de los documentos del Instituto de La Salle de aquel momento avalaría
sin dificultad esta interpretación, que confirmaría una tendencia que venía
apuntándose en el Instituto de La
Salle desde, al menos, 1717. Parece ser que la vida práctica
había llevado a un desdoblamiento del voto de asociación de los Hermanos en dos
consecuencias complementarias: por una parte, la asociación con el resto de los
Hermanos para animar las escuelas cristianas, y, por otra, la gratuidad
escolar. Con el tiempo, de estos dos efectos prácticos del voto de asociación
solo permaneció explícitamente en vigor el de enseñar gratuitamente, aspecto
que siempre tuvo gran importancia para los lasalianos, aun cuando no lo
profesaran explícitamente como voto; cf. Cahiers
Lasalliens nº 3…, pp. 7-23
[20]
Sería una consecuencia negativa más de la profunda penetración que tuvo el derecho
canónico en tantas instancias de la
Iglesia , hasta contaminarlas por completo con su aroma
legalista y casuístico; la vida religiosa tampoco se libró: “De la vida religiosa sabíamos lo que decía
el derecho canónico y las constituciones. Sobre ella lo que existía eran
normas, no teología. O, para precisar más, una teología moral casuística
minuciosa”; Juan José de León,
“La vida religiosa tras el Concilio. Recordando experiencias”, en Confer 51 (2012) 233. Sobre la tentación
posconciliar de reducir los votos lasalianos a la tríada clásica, véase un
análisis del contenido de las notas que muchos Hermanos enviaron a su Capítulo
General de 1966 en Josean Villalabeitia, Una consagración apostólica, una vida
integrada. Tomo I, Ediciones San Pío X, Madrid 2008, pp. 689-701.
[21] Esta
mezcolanza poco definida entre consagración y votos no ha sido exclusiva de la
institución lasaliana. De hecho, todavía hoy en algunos libros sobre vida
religiosa se hace equivaler consagración y votos, o se explica que consagrarse
significa lisa y llanamente profesar unos votos. A este respecto, puede
resultar muy aclaratorio consultar las páginas 240-245 de Josean Villalabeitia, Consagración y audacia, Estudios
Lasalianos nº 14, Hermanos de las Escuelas Cristianas, Roma 2007, con la
bibliografía que en ellas se aporta.
[22] Cf.
Obras completas…, MSO 6, p.
77.
[23] Que
solo se emitía en el momento de la profesión perpetua; en las profesiones
temporales, por tanto, los votos lasalianos pasaron a ser únicamente cuatro.
[24] En
realidad, con el discurrir de los años, este voto de gratuidad se había
convertido en voto de enseñar gratuitamente ‘a los pobres’. Esta coletilla
final dio más de un quebradero de cabeza a los responsables del Instituto, ya
que no dejaba claro si los Hermanos tenían que enseñar gratuitamente a todo el
mundo, o solamente a quienes no dispusieran de recursos suficientes; cf. Bruno Alpago, El Instituto al servicio educativo de los pobres, Casa Generalicia La Salle , Roma 2000, pp.
227-260. En cualquier caso, la nueva formulación del voto vuelve a mencionar
expresamente a ‘los pobres’, en lo que puede considerarse un esfuerzo de
fidelidad a la tradición viva del Instituto lasaliano.
[25]
Reunido tras la publicación, en 1983, del nuevo Código de Derecho Canónico, que
clausuraba definitivamente la etapa de imaginativos ensayos y experiencias que
se vivió en muchos institutos religiosos durante los primeros años del
posconcilio.
[26] Su emisión volvió a ser obligatoria en todas las
profesiones religiosas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, aunque
fueran temporales.
[27] La última fórmula lasaliana de consagración, oficialmente
aprobada en 2008, queda, pues, de la siguiente manera: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, postrado con el más
profundo respeto ante vuestra infinita y adorable Majestad, me consagro
enteramente a Vos para procurar vuestra gloria cuanto me fuere posible y lo
exigiereis de mí.
Y a este fin
yo... prometo y hago voto de unirme y permanecer en sociedad con los Hermanos
de las Escuelas Cristianas, que se han reunido para tener juntos y por
asociación las escuelas al servicio de los pobres, en cualquier lugar a que sea
enviado, y para desempeñar el empleo a que fuere destinado, ya por el Cuerpo de
la Sociedad ,
ya por los Superiores.
Por lo cual, prometo y hago voto de asociación para el
servicio educativo de los pobres, castidad, pobreza, obediencia y estabilidad
en el Instituto, conforme a la
Bula de Aprobación y a la Regla del Instituto.”
[28] “Durante mucho tiempo los tres votos han
constituido el núcleo y el esquema de la teología clásica de la vida religiosa.
Sin embargo, un cierto silencio ha caído sobre ellos en la teología más
reciente sobre la vida religiosa. En el mejor de los casos, la referencia a los
votos va acompañada con frecuencia de observaciones fuertemente críticas y de
no pocos interrogantes […] Los votos no son el núcleo esencial de la vida
religiosa. La esencia de toda vida cristiana es el amor”; Felicísimo Martínez, Situación actual y desafíos de la vida
religiosa, Instituto Teológico de Vida Religiosa, Gasteiz-Vitoria 2004, pp.
65-73. Sin ser tan claros como este conocido especialista, otros teólogos
actuales se expresan de manera similar. No sería nada difícil, por otra parte,
rastrear en los documentos institucionales lasalianos del posconcilio –ambas Reglas
y Declaración sobre el Hermano en el
mundo actual– el reflejo de estas
concepciones, pero no es este el lugar...
[29] Así
llamado –mientras no se le encuentre una
denominación más apropiada– porque, en
teoría, es el que viene justo después de los tres votos clásicos de religión que,
se sobrentiende –o se sobrentendía–, son
los primeros.
[30]
Véase a este respecto, por ejemplo, Ignacio
Iglesias, “Cuarto voto”, en Ángel Aparicio
– Joan Canals (eds.), Diccionario Teológico de la Vida Consagrada ,
Publicaciones Claretianas, Madrid 1989, pp. 467-476, junto con toda la bibliografía
especializada que el autor aporta.
[31] Lo
explica con mayor amplitud el Hermano Antonio
Botana en el Boletín del Instituto,
nº 250, pp. 7 ss.
[32] Artículo 10.
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